El 13 de marzo de 1988 se realizó en Colombia la primera elección popular de alcaldes, 32 años después este giro trascendental de la administración pública ofrece un agridulce balance, la expectativa de la esperada conquista democrática ha concebido frustraciones reflejadas en la sofisticación de la corrupción, el clientelismo y el déficit fiscal. En Valledupar, […]
El 13 de marzo de 1988 se realizó en Colombia la primera elección popular de alcaldes, 32 años después este giro trascendental de la administración pública ofrece un agridulce balance, la expectativa de la esperada conquista democrática ha concebido frustraciones reflejadas en la sofisticación de la corrupción, el clientelismo y el déficit fiscal.
En Valledupar, el primer alcalde elegido por voto popular fue Rodolfo Campo Soto, (1988-1990). Ese periodo de gobierno goza de reminiscencia positiva, la evocación es adornada con galas de gratitud y reconocimiento ponderado. Esas credenciales fueron avaladas por el pueblo vallenato que volvió a elegirlo para el periodo (1992-1994). El medio de este periodo le correspondió a Aníbal Martínez Zuleta, alcalde de la ciudad entre (1990-1992). El también excontralor, proponía “Los Diálogos del país vallenato”, quizá sin el afán de enseñarnos, pero motivado por la convicción de ponernos a pensar. Este par de exalcaldes y vallenatos raizales, con sus actuaciones dieron luz propia a la otrora ciudad Sorpresa Caribe.
Tres elementos coadyuvaron para ese logro, destaca el vallenato Jaime Bonet, en el documento Planificación urbana en América Latina: el caso de Valledupar. 1. La Visión de largo plazo en la planificación urbana, 2. La fortaleza de las instituciones locales y 3. La continuidad de las políticas de planificación.
En la medianía de la década del 90, comenzó el proceso de retroceso en Valledupar. El recambio generacional de la actividad política vallenata, ha sido incompetente con las demandas de la ciudad, creyeron erróneamente que administraban la ciudad de casitas de bahareque y no un sistema en constante evolución.
Para el periodo (1995-1997) fue elegido Elías Ochoa Daza, repitente en (2001-2003); algunas notas positivas en el primer gobierno. Jhonny Pérez Oñate, nada positivo para destacar, estuvo en el periodo (1998-2000), Ciro Pupo Castro, flechas sin destino (2004-2007); Rubén “AVA” Carvajal, (2008); destituido por inhabilidad, en consecuencia, hubo elecciones atípicas, resultó ganador, Luis Fabián Fernández, (2009-2011), recordado por el empréstito por 36 mil millones de pesos; con tesonera insistencia, Freddy Socarras Reales, estuvo como alcalde para el periodo (2012-2015); aspecto sobresaliente, los planes estructurados; Augusto Ramírez Uhia, “Tuto” novel alcalde entre (2016-2019); los parques su impronta y huella.
Los exalcaldes de Valledupar, referenciados en el párrafo anterior, intervienen en alguno de tres antivalores de la función pública, dividieron su ejercicio como gobernantes entre su despacho y los estrados judiciales, huyen de la justicia y no tuvieron trascendencia en la actividad política, pasaron al ostracismo. Atendieron lo urgente, soslayando lo importante relacionado con el proceso de urbanización y la evolución de las fragilidades urbanas.
El 13 de marzo de 1988 se realizó en Colombia la primera elección popular de alcaldes, 32 años después este giro trascendental de la administración pública ofrece un agridulce balance, la expectativa de la esperada conquista democrática ha concebido frustraciones reflejadas en la sofisticación de la corrupción, el clientelismo y el déficit fiscal. En Valledupar, […]
El 13 de marzo de 1988 se realizó en Colombia la primera elección popular de alcaldes, 32 años después este giro trascendental de la administración pública ofrece un agridulce balance, la expectativa de la esperada conquista democrática ha concebido frustraciones reflejadas en la sofisticación de la corrupción, el clientelismo y el déficit fiscal.
En Valledupar, el primer alcalde elegido por voto popular fue Rodolfo Campo Soto, (1988-1990). Ese periodo de gobierno goza de reminiscencia positiva, la evocación es adornada con galas de gratitud y reconocimiento ponderado. Esas credenciales fueron avaladas por el pueblo vallenato que volvió a elegirlo para el periodo (1992-1994). El medio de este periodo le correspondió a Aníbal Martínez Zuleta, alcalde de la ciudad entre (1990-1992). El también excontralor, proponía “Los Diálogos del país vallenato”, quizá sin el afán de enseñarnos, pero motivado por la convicción de ponernos a pensar. Este par de exalcaldes y vallenatos raizales, con sus actuaciones dieron luz propia a la otrora ciudad Sorpresa Caribe.
Tres elementos coadyuvaron para ese logro, destaca el vallenato Jaime Bonet, en el documento Planificación urbana en América Latina: el caso de Valledupar. 1. La Visión de largo plazo en la planificación urbana, 2. La fortaleza de las instituciones locales y 3. La continuidad de las políticas de planificación.
En la medianía de la década del 90, comenzó el proceso de retroceso en Valledupar. El recambio generacional de la actividad política vallenata, ha sido incompetente con las demandas de la ciudad, creyeron erróneamente que administraban la ciudad de casitas de bahareque y no un sistema en constante evolución.
Para el periodo (1995-1997) fue elegido Elías Ochoa Daza, repitente en (2001-2003); algunas notas positivas en el primer gobierno. Jhonny Pérez Oñate, nada positivo para destacar, estuvo en el periodo (1998-2000), Ciro Pupo Castro, flechas sin destino (2004-2007); Rubén “AVA” Carvajal, (2008); destituido por inhabilidad, en consecuencia, hubo elecciones atípicas, resultó ganador, Luis Fabián Fernández, (2009-2011), recordado por el empréstito por 36 mil millones de pesos; con tesonera insistencia, Freddy Socarras Reales, estuvo como alcalde para el periodo (2012-2015); aspecto sobresaliente, los planes estructurados; Augusto Ramírez Uhia, “Tuto” novel alcalde entre (2016-2019); los parques su impronta y huella.
Los exalcaldes de Valledupar, referenciados en el párrafo anterior, intervienen en alguno de tres antivalores de la función pública, dividieron su ejercicio como gobernantes entre su despacho y los estrados judiciales, huyen de la justicia y no tuvieron trascendencia en la actividad política, pasaron al ostracismo. Atendieron lo urgente, soslayando lo importante relacionado con el proceso de urbanización y la evolución de las fragilidades urbanas.