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Columnista - 24 febrero, 2021

Explotación del carbón: reflejo de una maldición

Nada compensa la catástrofe ambiental derivada de la extracción de este mineral, que en el Cesar impactó el corazón acuífero, cual presencia desventurado del hacha y la motosierra y el sello lapidario de los ríos, con una tasa de deforestación superior al Caribe y la media nacional, peor suerte para La Guajira con mayor riqueza […]

Nada compensa la catástrofe ambiental derivada de la extracción de este mineral, que en el Cesar impactó el corazón acuífero, cual presencia desventurado del hacha y la motosierra y el sello lapidario de los ríos, con una tasa de deforestación superior al Caribe y la media nacional, peor suerte para La Guajira con mayor riqueza mineral, pero igual flagelada por el hambre, la desnutrición y la miseria social, como es el caso de los wayuu.

Los impactos de esta actividad para los municipios mineros podrían ser más el reflejo de la “maldición” que de la “bendición” de los recursos naturales, premisa que nos retrotrae a la época de Antonio Hernández Gamarra, en su informe como cabeza visible de la Contraloría General de la República.

Y ha sido este el corolario de un panorama sombrío y desalentador que hoy prende las alarmas y dimensiona los alcances de una bonanza engañosa para la región, traducida en una problemática medioambiental adversa, que ayer se subsanaba con la generación de empleo y hoy con la cruda y triste realidad del desempleo que ya arrastran empresas mineras, que como el caso de Prodeco, con la entrega de los títulos mineros, está ‘cañando’ condiciones favorables a sus intereses económicos frente a la contracción de los mercados y el desplome de los precios internacionales del carbón, presionados por el auge de las energías limpias y la inaplazable necesidad de financiar la transición de los combustibles fósiles  hacia una economía productiva, tal y como lo ha propuesto el senador Gustavo Petro, por razones de subsistencia de la humanidad, la vida y la especie humana, para mitigar el cambio climático, lineamientos debatidos y aprobados en el Acuerdo de París.

¿Qué se esconde detrás de la bonanza que capitalizaron las multinacionales del carbón? Pues el reflejo de la maldición por cuenta de la corrupción, la incapacidad de las autoridades mineras y de un régimen endeble y con baja autonomía gubernativa, sumada una evidencia palmaria: La calidad de vida de la población de la zona de explotación carbonífera, lejos de mejorar, en la mayoría de los casos  vio consolidar su retroceso en contraste con otras regiones.

El informe de la Contraloría no soslaya el drama de la salud, donde los números no reflejan la calidad de los servicios,  producto de las labores de remoción, transporte y embarque del carbón, del que se desprenden partículas que pueden viajar grandes distancias por el aire y la liberación de drenajes ácidos y metales peligrosos vertidos a las corrientes de agua, con la exposición de peces, que en China asocian con casos de cáncer, cálculos renales y problemas de aprendizaje en los niños.

Eso, sin sumar los efectos colaterales por el derrame de carbón al mar y factores de violencia tras la aparición de organizaciones criminales con el cometido de adueñarse de la producción del oro negro, para concluir con la antítesis: “Tanta riqueza en  medio de tanta pobreza“, y la irrefrenable e inaplazable determinación de buscar salidas inteligentes apelando nuevamente a la agricultura y la ganadería, que básicamente han sido la vocación de este departamento, variante para lograr un mejor nivel de vida con conectividad digital en el campo, para frenar la acción de los intermediarios, y disponer de todas las herramientas tecnológicas que hoy ofrece el mundo moderno para  transformar la materia prima y sumar valor agregado.

Por Miguel Aroca.

Columnista
24 febrero, 2021

Explotación del carbón: reflejo de una maldición

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

Nada compensa la catástrofe ambiental derivada de la extracción de este mineral, que en el Cesar impactó el corazón acuífero, cual presencia desventurado del hacha y la motosierra y el sello lapidario de los ríos, con una tasa de deforestación superior al Caribe y la media nacional, peor suerte para La Guajira con mayor riqueza […]


Nada compensa la catástrofe ambiental derivada de la extracción de este mineral, que en el Cesar impactó el corazón acuífero, cual presencia desventurado del hacha y la motosierra y el sello lapidario de los ríos, con una tasa de deforestación superior al Caribe y la media nacional, peor suerte para La Guajira con mayor riqueza mineral, pero igual flagelada por el hambre, la desnutrición y la miseria social, como es el caso de los wayuu.

Los impactos de esta actividad para los municipios mineros podrían ser más el reflejo de la “maldición” que de la “bendición” de los recursos naturales, premisa que nos retrotrae a la época de Antonio Hernández Gamarra, en su informe como cabeza visible de la Contraloría General de la República.

Y ha sido este el corolario de un panorama sombrío y desalentador que hoy prende las alarmas y dimensiona los alcances de una bonanza engañosa para la región, traducida en una problemática medioambiental adversa, que ayer se subsanaba con la generación de empleo y hoy con la cruda y triste realidad del desempleo que ya arrastran empresas mineras, que como el caso de Prodeco, con la entrega de los títulos mineros, está ‘cañando’ condiciones favorables a sus intereses económicos frente a la contracción de los mercados y el desplome de los precios internacionales del carbón, presionados por el auge de las energías limpias y la inaplazable necesidad de financiar la transición de los combustibles fósiles  hacia una economía productiva, tal y como lo ha propuesto el senador Gustavo Petro, por razones de subsistencia de la humanidad, la vida y la especie humana, para mitigar el cambio climático, lineamientos debatidos y aprobados en el Acuerdo de París.

¿Qué se esconde detrás de la bonanza que capitalizaron las multinacionales del carbón? Pues el reflejo de la maldición por cuenta de la corrupción, la incapacidad de las autoridades mineras y de un régimen endeble y con baja autonomía gubernativa, sumada una evidencia palmaria: La calidad de vida de la población de la zona de explotación carbonífera, lejos de mejorar, en la mayoría de los casos  vio consolidar su retroceso en contraste con otras regiones.

El informe de la Contraloría no soslaya el drama de la salud, donde los números no reflejan la calidad de los servicios,  producto de las labores de remoción, transporte y embarque del carbón, del que se desprenden partículas que pueden viajar grandes distancias por el aire y la liberación de drenajes ácidos y metales peligrosos vertidos a las corrientes de agua, con la exposición de peces, que en China asocian con casos de cáncer, cálculos renales y problemas de aprendizaje en los niños.

Eso, sin sumar los efectos colaterales por el derrame de carbón al mar y factores de violencia tras la aparición de organizaciones criminales con el cometido de adueñarse de la producción del oro negro, para concluir con la antítesis: “Tanta riqueza en  medio de tanta pobreza“, y la irrefrenable e inaplazable determinación de buscar salidas inteligentes apelando nuevamente a la agricultura y la ganadería, que básicamente han sido la vocación de este departamento, variante para lograr un mejor nivel de vida con conectividad digital en el campo, para frenar la acción de los intermediarios, y disponer de todas las herramientas tecnológicas que hoy ofrece el mundo moderno para  transformar la materia prima y sumar valor agregado.

Por Miguel Aroca.