Por Jorge Eduardo Ávila La vida vuelve a recompensarnos y nos permite visitar Brasil nuevamente. Estaremos en Sao Paulo, Campinas, Curitiba, Blumenau y Florianópolis. Este país, el gigante de Suramérica, ofrece variedad de climas, gastronomía y planes para todos los gustos. En esta oportunidad nos hemos congregado para celebrar la Navidad y el Año Nuevo […]
Por Jorge Eduardo Ávila
La vida vuelve a recompensarnos y nos permite visitar Brasil nuevamente. Estaremos en Sao Paulo, Campinas, Curitiba, Blumenau y Florianópolis. Este país, el gigante de Suramérica, ofrece variedad de climas, gastronomía y planes para todos los gustos. En esta oportunidad nos hemos congregado para celebrar la Navidad y el Año Nuevo en familia.
Aterrizamos en el aeropuerto de Guarulhos en Sao Paulo y ya nos estaban esperando para llevarnos a Campinas. El vuelo en Avianca deja mucho qué desear. Aunque íbamos en la zona Plus del avión, el espacio entre silla y silla, la carencia de pantalla para distraerse y el tener que comprar la comida de un menú restringido, hicieron de esas 5 horas y media de vuelo una experiencia poco grata.
He sido fan de Avianca desde hace años, hago parte del programa Lifemiles- y lo he aprovechado mucho-, mi esposa tiene categoría Silver -que de paso me beneficia también- pero es triste viajar así. Avianca, que ahora empieza con a minúscula, le da tratamiento de low cost a sus clientes, teniendo tarifas muy superiores a las de las aerolíneas de bajo costo. Sufrí con el talento humano de la aerolínea, el que atiende tanto en tierra como en el avión, ya que por momentos se evidencia su incomodidad al responder las quejas y sugerencias que presentan los pasajeros; es muy complejo para ellos verse en la penosa necesidad de respaldar una administración que enfocó a Avianca en un tipo servicio al que muchos no nos acostumbraremos. Definitivamente cuando Avianca apostó por la minúscula, tomó la decisión más acertada: la aerolínea se percibe chiquitica.
Llegamos a Campinas, una ciudad fascinante, segura, tranquila, con un elevado nivel de vida, donde se puede caminar tranquilamente mientras se disfruta de un clima veraniego privilegiado. El centro invita a caminarlo, es ordenado y seguro, tranquilo, limpio. La Catedral de Nuestra Señora de la Concepción, que alberga a la patrona de la ciudad, es una iglesia imponente, de gran tamaño, que cuenta con una cantidad enorme de retablos barrocos de formato piso a techo, todos de madera oscura que contrasta con el blanco de sus paredes. Allí también encontramos el Santuario de Nuestra Señora Desatanudos, una virgen de origen alemán, de Perlach, -más exactamente de la zona de Augsburgo- que ha generado feligresía en varios países del mundo. De hecho, el mismo Papa Francisco, siendo todavía Jorge Bergoglio, tuvo acceso a una estampita de la imagen, la llevó a Buenos Aires, mandó a imprimir 100 mil copias y la dio a conocer a los argentinos; muchos de ellos hoy la adoran, le rezan y la veneran. La virgen está ubicada en el centro del espectro, y la acompañan 2 ángeles: uno a su izquierda, que le pasa una cinta blanca llena de nudos y otro, a su derecha, que recibe la cinta desatada. La virgen, con su inmensa misericordia, desata los nudos -que son los problemas, retos y tristezas de la gente- liberando así a la grey de sus dolores. Impactante, sublime, queda uno mudo. Ahí pudimos conocer al fundador del santuario, un expiloto francés que luego se dedicó a dar a conocer a Nuestra Señora Desatanudos y entregó su tiempo y vida a ella. Nos acercamos a él, nos bendijo como familia, preguntó un par de cosas sobre Colombia, nos roció agua bendita y nos dejó ir no sin antes darme un coscorrón por no portar en ese momento alguna imagen católica: ese día, precisamente y por razones del calor, dejé en la mesa de noche del cuarto la cruz que siempre me acompaña. El resto de los miembros de mi familia tenía algo con ellos que representa nuestra fe en Dios, ¡bien ganado el coscorrón! Reímos juntos como familia y sentí que ese nudo quedó desatado.
Después de varios días allí, tomamos carretera hacia el sur, hacia Curitiba, para conocerla. Ya les contaré…
Mientras tanto, feliz Navidad para todos los lectores de EL PILÓN y muy especialmente a mis generosos lectores. Les deseo de corazón que la natividad permita en sus hogares reflexión profunda, unión familiar y ganas legítimas de ayudar a otros. Esa será la mejor manera de celebrar. ¡Feliz Navidad!
Por Jorge Eduardo Ávila La vida vuelve a recompensarnos y nos permite visitar Brasil nuevamente. Estaremos en Sao Paulo, Campinas, Curitiba, Blumenau y Florianópolis. Este país, el gigante de Suramérica, ofrece variedad de climas, gastronomía y planes para todos los gustos. En esta oportunidad nos hemos congregado para celebrar la Navidad y el Año Nuevo […]
Por Jorge Eduardo Ávila
La vida vuelve a recompensarnos y nos permite visitar Brasil nuevamente. Estaremos en Sao Paulo, Campinas, Curitiba, Blumenau y Florianópolis. Este país, el gigante de Suramérica, ofrece variedad de climas, gastronomía y planes para todos los gustos. En esta oportunidad nos hemos congregado para celebrar la Navidad y el Año Nuevo en familia.
Aterrizamos en el aeropuerto de Guarulhos en Sao Paulo y ya nos estaban esperando para llevarnos a Campinas. El vuelo en Avianca deja mucho qué desear. Aunque íbamos en la zona Plus del avión, el espacio entre silla y silla, la carencia de pantalla para distraerse y el tener que comprar la comida de un menú restringido, hicieron de esas 5 horas y media de vuelo una experiencia poco grata.
He sido fan de Avianca desde hace años, hago parte del programa Lifemiles- y lo he aprovechado mucho-, mi esposa tiene categoría Silver -que de paso me beneficia también- pero es triste viajar así. Avianca, que ahora empieza con a minúscula, le da tratamiento de low cost a sus clientes, teniendo tarifas muy superiores a las de las aerolíneas de bajo costo. Sufrí con el talento humano de la aerolínea, el que atiende tanto en tierra como en el avión, ya que por momentos se evidencia su incomodidad al responder las quejas y sugerencias que presentan los pasajeros; es muy complejo para ellos verse en la penosa necesidad de respaldar una administración que enfocó a Avianca en un tipo servicio al que muchos no nos acostumbraremos. Definitivamente cuando Avianca apostó por la minúscula, tomó la decisión más acertada: la aerolínea se percibe chiquitica.
Llegamos a Campinas, una ciudad fascinante, segura, tranquila, con un elevado nivel de vida, donde se puede caminar tranquilamente mientras se disfruta de un clima veraniego privilegiado. El centro invita a caminarlo, es ordenado y seguro, tranquilo, limpio. La Catedral de Nuestra Señora de la Concepción, que alberga a la patrona de la ciudad, es una iglesia imponente, de gran tamaño, que cuenta con una cantidad enorme de retablos barrocos de formato piso a techo, todos de madera oscura que contrasta con el blanco de sus paredes. Allí también encontramos el Santuario de Nuestra Señora Desatanudos, una virgen de origen alemán, de Perlach, -más exactamente de la zona de Augsburgo- que ha generado feligresía en varios países del mundo. De hecho, el mismo Papa Francisco, siendo todavía Jorge Bergoglio, tuvo acceso a una estampita de la imagen, la llevó a Buenos Aires, mandó a imprimir 100 mil copias y la dio a conocer a los argentinos; muchos de ellos hoy la adoran, le rezan y la veneran. La virgen está ubicada en el centro del espectro, y la acompañan 2 ángeles: uno a su izquierda, que le pasa una cinta blanca llena de nudos y otro, a su derecha, que recibe la cinta desatada. La virgen, con su inmensa misericordia, desata los nudos -que son los problemas, retos y tristezas de la gente- liberando así a la grey de sus dolores. Impactante, sublime, queda uno mudo. Ahí pudimos conocer al fundador del santuario, un expiloto francés que luego se dedicó a dar a conocer a Nuestra Señora Desatanudos y entregó su tiempo y vida a ella. Nos acercamos a él, nos bendijo como familia, preguntó un par de cosas sobre Colombia, nos roció agua bendita y nos dejó ir no sin antes darme un coscorrón por no portar en ese momento alguna imagen católica: ese día, precisamente y por razones del calor, dejé en la mesa de noche del cuarto la cruz que siempre me acompaña. El resto de los miembros de mi familia tenía algo con ellos que representa nuestra fe en Dios, ¡bien ganado el coscorrón! Reímos juntos como familia y sentí que ese nudo quedó desatado.
Después de varios días allí, tomamos carretera hacia el sur, hacia Curitiba, para conocerla. Ya les contaré…
Mientras tanto, feliz Navidad para todos los lectores de EL PILÓN y muy especialmente a mis generosos lectores. Les deseo de corazón que la natividad permita en sus hogares reflexión profunda, unión familiar y ganas legítimas de ayudar a otros. Esa será la mejor manera de celebrar. ¡Feliz Navidad!