Considero, entonces, que fue una apuesta arriesgada por parte del diario EL PILÓN, de volver a entablar un diálogo entre ciudad, folclor y letras, a través de la realización del piloto de la Feria del Libro de Valledupar
Por Andrés Cuadro
Las loterías de la cultura y de la apreciación de la misma son empresas un tanto inciertas. En Valledupar, ciudad acostumbrada a emborracharse cada fin de semana, mientras escucha plácidamente vallenatos clásicos -y otros últimos en decadencia- fue testigo el fin de semana pasado (del 8 al 11 de junio) de un acontecimiento sin igual: la realización de la primera Feria del Libro de la ciudad, que contó con otro ingrediente inédito hasta el momento: ser organizada por un medio de comunicación, en este caso, el diario EL PILÓN.
Los números estaban en contra. Los lectores escaseaban mientras los parranderos aumentaban. La ciudad, anestesiada por el folclor y el resollar estridente de los acordeones desafinados, de la mal llamada nueva ola, pudo salir momentáneamente de la UCI donde se encontraba, dándole (afortunadamente) un respiro a la cultura diversa del valle de upar. El vallenato, que es una amalgama de nuestra esencia nacional (afros, indígenas, colonos europeos) ha ido desconociendo el gran caudal literario, narrativo y poético que hizo posible su fundación histórica, gracias a los consabidos juglares que también eran grandes escritores campesinos, afros o en el caso de Máximo Movil, indígenas.
La relación de la literatura con el vallenato ha sido siempre una relación siamesa. La melodía exquisita expulsada por los instrumentos medulares del género parece reconocer la tesis narrativa y poética de las composiciones de grandes personajes como Juancho Polo Valencia (recordemos que Juancho Polo era asiduo lector del poeta Guillermo León Valencia, del cual toma su último apellido); Hernando Marín, Carlos Huertas, Lorenzo Morales, Alejandro Durán, Enrique Díaz, Diomedes Díaz, entre otros, que en una mezcla alcahueta de formatos, dieron origen histórico a lo que yo denomino el vallenato bravo.
Ha sido gracias a la labor literaria (muchas veces rudimentaria) de estos compositores que el vallenato pudo lograr su espacio privilegiado en la historia mundial.
Es extraño, entonces, que una ciudad erigida sobre las bases de un folclor y un género (que, aunque no sean endógenos) se haya alejado tanto de las fuentes, de las bases, del core, de los elementos literarios, poéticos y narrativos que hicieron viable y posible el desarrollo ulterior de la música que hoy en día es patrimonio inmaterial de la humanidad. Es evidente que el vallenato actual está desprovisto de lírica, de letras, de libros, de literatura.
Considero, entonces, que fue una apuesta arriesgada por parte del diario EL PILÓN, de volver a entablar un diálogo entre ciudad, folclor y letras, a través de la realización del piloto de la Feria del Libro de Valledupar, la cual resultó siendo un éxito a pesar de las muchas consideraciones que se puedan hacer desde adentro. Hacer es más difícil que plantear. Hacer una feria del libro en una ciudad que no lee era, sin duda, comprar una sola balota del Baloto, donde se sabe que se necesitan seis en total para ganar el acumulado.
En ese sentido, Juan Carlos Quintero, director de EL PILÓN, tomó la decisión arriesgada de comprar una sola balota, sabiendo que perdería la plata, pero que paradójicamente al creer popular se ganó el premio mayor de la ciudadanía valduparense que, de forma masiva y moderada, asistió a los distintos espacios donde se desarrolló la Felva 2023, explayada en más de 36 conversatorios en los que se habló de literatura principalmente, cultura, política, vida, amor, feminismo, conflicto y paz.
La Felva se convirtió en el plan ideal de fin de semana para jóvenes y adultos, para locales y visitantes: bajándole el volumen al vallenato y subiéndole la perilla a la literatura; de jueves a domingo, los auditorios Leandro Díaz de la Cámara de Comercio y la Sala de Teatro de la Casa de la Cultura se abarrotaron ante la asistencia de personas del Cesar, La Guajira, Atlántico, Córdoba, Sucre, Cundinamarca y hasta visitantes extranjeros como el caso de un colectivo artístico que vino desde Puerto Rico.
Valledupar, en sus avenidas de los vencidos, pudo deleitarse con la presencia de grandes personajes de la literatura nacional, como el poeta William Ospina, la escritora Carolina Sanín, los exministros Alejandro Gaviria y Humberto de la Calle, la periodista Diana López Zuleta, el caricaturista Vladimir Flórez (Vladdo), entre otros. La alineación de artistas locales estuvo comandada por Alonso Sánchez Baute, Luis Felipe Núñez, Jhon Bolívar, Carlos Cesar Silva, entre otros.
La Plaza Alfonso López se tiñó de libros. En más de 30 stands regados por toda la plaza,escritores locales en su mayoría, expusieron sus obras. Entre esos están la periodista Yanitza Fontalvo que promocionaba su libro “En la mira del conflicto”; los docentes Enrique De Luque Palencia con su libro ‘Frente al río’ y Winter Díaz con su libro ‘Manual del alcalde exitoso’.
Además de otros autores noveles como Carolina Franco, César Gonzales, Iván Márquez, Simón Dähill, entre otros. También hubo espacio para editoriales independientes locales como El Manjol Ediciones que promocionó sus primeros libros ‘Euparí-Roll’ y ‘Rap-Sodia Upar’ de César González, además de la opera prima narrativa de Andrés Cuadro, titulada ‘La avenida de los vencidos’.
En términos generales, la Felva fue un éxito total. La prueba piloto de la feria resultó siendo un gran evento que, lejos de ser perfecto por su primera realización, deja un sabor a satisfacción entre los asistentes y los organizadores (gracias a todo el equipo de EL PILÓN que se puso no la diez, sino la once).
Las más de 5.000 personas que asistieron desde el 8 al 11 de junio convierten a esta primera Feria del Libro de Valledupar en un premio mayor a una lotería que la hacíamos perdida de antemano.
Adenda: Para las eventuales ferias del libro, que ya la quieren todos los asistentes de la primera, será necesario tomar en cuenta estas recomendaciones:
a) Disponer de baterías sanitarias en los lugares donde haya encuentros, stands, etc.
b) Disponer de un espacio de promoción y visibilización de los nuevos autores, locales, regionales y nacionales que asistan a la feria;
c) Disponer de espacios de intercambio de libros con participación institucional que promueva los escenarios de apropiación de la cultura local, regional y nacional.
Psdt 2: Hacerla lo más pronto posible. La Felva deja un sin sabor.
Considero, entonces, que fue una apuesta arriesgada por parte del diario EL PILÓN, de volver a entablar un diálogo entre ciudad, folclor y letras, a través de la realización del piloto de la Feria del Libro de Valledupar
Por Andrés Cuadro
Las loterías de la cultura y de la apreciación de la misma son empresas un tanto inciertas. En Valledupar, ciudad acostumbrada a emborracharse cada fin de semana, mientras escucha plácidamente vallenatos clásicos -y otros últimos en decadencia- fue testigo el fin de semana pasado (del 8 al 11 de junio) de un acontecimiento sin igual: la realización de la primera Feria del Libro de la ciudad, que contó con otro ingrediente inédito hasta el momento: ser organizada por un medio de comunicación, en este caso, el diario EL PILÓN.
Los números estaban en contra. Los lectores escaseaban mientras los parranderos aumentaban. La ciudad, anestesiada por el folclor y el resollar estridente de los acordeones desafinados, de la mal llamada nueva ola, pudo salir momentáneamente de la UCI donde se encontraba, dándole (afortunadamente) un respiro a la cultura diversa del valle de upar. El vallenato, que es una amalgama de nuestra esencia nacional (afros, indígenas, colonos europeos) ha ido desconociendo el gran caudal literario, narrativo y poético que hizo posible su fundación histórica, gracias a los consabidos juglares que también eran grandes escritores campesinos, afros o en el caso de Máximo Movil, indígenas.
La relación de la literatura con el vallenato ha sido siempre una relación siamesa. La melodía exquisita expulsada por los instrumentos medulares del género parece reconocer la tesis narrativa y poética de las composiciones de grandes personajes como Juancho Polo Valencia (recordemos que Juancho Polo era asiduo lector del poeta Guillermo León Valencia, del cual toma su último apellido); Hernando Marín, Carlos Huertas, Lorenzo Morales, Alejandro Durán, Enrique Díaz, Diomedes Díaz, entre otros, que en una mezcla alcahueta de formatos, dieron origen histórico a lo que yo denomino el vallenato bravo.
Ha sido gracias a la labor literaria (muchas veces rudimentaria) de estos compositores que el vallenato pudo lograr su espacio privilegiado en la historia mundial.
Es extraño, entonces, que una ciudad erigida sobre las bases de un folclor y un género (que, aunque no sean endógenos) se haya alejado tanto de las fuentes, de las bases, del core, de los elementos literarios, poéticos y narrativos que hicieron viable y posible el desarrollo ulterior de la música que hoy en día es patrimonio inmaterial de la humanidad. Es evidente que el vallenato actual está desprovisto de lírica, de letras, de libros, de literatura.
Considero, entonces, que fue una apuesta arriesgada por parte del diario EL PILÓN, de volver a entablar un diálogo entre ciudad, folclor y letras, a través de la realización del piloto de la Feria del Libro de Valledupar, la cual resultó siendo un éxito a pesar de las muchas consideraciones que se puedan hacer desde adentro. Hacer es más difícil que plantear. Hacer una feria del libro en una ciudad que no lee era, sin duda, comprar una sola balota del Baloto, donde se sabe que se necesitan seis en total para ganar el acumulado.
En ese sentido, Juan Carlos Quintero, director de EL PILÓN, tomó la decisión arriesgada de comprar una sola balota, sabiendo que perdería la plata, pero que paradójicamente al creer popular se ganó el premio mayor de la ciudadanía valduparense que, de forma masiva y moderada, asistió a los distintos espacios donde se desarrolló la Felva 2023, explayada en más de 36 conversatorios en los que se habló de literatura principalmente, cultura, política, vida, amor, feminismo, conflicto y paz.
La Felva se convirtió en el plan ideal de fin de semana para jóvenes y adultos, para locales y visitantes: bajándole el volumen al vallenato y subiéndole la perilla a la literatura; de jueves a domingo, los auditorios Leandro Díaz de la Cámara de Comercio y la Sala de Teatro de la Casa de la Cultura se abarrotaron ante la asistencia de personas del Cesar, La Guajira, Atlántico, Córdoba, Sucre, Cundinamarca y hasta visitantes extranjeros como el caso de un colectivo artístico que vino desde Puerto Rico.
Valledupar, en sus avenidas de los vencidos, pudo deleitarse con la presencia de grandes personajes de la literatura nacional, como el poeta William Ospina, la escritora Carolina Sanín, los exministros Alejandro Gaviria y Humberto de la Calle, la periodista Diana López Zuleta, el caricaturista Vladimir Flórez (Vladdo), entre otros. La alineación de artistas locales estuvo comandada por Alonso Sánchez Baute, Luis Felipe Núñez, Jhon Bolívar, Carlos Cesar Silva, entre otros.
La Plaza Alfonso López se tiñó de libros. En más de 30 stands regados por toda la plaza,escritores locales en su mayoría, expusieron sus obras. Entre esos están la periodista Yanitza Fontalvo que promocionaba su libro “En la mira del conflicto”; los docentes Enrique De Luque Palencia con su libro ‘Frente al río’ y Winter Díaz con su libro ‘Manual del alcalde exitoso’.
Además de otros autores noveles como Carolina Franco, César Gonzales, Iván Márquez, Simón Dähill, entre otros. También hubo espacio para editoriales independientes locales como El Manjol Ediciones que promocionó sus primeros libros ‘Euparí-Roll’ y ‘Rap-Sodia Upar’ de César González, además de la opera prima narrativa de Andrés Cuadro, titulada ‘La avenida de los vencidos’.
En términos generales, la Felva fue un éxito total. La prueba piloto de la feria resultó siendo un gran evento que, lejos de ser perfecto por su primera realización, deja un sabor a satisfacción entre los asistentes y los organizadores (gracias a todo el equipo de EL PILÓN que se puso no la diez, sino la once).
Las más de 5.000 personas que asistieron desde el 8 al 11 de junio convierten a esta primera Feria del Libro de Valledupar en un premio mayor a una lotería que la hacíamos perdida de antemano.
Adenda: Para las eventuales ferias del libro, que ya la quieren todos los asistentes de la primera, será necesario tomar en cuenta estas recomendaciones:
a) Disponer de baterías sanitarias en los lugares donde haya encuentros, stands, etc.
b) Disponer de un espacio de promoción y visibilización de los nuevos autores, locales, regionales y nacionales que asistan a la feria;
c) Disponer de espacios de intercambio de libros con participación institucional que promueva los escenarios de apropiación de la cultura local, regional y nacional.
Psdt 2: Hacerla lo más pronto posible. La Felva deja un sin sabor.