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Columnista - 14 marzo, 2019

Extremadamente preocupante

Prosigo con el tema publicado el jueves anterior, titulado: “Intención indeclinable”. En donde reflexiono sobre los objetivos del partido Centro Democrático y, hoy me atrevo a decir, que con las objeciones del presidente Duque a la JEP, incluyendo un proyecto de reforma constitucional, el líder del CD queda ad portas de conseguir el objetivo principal, […]

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Prosigo con el tema publicado el jueves anterior, titulado: “Intención indeclinable”. En donde reflexiono sobre los objetivos del partido Centro Democrático y, hoy me atrevo a decir, que con las objeciones del presidente Duque a la JEP, incluyendo un proyecto de reforma constitucional, el líder del CD queda ad portas de conseguir el objetivo principal, que es la aniquilación del acuerdo de paz firmado por el expresidente JM Santos y ‘Timochenko’. Porque según la Constitución Política colombiana, es competencia del Presidente de la República, objetar o sancionar las leyes aprobadas por el Congreso Nacional y, ante tal decisión, cualquier argumento discordante carece de validez.

En el transcurso histórico, la humanidad ha experimentado que entre los regímenes gubernamentales, lo mejor es el democrático con frenos de pesos y contrapesos, cuyo propósito es evitar arbitrariedades o facultades déspotas de una o grupos de personas conocidas como partidos políticos.
El régimen democrático colombiano es de modalidad presidencial, en el cual, el presidente es elegido por votación popular de la mayoría de su ciudadanía apta para sufragar, que en nuestro país por múltiples circunstancia es altamente manipulable, sobre todo por la de índole económica.

En Colombia el régimen presidencial es casi imperial; sin embargo, el pueblo ni ninguno de sus dirigentes inconformes lo han podido cambiar, porque la dirigencia dominante lo ha impedido a través de diferentes procedimientos, especialmente con falsas promesas y la compra masiva de votos, que es uno de los tipos de corrupción que los perpetúa en el poder gubernamental.

En nuestro país, la opinión de muchos es que el régimen presidencial se debería cambiar por otro sistema también democrático con menos posibilidades de atribuciones de dominio, pero a la vez muchos creen que el actual momento no es el más propicio.

Personalmente, considero que la polarización presente es favorable para recurrir a una asamblea constituyente, porque tenemos pluralidad de opciones por quienes votar, lo que llevaría a conformar una asamblea constituyente con miembros de diferentes ideologías, además, capaces de plasmar una nueva Constitución Política, que permita mayor control social con más transparencia en los debates electorales.

Así, probablemente tendríamos un régimen gubernamental que permitiría un mejor manejo estatal, con administración horizontal sin atropellos entre los poderes del Estado, como son el ejecutivo, el legislativo y el judicial, los cuales tienen facultades  distintas, pero que a la vez cada poder frene a otro poder o que se regulen entre ellos, para que no halla monopolios, lo cual acabaría o por lo menos disminuiría los choques de trenes muy comunes en nuestro país.

En fin, así como estamos, la situación es extremadamente preocupante porque no tenemos nada seguro.

Columnista
14 marzo, 2019

Extremadamente preocupante

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

Prosigo con el tema publicado el jueves anterior, titulado: “Intención indeclinable”. En donde reflexiono sobre los objetivos del partido Centro Democrático y, hoy me atrevo a decir, que con las objeciones del presidente Duque a la JEP, incluyendo un proyecto de reforma constitucional, el líder del CD queda ad portas de conseguir el objetivo principal, […]


Prosigo con el tema publicado el jueves anterior, titulado: “Intención indeclinable”. En donde reflexiono sobre los objetivos del partido Centro Democrático y, hoy me atrevo a decir, que con las objeciones del presidente Duque a la JEP, incluyendo un proyecto de reforma constitucional, el líder del CD queda ad portas de conseguir el objetivo principal, que es la aniquilación del acuerdo de paz firmado por el expresidente JM Santos y ‘Timochenko’. Porque según la Constitución Política colombiana, es competencia del Presidente de la República, objetar o sancionar las leyes aprobadas por el Congreso Nacional y, ante tal decisión, cualquier argumento discordante carece de validez.

En el transcurso histórico, la humanidad ha experimentado que entre los regímenes gubernamentales, lo mejor es el democrático con frenos de pesos y contrapesos, cuyo propósito es evitar arbitrariedades o facultades déspotas de una o grupos de personas conocidas como partidos políticos.
El régimen democrático colombiano es de modalidad presidencial, en el cual, el presidente es elegido por votación popular de la mayoría de su ciudadanía apta para sufragar, que en nuestro país por múltiples circunstancia es altamente manipulable, sobre todo por la de índole económica.

En Colombia el régimen presidencial es casi imperial; sin embargo, el pueblo ni ninguno de sus dirigentes inconformes lo han podido cambiar, porque la dirigencia dominante lo ha impedido a través de diferentes procedimientos, especialmente con falsas promesas y la compra masiva de votos, que es uno de los tipos de corrupción que los perpetúa en el poder gubernamental.

En nuestro país, la opinión de muchos es que el régimen presidencial se debería cambiar por otro sistema también democrático con menos posibilidades de atribuciones de dominio, pero a la vez muchos creen que el actual momento no es el más propicio.

Personalmente, considero que la polarización presente es favorable para recurrir a una asamblea constituyente, porque tenemos pluralidad de opciones por quienes votar, lo que llevaría a conformar una asamblea constituyente con miembros de diferentes ideologías, además, capaces de plasmar una nueva Constitución Política, que permita mayor control social con más transparencia en los debates electorales.

Así, probablemente tendríamos un régimen gubernamental que permitiría un mejor manejo estatal, con administración horizontal sin atropellos entre los poderes del Estado, como son el ejecutivo, el legislativo y el judicial, los cuales tienen facultades  distintas, pero que a la vez cada poder frene a otro poder o que se regulen entre ellos, para que no halla monopolios, lo cual acabaría o por lo menos disminuiría los choques de trenes muy comunes en nuestro país.

En fin, así como estamos, la situación es extremadamente preocupante porque no tenemos nada seguro.