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Columnista - 23 mayo, 2019

Extradición, obsesión o sumisión

Según la definición de extradición, esta consiste en “entregar a un país, una persona refugiada en otro diferente al solicitante”. Esta descripción sugiere que este solicitado es de aquella nacionalidad porque nadie se puede considerar refugiado en su propio país; hasta puede huir de las autoridades nacionales pero esto no es un refugio, es un […]

Según la definición de extradición, esta consiste en “entregar a un país, una persona refugiada en otro diferente al solicitante”. Esta descripción sugiere que este solicitado es de aquella nacionalidad porque nadie se puede considerar refugiado en su propio país; hasta puede huir de las autoridades nacionales pero esto no es un refugio, es un escondite. El vocablo refugio se puede homologar con protección o asilo y extradición denota lo contrario.

Esta palabreja no es de nuestro idioma, procede del francés traditio que significa entregar; el prefijo ex indicaría que se hace hacia a alguien de afuera bajo el concepto de subsidiariedad, que opera bien dentro de un país cuando algún nivel de poder de ejecución no tiene las competencias que no es el caso de la justicia nacional que tiene todas instancias para juzgar todos los delitos, excepto en aquellos cuyo litigio esté sometido organismos internacionales sometidos a tratados, no con países. Extraditar un connacional es aceptar que no se tiene la competencia ni la idoneidad para juzgarlo; es como entregarle nuestro hijo al vecino para que lo azote y aconducte. La extradición en Colombia tiene una larga historia de aceptaciones y rechazos; el primer tratado de extradición se hizo con Perú en 1870; las leyes 27 de 1980 y 68 de 1986 fueron declaradas inexequibles y la CPC 1991 la prohibió. En 1985 se hicieron las primeras extradiciones por vía administrativa a los EE.UU incluyendo al dirigente deportivo Hernán Botero. En los últimos años la extradición ha estado ligada, a la pobreza y al narcotráfico, delito que surge de las entrañas del capitalismo y de uno de sus efectos perversos es la sociedad de consumo donde opera la ley de oro del mercado: demanda y oferta. Ningún producto tiene racionalidad comercial si no existe una demanda para él. El consumo de narcóticos corresponde a una etapa del tedio de la vida del primer mundo, el cual, al verse en esa etapa de irreversibilidad social, busca responsables allende sus fronteras. Para los EE.UU, el culpable exclusivo de la entrada de cargamentos con droga a su territorio, parece ser Colombia, país productor que satisface una demanda, la viga en el ojo ajeno. Toda la carga de la responsabilidad corre por cuenta de nosotros; pobres angelicales gringos sometidos a un proceso de perversión por parte de unos narcotraficantes colombianos. Esta es una versión maniquea, allá también existen capos, los que pecan por la paga. ¿Cuántos de estos han sido extraditados hacia Colombia? ¡Ninguno! Este es un tratado unilateral. Pero este es un compromiso vital para los gobiernos colombianos, cumplirles a los EE.UU se ha vuelto una obsesión sumisa, nuestros mandatarios son regañados en público sin que se ruboricen, somos amenazados con desertificaciones y quitada de visas como si el único destino nuestro fuera ese país. Para el uribismo, la tarea fundamental del gobierno es el control de la producción y comercialización de narcóticos, por encima de nuestra seguridad ambiental y jurídica y del mantenimiento de los derechos humanos. Mientras tanto, los EE.UU, se lavan las manos con los precursores químicos. Teniendo tantos problemas agudos y crónicos, es una vergüenza que la agenda del Estado gire alrededor del narcotráfico. Si un país no tiene dignidad, ¿qué se puede esperar de sus ciudadanos?

Columnista
23 mayo, 2019

Extradición, obsesión o sumisión

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Según la definición de extradición, esta consiste en “entregar a un país, una persona refugiada en otro diferente al solicitante”. Esta descripción sugiere que este solicitado es de aquella nacionalidad porque nadie se puede considerar refugiado en su propio país; hasta puede huir de las autoridades nacionales pero esto no es un refugio, es un […]


Según la definición de extradición, esta consiste en “entregar a un país, una persona refugiada en otro diferente al solicitante”. Esta descripción sugiere que este solicitado es de aquella nacionalidad porque nadie se puede considerar refugiado en su propio país; hasta puede huir de las autoridades nacionales pero esto no es un refugio, es un escondite. El vocablo refugio se puede homologar con protección o asilo y extradición denota lo contrario.

Esta palabreja no es de nuestro idioma, procede del francés traditio que significa entregar; el prefijo ex indicaría que se hace hacia a alguien de afuera bajo el concepto de subsidiariedad, que opera bien dentro de un país cuando algún nivel de poder de ejecución no tiene las competencias que no es el caso de la justicia nacional que tiene todas instancias para juzgar todos los delitos, excepto en aquellos cuyo litigio esté sometido organismos internacionales sometidos a tratados, no con países. Extraditar un connacional es aceptar que no se tiene la competencia ni la idoneidad para juzgarlo; es como entregarle nuestro hijo al vecino para que lo azote y aconducte. La extradición en Colombia tiene una larga historia de aceptaciones y rechazos; el primer tratado de extradición se hizo con Perú en 1870; las leyes 27 de 1980 y 68 de 1986 fueron declaradas inexequibles y la CPC 1991 la prohibió. En 1985 se hicieron las primeras extradiciones por vía administrativa a los EE.UU incluyendo al dirigente deportivo Hernán Botero. En los últimos años la extradición ha estado ligada, a la pobreza y al narcotráfico, delito que surge de las entrañas del capitalismo y de uno de sus efectos perversos es la sociedad de consumo donde opera la ley de oro del mercado: demanda y oferta. Ningún producto tiene racionalidad comercial si no existe una demanda para él. El consumo de narcóticos corresponde a una etapa del tedio de la vida del primer mundo, el cual, al verse en esa etapa de irreversibilidad social, busca responsables allende sus fronteras. Para los EE.UU, el culpable exclusivo de la entrada de cargamentos con droga a su territorio, parece ser Colombia, país productor que satisface una demanda, la viga en el ojo ajeno. Toda la carga de la responsabilidad corre por cuenta de nosotros; pobres angelicales gringos sometidos a un proceso de perversión por parte de unos narcotraficantes colombianos. Esta es una versión maniquea, allá también existen capos, los que pecan por la paga. ¿Cuántos de estos han sido extraditados hacia Colombia? ¡Ninguno! Este es un tratado unilateral. Pero este es un compromiso vital para los gobiernos colombianos, cumplirles a los EE.UU se ha vuelto una obsesión sumisa, nuestros mandatarios son regañados en público sin que se ruboricen, somos amenazados con desertificaciones y quitada de visas como si el único destino nuestro fuera ese país. Para el uribismo, la tarea fundamental del gobierno es el control de la producción y comercialización de narcóticos, por encima de nuestra seguridad ambiental y jurídica y del mantenimiento de los derechos humanos. Mientras tanto, los EE.UU, se lavan las manos con los precursores químicos. Teniendo tantos problemas agudos y crónicos, es una vergüenza que la agenda del Estado gire alrededor del narcotráfico. Si un país no tiene dignidad, ¿qué se puede esperar de sus ciudadanos?