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Columnista - 30 septiembre, 2015

Experiencias vividas

Está por llegar a su fin, por fin, la novela en la cual distorsionaron, no solamente la vida musical y privada del más impactante artista que ha dado el folclor colombiano, para amargura de los andinos, Diomedes Díaz, sino de todos los habitantes de toda la región Caribe, al presentarnos bajo la óptica errada como […]

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Está por llegar a su fin, por fin, la novela en la cual distorsionaron, no solamente la vida musical y privada del más impactante artista que ha dado el folclor colombiano, para amargura de los andinos, Diomedes Díaz, sino de todos los habitantes de toda la región Caribe, al presentarnos bajo la óptica errada como nos creen los cachacos, irresponsables, alcohólicos, drogadictos, abarraganados, corrompidos y un largo etc.

A los xenófobos de todo lo bueno del Caribe e ilusionistas de la caja de pandora o la caja de nuestro malestar, se les olvidó o desconocieron los motivos y razones por las cuales Diomedes Díaz accedió a lo más alto honores musicales y se convirtió en un icono de la cultura musical, no solamente de Colombia, sino de Latinoamérica, ya que sus canciones trascendieron nuestras fronteras y hacen parte del repertorio de los más importantes artistas del continente.

Hay algunas experiencias musicales de este hombre que hubiera valido la pena que se reconstruyera en este culebrón, para que el país supiera de su grandeza artística. Bien es sabida la rivalidad enconada que mantenían las agrupaciones vallenatas Los Betos, Binomio de Oro, Oñate, Zuleta, por obtener el Congo de Oro de los carnavales de Barranquilla, se valían de todos los recursos musicales en el escenario para llamar la atención del público, exigían sacar y batir pañuelos, a subir y bajar las manos, las mujeres deliraban y se desmayaban, no sabemos si por tener cerca al artista o por la magia y el compás de las canciones, para connotar el impacto y éxito de la agrupación y de paso impresionar al jurado.

Lo contrario sucedió con Diomedes, cuando junto a Juan Humberto Rois en el escenario del estadio Romelio Martínez, debidamente habilitados para estos avatares, interpretaron la canción ‘El Comelón’, que apareció en el registro de esta interpretación del fonsequero Efraín Barliza y también se conoció a nombre de Esteban Montaño, en la ejecución de Alberto Pacheco, pero que a todas luces según el investigador Julio Oñate, este canto es cubano.

Inmediatamente Diomedes Díaz inicio la interpretación con este canto, comenzó el frenesí, el jaleo, el baile, el jolgorio, acompasado con otras manifestaciones de alegría, hubo pañuelos, llanto, agua, maicena, fue el éxtasis total, pero ocurrió lo más inaudito, el público barranquillero quedó paralizado, anonadado con la orden dada por Diomedes Díaz, quien en medio de su aureola de triunfo de éxito, mando a callar el conjunto y llamó la atención del público.

Les dijo que hicieran silencio, que no bailaran y mucho menos aplaudieran, que el todavía no lo había pedido, que lo hicieran cuando él dijera.

Diomedes reinició la presentación y los carnavaleros guardaron un sepulcral silencio, todavía estupefactos por la orden de ‘El Cacique’, pero no había transcurrido un minuto de la canción cuando Diomedes Díaz pidió palmas, pañuelos y el estadio se quiso caer de alegría desbordante de sus seguidores.

En esa oportunidad el jurado otorgo Congo al Binomio de Oro, hubo rechifla y asonada.

Columnista
30 septiembre, 2015

Experiencias vividas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

Está por llegar a su fin, por fin, la novela en la cual distorsionaron, no solamente la vida musical y privada del más impactante artista que ha dado el folclor colombiano, para amargura de los andinos, Diomedes Díaz, sino de todos los habitantes de toda la región Caribe, al presentarnos bajo la óptica errada como […]


Está por llegar a su fin, por fin, la novela en la cual distorsionaron, no solamente la vida musical y privada del más impactante artista que ha dado el folclor colombiano, para amargura de los andinos, Diomedes Díaz, sino de todos los habitantes de toda la región Caribe, al presentarnos bajo la óptica errada como nos creen los cachacos, irresponsables, alcohólicos, drogadictos, abarraganados, corrompidos y un largo etc.

A los xenófobos de todo lo bueno del Caribe e ilusionistas de la caja de pandora o la caja de nuestro malestar, se les olvidó o desconocieron los motivos y razones por las cuales Diomedes Díaz accedió a lo más alto honores musicales y se convirtió en un icono de la cultura musical, no solamente de Colombia, sino de Latinoamérica, ya que sus canciones trascendieron nuestras fronteras y hacen parte del repertorio de los más importantes artistas del continente.

Hay algunas experiencias musicales de este hombre que hubiera valido la pena que se reconstruyera en este culebrón, para que el país supiera de su grandeza artística. Bien es sabida la rivalidad enconada que mantenían las agrupaciones vallenatas Los Betos, Binomio de Oro, Oñate, Zuleta, por obtener el Congo de Oro de los carnavales de Barranquilla, se valían de todos los recursos musicales en el escenario para llamar la atención del público, exigían sacar y batir pañuelos, a subir y bajar las manos, las mujeres deliraban y se desmayaban, no sabemos si por tener cerca al artista o por la magia y el compás de las canciones, para connotar el impacto y éxito de la agrupación y de paso impresionar al jurado.

Lo contrario sucedió con Diomedes, cuando junto a Juan Humberto Rois en el escenario del estadio Romelio Martínez, debidamente habilitados para estos avatares, interpretaron la canción ‘El Comelón’, que apareció en el registro de esta interpretación del fonsequero Efraín Barliza y también se conoció a nombre de Esteban Montaño, en la ejecución de Alberto Pacheco, pero que a todas luces según el investigador Julio Oñate, este canto es cubano.

Inmediatamente Diomedes Díaz inicio la interpretación con este canto, comenzó el frenesí, el jaleo, el baile, el jolgorio, acompasado con otras manifestaciones de alegría, hubo pañuelos, llanto, agua, maicena, fue el éxtasis total, pero ocurrió lo más inaudito, el público barranquillero quedó paralizado, anonadado con la orden dada por Diomedes Díaz, quien en medio de su aureola de triunfo de éxito, mando a callar el conjunto y llamó la atención del público.

Les dijo que hicieran silencio, que no bailaran y mucho menos aplaudieran, que el todavía no lo había pedido, que lo hicieran cuando él dijera.

Diomedes reinició la presentación y los carnavaleros guardaron un sepulcral silencio, todavía estupefactos por la orden de ‘El Cacique’, pero no había transcurrido un minuto de la canción cuando Diomedes Díaz pidió palmas, pañuelos y el estadio se quiso caer de alegría desbordante de sus seguidores.

En esa oportunidad el jurado otorgo Congo al Binomio de Oro, hubo rechifla y asonada.