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Editorial - 5 febrero, 2022

Felicidad desigual

El profesor Moisés Wasserman arremetió ayer en su columna de El Tiempo contra los estudios de felicidad que ubican a Colombia entre los países cuyos habitantes son los más felices del mundo. Sostiene que no hay ninguna rigurosidad en ellos; cree, en su lugar, en el ‘Reporte Mundial de la Felicidad de 2021’, que se elabora con base en encuestas Gallup en 95 países en el que Colombia alcanza ya no el primero sino el puesto 55.

El profesor Moisés Wasserman arremetió ayer en su columna de El Tiempo contra los estudios de felicidad que ubican a Colombia entre los países cuyos habitantes son los más felices del mundo. Sostiene que no hay ninguna rigurosidad en ellos; cree, en su lugar, en el ‘Reporte Mundial de la Felicidad de 2021’, que se elabora con base en encuestas Gallup en 95 países en el que Colombia alcanza ya no el primero sino el puesto 55.

Se refiere al mejor país: “Durante los últimos años el índice de felicidad en Finlandia ha aumentado consistentemente, mientras que los ingresos se han mantenido constantes (constantemente altos)”.

Pero los factores no son solo de ingresos o económicos dice: “Hay factores financieros, pero también sociales y psicológicos, que parecen definir mejor que el ingreso, el bienestar y la felicidad.

Entre esos factores están el capital social, las relaciones con los otros miembros de la comunidad y la confianza en ellos; la inequidad, porque la comparación con otros y el sentimiento de ser tratados con injusticia es fuente de infelicidad, y la calidad de las instituciones sociales y la forma como ellas atienden las necesidades de quienes las requieren. Los países nórdicos (todos entre los diez primeros lugares de felicidad) ilustran la importancia de estos factores: la desigualdad económica es baja, la confianza entre las personas es muy alta, y tiene un Estado de bienestar muy efectivo.

Todo eso es cierto, pero también lo es que en la lista de la felicidad los primeros 20 puestos los ocupan países con el más alto PIB/cápita y los últimos 20 naciones con el más bajo. No se puede ser feliz si no se sabe cómo se va a alimentar mañana a los hijos.

Deja claro que no puede haber felicidad ni que la gente se sienta feliz cuando la acosa la pobreza. Y sostiene que no debe confundirse con la desigualdad social por odiosa que sea. “Hace unos días leía en una columna en este diario la afirmación de que la inequidad produce hambre. Creo que eso no es rigurosamente cierto. La pobreza es la que produce el hambre. Las dos mayores hambrunas del siglo XX se dieron durante el ‘Gran salto adelante’ de Mao Zedong (entre 25 y 40 millones murieron de hambre de 1958 a 1961) y la hambruna de Ucrania, el ‘Holodomor’ (doce millones) por culpa de Stalin, entre 1932 y 1933. Las dos sucedieron durante los mayores experimentos de igualdad económica que ha hecho la humanidad” .

Y termina: “La conclusión es que los factores que generan felicidad en las sociedades modernas empiezan a ser importantes cuando la pobreza deja de serlo”.

Sin embargo, ha hecho carrera, en nuestro terruño, que la felicidad no estaría asociada a las condiciones económicas sino a estados de ánimo derivados de la idiosincracia, a la dimensión cultural. De ahí, se ha dicho que en la costa Caribe, (en medio de la pobreza, la desigualdad, la ineficiencia estatal y la falta de desconfianza es alta), la gente es alegre, tiene una actitud de fiesta y optimismo frente a la vida y sus adversidades. Que en nuestra región la vida es llevadera. No estamos seguros de que las opiniones del profesor Wasserman se apliquen cabalmente en nuestro mágico mundo.

Editorial
5 febrero, 2022

Felicidad desigual

El profesor Moisés Wasserman arremetió ayer en su columna de El Tiempo contra los estudios de felicidad que ubican a Colombia entre los países cuyos habitantes son los más felices del mundo. Sostiene que no hay ninguna rigurosidad en ellos; cree, en su lugar, en el ‘Reporte Mundial de la Felicidad de 2021’, que se elabora con base en encuestas Gallup en 95 países en el que Colombia alcanza ya no el primero sino el puesto 55.


El profesor Moisés Wasserman arremetió ayer en su columna de El Tiempo contra los estudios de felicidad que ubican a Colombia entre los países cuyos habitantes son los más felices del mundo. Sostiene que no hay ninguna rigurosidad en ellos; cree, en su lugar, en el ‘Reporte Mundial de la Felicidad de 2021’, que se elabora con base en encuestas Gallup en 95 países en el que Colombia alcanza ya no el primero sino el puesto 55.

Se refiere al mejor país: “Durante los últimos años el índice de felicidad en Finlandia ha aumentado consistentemente, mientras que los ingresos se han mantenido constantes (constantemente altos)”.

Pero los factores no son solo de ingresos o económicos dice: “Hay factores financieros, pero también sociales y psicológicos, que parecen definir mejor que el ingreso, el bienestar y la felicidad.

Entre esos factores están el capital social, las relaciones con los otros miembros de la comunidad y la confianza en ellos; la inequidad, porque la comparación con otros y el sentimiento de ser tratados con injusticia es fuente de infelicidad, y la calidad de las instituciones sociales y la forma como ellas atienden las necesidades de quienes las requieren. Los países nórdicos (todos entre los diez primeros lugares de felicidad) ilustran la importancia de estos factores: la desigualdad económica es baja, la confianza entre las personas es muy alta, y tiene un Estado de bienestar muy efectivo.

Todo eso es cierto, pero también lo es que en la lista de la felicidad los primeros 20 puestos los ocupan países con el más alto PIB/cápita y los últimos 20 naciones con el más bajo. No se puede ser feliz si no se sabe cómo se va a alimentar mañana a los hijos.

Deja claro que no puede haber felicidad ni que la gente se sienta feliz cuando la acosa la pobreza. Y sostiene que no debe confundirse con la desigualdad social por odiosa que sea. “Hace unos días leía en una columna en este diario la afirmación de que la inequidad produce hambre. Creo que eso no es rigurosamente cierto. La pobreza es la que produce el hambre. Las dos mayores hambrunas del siglo XX se dieron durante el ‘Gran salto adelante’ de Mao Zedong (entre 25 y 40 millones murieron de hambre de 1958 a 1961) y la hambruna de Ucrania, el ‘Holodomor’ (doce millones) por culpa de Stalin, entre 1932 y 1933. Las dos sucedieron durante los mayores experimentos de igualdad económica que ha hecho la humanidad” .

Y termina: “La conclusión es que los factores que generan felicidad en las sociedades modernas empiezan a ser importantes cuando la pobreza deja de serlo”.

Sin embargo, ha hecho carrera, en nuestro terruño, que la felicidad no estaría asociada a las condiciones económicas sino a estados de ánimo derivados de la idiosincracia, a la dimensión cultural. De ahí, se ha dicho que en la costa Caribe, (en medio de la pobreza, la desigualdad, la ineficiencia estatal y la falta de desconfianza es alta), la gente es alegre, tiene una actitud de fiesta y optimismo frente a la vida y sus adversidades. Que en nuestra región la vida es llevadera. No estamos seguros de que las opiniones del profesor Wasserman se apliquen cabalmente en nuestro mágico mundo.