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Columnista - 16 agosto, 2015

Fiera de cristal

Es algo casi vicioso, una vez oyes su voz es imposible no quedarte enganchado en esa droga que te hace adicto desde la primera vez que la pruebas.

Es algo casi vicioso, una vez oyes su voz es imposible no quedarte enganchado en esa droga que te hace adicto desde la primera vez que la pruebas. Hace menos de un mes se estrenó otro documental sobre ella, hecho por un cineasta consagrado y seleccionado para el próximo festival de cine de Cannes. Es una de esas biografías no autorizadas que tanto se venden y que sin querer caen en algo recurrente en la vida de esta soberana del soul: la prensa amarillista, que la exprimió hasta la última gota y aún sigue porque todo lo que tiene que ver con ella se vende. Cuando oí su primer álbum (“Frank”), salvo por un par de canciones no me llamó mucho la atención, por lo que fue del putas oírla decir en televisión que no recomendaba que compraran ese disco, que era malo; seguramente anunciando lo que sería su nueva obra, una pieza definitiva del arte del siglo veintiuno, que la acompañaría hasta su vuelta al negro.
En su vida todo fue vertiginoso, hasta cierto punto, porque la fama y dinero que obtuvo, no fue producto del azar ni de la suerte ni de ninguna de esas estupideces que los mediocres creen de los genios, sino el resultado de su persistencia y buen gusto. Pero no nos desviemos… En poco tiempo impuso una estética glamorosa y chirrete, que adquiría para su dominio lo que mejor le parecía de diferentes momentos y lugares, hasta dar con lo suyo: ser completamente ella misma, al punto de volverse mierda. El parte forense dijo que la señora Winehouse fue encontrada sin signos vitales en su residencia de Londres; estaba sola y la razón de su deceso fue intoxicación etílica (Sus células se ahogaron en alcohol; creo que hallaron botellas vacías por ahí). De inmediato algunos admiradores empezaron a dejar ofrendas frente a su casa. Después las conjeturas y a buscar culpables. Para algunos fue su exesposo, quien la indujo en el mundo de las drogas fuertes y el que junto al alcoholismo la degeneraron; sustancias que por muy duro que sea el que sea, lo minan hasta derrumbarlo, si no se pone las pilas. Y ella no fue la excepción, así como en El ruiseñor y la rosa- de Wild- parecía que mientras más se consumía mejor cantaba, y eso, sumado a sus rollos con su físico y los desórdenes alimenticios y lo de sus padres y demás asuntos freudianos, etc., pues ajá. También se culpa de su degeneramiento hasta el límite a la separación de sus padres en la infancia, a la falta o al exceso de atención de quienes la rodearon, al éxito tan rápido y definitivo, a su sensibilidad, a su tendencia a la melancolía y a la euforia, entre otras vainas; aunque lo cierto es que era bien voltajosa Amy.
Por supuesto, tanto el papá como el exesposo, sus dos grandes amores, Mitch y Blake, han salido a defenderse públicamente, demandando a algunos medios de comunicación y a biógrafos, y culpándose el uno al otro por el descuido al que ambos expusieron a esta fiera de cristal. A cada uno le dedicó un tatuaje- a su papá, en el hombro izquierdo, decía: “Daddy’s girl”, y a su exesposo y cómplice de libertinajes, uno sobre el corazón, que decía: “Blake’s”. Pero ya es tarde, ya pasó. Sea cuales fueran las razones ya no oiremos su voz en el escenario, su lugar favorito, su dominio, su templo, el altar que profanó hasta el extremo y en donde se sacrificó para sus devotos en pleno éxtasis místico. Ahora solo nos quedan sus fotos, sus videos, sus tatuajes, su peinado beehive, sus vicios y su manera única de decir: “Our day will come”… Gracias por todo Amy, gracias. Y hasta nunca.

Por Jarol Ferreira Acosta

Columnista
16 agosto, 2015

Fiera de cristal

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jarol Ferreira

Es algo casi vicioso, una vez oyes su voz es imposible no quedarte enganchado en esa droga que te hace adicto desde la primera vez que la pruebas.


Es algo casi vicioso, una vez oyes su voz es imposible no quedarte enganchado en esa droga que te hace adicto desde la primera vez que la pruebas. Hace menos de un mes se estrenó otro documental sobre ella, hecho por un cineasta consagrado y seleccionado para el próximo festival de cine de Cannes. Es una de esas biografías no autorizadas que tanto se venden y que sin querer caen en algo recurrente en la vida de esta soberana del soul: la prensa amarillista, que la exprimió hasta la última gota y aún sigue porque todo lo que tiene que ver con ella se vende. Cuando oí su primer álbum (“Frank”), salvo por un par de canciones no me llamó mucho la atención, por lo que fue del putas oírla decir en televisión que no recomendaba que compraran ese disco, que era malo; seguramente anunciando lo que sería su nueva obra, una pieza definitiva del arte del siglo veintiuno, que la acompañaría hasta su vuelta al negro.
En su vida todo fue vertiginoso, hasta cierto punto, porque la fama y dinero que obtuvo, no fue producto del azar ni de la suerte ni de ninguna de esas estupideces que los mediocres creen de los genios, sino el resultado de su persistencia y buen gusto. Pero no nos desviemos… En poco tiempo impuso una estética glamorosa y chirrete, que adquiría para su dominio lo que mejor le parecía de diferentes momentos y lugares, hasta dar con lo suyo: ser completamente ella misma, al punto de volverse mierda. El parte forense dijo que la señora Winehouse fue encontrada sin signos vitales en su residencia de Londres; estaba sola y la razón de su deceso fue intoxicación etílica (Sus células se ahogaron en alcohol; creo que hallaron botellas vacías por ahí). De inmediato algunos admiradores empezaron a dejar ofrendas frente a su casa. Después las conjeturas y a buscar culpables. Para algunos fue su exesposo, quien la indujo en el mundo de las drogas fuertes y el que junto al alcoholismo la degeneraron; sustancias que por muy duro que sea el que sea, lo minan hasta derrumbarlo, si no se pone las pilas. Y ella no fue la excepción, así como en El ruiseñor y la rosa- de Wild- parecía que mientras más se consumía mejor cantaba, y eso, sumado a sus rollos con su físico y los desórdenes alimenticios y lo de sus padres y demás asuntos freudianos, etc., pues ajá. También se culpa de su degeneramiento hasta el límite a la separación de sus padres en la infancia, a la falta o al exceso de atención de quienes la rodearon, al éxito tan rápido y definitivo, a su sensibilidad, a su tendencia a la melancolía y a la euforia, entre otras vainas; aunque lo cierto es que era bien voltajosa Amy.
Por supuesto, tanto el papá como el exesposo, sus dos grandes amores, Mitch y Blake, han salido a defenderse públicamente, demandando a algunos medios de comunicación y a biógrafos, y culpándose el uno al otro por el descuido al que ambos expusieron a esta fiera de cristal. A cada uno le dedicó un tatuaje- a su papá, en el hombro izquierdo, decía: “Daddy’s girl”, y a su exesposo y cómplice de libertinajes, uno sobre el corazón, que decía: “Blake’s”. Pero ya es tarde, ya pasó. Sea cuales fueran las razones ya no oiremos su voz en el escenario, su lugar favorito, su dominio, su templo, el altar que profanó hasta el extremo y en donde se sacrificó para sus devotos en pleno éxtasis místico. Ahora solo nos quedan sus fotos, sus videos, sus tatuajes, su peinado beehive, sus vicios y su manera única de decir: “Our day will come”… Gracias por todo Amy, gracias. Y hasta nunca.

Por Jarol Ferreira Acosta