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Columnista - 21 enero, 2015

Fiesta, carnaval o circo electoral

Colombia vivirá un 2015 marcado por un largo proceso electoral, que abarcará buena parte del año según el calendario publicado por la Registraduria y que involucra a todos los Municipios, Departamentos y Distritos del país, al igual que a millones de ciudadanos que con su voto elegirán gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles el próximo […]

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Colombia vivirá un 2015 marcado por un largo proceso electoral, que abarcará buena parte del año según el calendario publicado por la Registraduria y que involucra a todos los Municipios, Departamentos y Distritos del país, al igual que a millones de ciudadanos que con su voto elegirán gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles el próximo 25 octubre.

En principio se trata de una verdadera fiesta electoral haciendo alusión a nuestro Estado democrático y participativo tal como lo prevé nuestra Carta Política. En realidad se trata de una celebración durante diez meses, pues armar una campaña electoral implica realizar actividades como reuniones, foros, tomas de barrios, debates, encuestas, etc.; pues a lo largo del proceso se viven muchas experiencias alrededor de la convivencia, la amistad y la alegría de quienes hacen parte de una campaña.

Pero hay quienes dicen que ya no es una modesta fiesta sino más bien un carnaval electoral, caracterizado por los disfraces de los políticos, algunos vestidos de derecha, unos de izquierda y otros que representan a los gobiernos de turno y uno que otro candidato vestido de sinceridad que representan el sentir del pueblo; también hacen parte de este carnaval, la danza de los millones que se destinan a la compraventa de votos y a la publicidad engañosa; de igual manera, participan las comparsas de las mentiras y las promesas, pues todos los problemas de cada localidad van a tener solución.

Todo esto amenizado con parrandas, presentaciones musicales, tamales y ron para todos los gustos. Mientras que otros dicen que más bien se parece a un circo porque los políticos son todo unos magos y payasos. Y pensar que todo esto ya nos parece tan normal que hasta medimos las fuerzas de los candidatos más por los derroches y despilfarros que por sus capacidades y cualidades.
Ante este desolador panorama democrático cabe preguntarse en qué momento la contienda política del discurso y de la propuesta discutida en plaza pública se convirtió en una competencia de grupos sociales, de poder y de dinero. ¿En qué momento el ciudadano terminó por aceptar que la política es una lucha por la defensa de intereses mezquinos y egoístas de sectores influyentes? ¿En qué momento el arte de la política y la participación terminaron por reducirse a turbios procesos electorales? Hoy es tan de bulto las malas prácticas electorales y la corrupción en las elecciones, que un centenar de alcaldías  son otorgadas mediante fallos judiciales, es decir, que no decide el pueblo en las urnas sino el juez en un escritorio y todo porque los muertos también deciden elecciones.

De ahí que sigo pensando que la democracia no solo nos da el derecho a elegir y a ser elegidos, ni tampoco se limita a las decisiones de la mayoría sobre la minoría, ni que tampoco sirve para cambiar de mandatarios cada cuatro años; creo que la democracia va más allá en cuanto es un sistema de reglas que encarna un conjunto de valores que éticamente consideramos preferibles a los de otras formas de gobierno: la libertad, la igualdad, la dignidad humana deberán anteponerse siempre ante cualquier discurso y practica politiquera que pretenda distorsionar el buen sentido de la democracia.

Columnista
21 enero, 2015

Fiesta, carnaval o circo electoral

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Colombia vivirá un 2015 marcado por un largo proceso electoral, que abarcará buena parte del año según el calendario publicado por la Registraduria y que involucra a todos los Municipios, Departamentos y Distritos del país, al igual que a millones de ciudadanos que con su voto elegirán gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles el próximo […]


Colombia vivirá un 2015 marcado por un largo proceso electoral, que abarcará buena parte del año según el calendario publicado por la Registraduria y que involucra a todos los Municipios, Departamentos y Distritos del país, al igual que a millones de ciudadanos que con su voto elegirán gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles el próximo 25 octubre.

En principio se trata de una verdadera fiesta electoral haciendo alusión a nuestro Estado democrático y participativo tal como lo prevé nuestra Carta Política. En realidad se trata de una celebración durante diez meses, pues armar una campaña electoral implica realizar actividades como reuniones, foros, tomas de barrios, debates, encuestas, etc.; pues a lo largo del proceso se viven muchas experiencias alrededor de la convivencia, la amistad y la alegría de quienes hacen parte de una campaña.

Pero hay quienes dicen que ya no es una modesta fiesta sino más bien un carnaval electoral, caracterizado por los disfraces de los políticos, algunos vestidos de derecha, unos de izquierda y otros que representan a los gobiernos de turno y uno que otro candidato vestido de sinceridad que representan el sentir del pueblo; también hacen parte de este carnaval, la danza de los millones que se destinan a la compraventa de votos y a la publicidad engañosa; de igual manera, participan las comparsas de las mentiras y las promesas, pues todos los problemas de cada localidad van a tener solución.

Todo esto amenizado con parrandas, presentaciones musicales, tamales y ron para todos los gustos. Mientras que otros dicen que más bien se parece a un circo porque los políticos son todo unos magos y payasos. Y pensar que todo esto ya nos parece tan normal que hasta medimos las fuerzas de los candidatos más por los derroches y despilfarros que por sus capacidades y cualidades.
Ante este desolador panorama democrático cabe preguntarse en qué momento la contienda política del discurso y de la propuesta discutida en plaza pública se convirtió en una competencia de grupos sociales, de poder y de dinero. ¿En qué momento el ciudadano terminó por aceptar que la política es una lucha por la defensa de intereses mezquinos y egoístas de sectores influyentes? ¿En qué momento el arte de la política y la participación terminaron por reducirse a turbios procesos electorales? Hoy es tan de bulto las malas prácticas electorales y la corrupción en las elecciones, que un centenar de alcaldías  son otorgadas mediante fallos judiciales, es decir, que no decide el pueblo en las urnas sino el juez en un escritorio y todo porque los muertos también deciden elecciones.

De ahí que sigo pensando que la democracia no solo nos da el derecho a elegir y a ser elegidos, ni tampoco se limita a las decisiones de la mayoría sobre la minoría, ni que tampoco sirve para cambiar de mandatarios cada cuatro años; creo que la democracia va más allá en cuanto es un sistema de reglas que encarna un conjunto de valores que éticamente consideramos preferibles a los de otras formas de gobierno: la libertad, la igualdad, la dignidad humana deberán anteponerse siempre ante cualquier discurso y practica politiquera que pretenda distorsionar el buen sentido de la democracia.