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Columnista - 27 julio, 2021

Falso pragmatismo

Cuando en política el pragmatismo se confunde con la falta de escrúpulos y el culto a lo ilegal desde lo público, presentado en medios como el deber ser de esta noble profesión y peor aún, coreado por la confundida masa electoral, quiere decir que la sociedad en su descomposición ética e inversión de valores estará […]

Cuando en política el pragmatismo se confunde con la falta de escrúpulos y el culto a lo ilegal desde lo público, presentado en medios como el deber ser de esta noble profesión y peor aún, coreado por la confundida masa electoral, quiere decir que la sociedad en su descomposición ética e inversión de valores estará condenada a la apocalíptica crisis de los pueblos que entregan la planificación de su futuro a la agudeza de los comerciantes, habilidosos en sembrar la confusión conceptual, además de muy efectivos cuando se trata de capitalizar en beneficio propio su desenfrenado interés económico.

No se trata de posar como adalid de la moralidad o ángel inocente de la contratación pública, ni mucho menos, pero como elector y miembro de un conglomerado social que tocó fondo en la precariedad con que se resuelven sus necesidades básicas, es el momento de cerrar filas en torno al eficiente uso de nuestros recursos, dicho sea de paso, son de todos, a todos nos deben doler, todos los tenemos que vigilar y todos tendremos la responsabilidad histórica de manifestarnos electoralmente, de acuerdo al impacto que en nosotros mismos logren las inversiones o gastos que desde los gobiernos se hagan o dilapiden.    

Alguna vez me decía un amigo que aún en el siglo XXI nos siguen deslumbrando con la luz de los espejitos, tal cual lo hacían los españoles con los aborígenes, quienes en su inocencia y maravillados por el reflejo incandescente del desconocido artilugio, se acercaban hasta caer víctimas del intruso que algunas veces los asesinaba o los hacía prisioneros, los despojaba de sus riquezas y hasta les extirpaba su ancestral cultura para convertirla en un fugaz recuerdo.

Lo sentimos esta semana que pasó cuando luego de estrangular al Hospital Rosario Pumarejo de López por casi diez años, desde la Gobernación nos montan una pomposa escenografía asistida por la Superintendencia Nacional de Salud y un viceministro del mismo ramo, quien curiosamente no se quiso entrevistar con los opositores diputados del Centro Democrático, pero sí apoyó la versión que algunos creen y hasta replican en redes, endilgándole la crisis del centro asistencial al infortunado manejo de la gerencia, con mágica solución en una reestructuración administrativa.

Igualmente lo logran cuando nos convencen que todos somos corruptos, que lo importante es hacer obras así la única brecha que se cierre sea la económica para los intervinientes, que hay grupos políticos invencibles electoralmente porque con su poderío económico son capaces de comprar la pirámide completa de activistas, que las dignidades políticas son heredadas y el pueblo no tiene derecho a postular aspiraciones con opción de triunfo, que toca votar por el candidato favorito aún careciendo de talento, así la alegría solo dure hasta el escrutinio de votos porque luego viene el desprecio; en fin, nos llenaron de falsas creencia para mantener el statu quo político que nos ha condenado a doscientos años de inequidad.      

Entonces el reto es de todos. O dejamos que nuestra extractiva realidad política se consolide como modelo administrativo lesivo al valor público o asumimos un rol deliberante que comienza en nuestra particular percepción de los hechos y que expresaremos en las próximas elecciones, como certera evaluación de una verdadera rendición de cuentas. Ya está bueno de caminar porque vemos a los demás hacerlo. Atrévete. Un abrazo.

Columnista
27 julio, 2021

Falso pragmatismo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Cuando en política el pragmatismo se confunde con la falta de escrúpulos y el culto a lo ilegal desde lo público, presentado en medios como el deber ser de esta noble profesión y peor aún, coreado por la confundida masa electoral, quiere decir que la sociedad en su descomposición ética e inversión de valores estará […]


Cuando en política el pragmatismo se confunde con la falta de escrúpulos y el culto a lo ilegal desde lo público, presentado en medios como el deber ser de esta noble profesión y peor aún, coreado por la confundida masa electoral, quiere decir que la sociedad en su descomposición ética e inversión de valores estará condenada a la apocalíptica crisis de los pueblos que entregan la planificación de su futuro a la agudeza de los comerciantes, habilidosos en sembrar la confusión conceptual, además de muy efectivos cuando se trata de capitalizar en beneficio propio su desenfrenado interés económico.

No se trata de posar como adalid de la moralidad o ángel inocente de la contratación pública, ni mucho menos, pero como elector y miembro de un conglomerado social que tocó fondo en la precariedad con que se resuelven sus necesidades básicas, es el momento de cerrar filas en torno al eficiente uso de nuestros recursos, dicho sea de paso, son de todos, a todos nos deben doler, todos los tenemos que vigilar y todos tendremos la responsabilidad histórica de manifestarnos electoralmente, de acuerdo al impacto que en nosotros mismos logren las inversiones o gastos que desde los gobiernos se hagan o dilapiden.    

Alguna vez me decía un amigo que aún en el siglo XXI nos siguen deslumbrando con la luz de los espejitos, tal cual lo hacían los españoles con los aborígenes, quienes en su inocencia y maravillados por el reflejo incandescente del desconocido artilugio, se acercaban hasta caer víctimas del intruso que algunas veces los asesinaba o los hacía prisioneros, los despojaba de sus riquezas y hasta les extirpaba su ancestral cultura para convertirla en un fugaz recuerdo.

Lo sentimos esta semana que pasó cuando luego de estrangular al Hospital Rosario Pumarejo de López por casi diez años, desde la Gobernación nos montan una pomposa escenografía asistida por la Superintendencia Nacional de Salud y un viceministro del mismo ramo, quien curiosamente no se quiso entrevistar con los opositores diputados del Centro Democrático, pero sí apoyó la versión que algunos creen y hasta replican en redes, endilgándole la crisis del centro asistencial al infortunado manejo de la gerencia, con mágica solución en una reestructuración administrativa.

Igualmente lo logran cuando nos convencen que todos somos corruptos, que lo importante es hacer obras así la única brecha que se cierre sea la económica para los intervinientes, que hay grupos políticos invencibles electoralmente porque con su poderío económico son capaces de comprar la pirámide completa de activistas, que las dignidades políticas son heredadas y el pueblo no tiene derecho a postular aspiraciones con opción de triunfo, que toca votar por el candidato favorito aún careciendo de talento, así la alegría solo dure hasta el escrutinio de votos porque luego viene el desprecio; en fin, nos llenaron de falsas creencia para mantener el statu quo político que nos ha condenado a doscientos años de inequidad.      

Entonces el reto es de todos. O dejamos que nuestra extractiva realidad política se consolide como modelo administrativo lesivo al valor público o asumimos un rol deliberante que comienza en nuestra particular percepción de los hechos y que expresaremos en las próximas elecciones, como certera evaluación de una verdadera rendición de cuentas. Ya está bueno de caminar porque vemos a los demás hacerlo. Atrévete. Un abrazo.