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Columnista - 28 octubre, 2024

¿Evitas conversaciones incómodas?

Parece increíble, pero por lo general, a las personas se nos facilita mucho criticar, juzgar, culpar, gritar e insultar, pero a la hora de bendecir, honrar, reconocer, expresar afecto o halagar, preferimos usar flores, chocolates, invitaciones, o simplemente, esperar a que pase un tiempo y luego actuar como si nada hubiese pasado, en lugar, de afrontar una conversación incómoda.

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Existe un principio en derecho, que afirma que las cosas se deshacen de la misma forma como se hacen, el cual me encanta, ya que considero muy útil a la hora de solucionar problemas de comunicación; el verdadero inconveniente surge, cuando no somos capaces de reconocer, expresar sentimientos, cuestionarnos y mostrarnos vulnerables.

Parece increíble, pero por lo general, a las personas se nos facilita mucho criticar, juzgar, culpar, gritar e insultar, pero a la hora de bendecir, honrar, reconocer, expresar afecto o halagar, preferimos usar flores, chocolates, invitaciones, o simplemente, esperar a que pase un tiempo y luego actuar como si nada hubiese pasado, en lugar, de afrontar una conversación incómoda.

Las personas suelen creer que si el tema no se vuelve a tratar, nada ocurrió, que es cuestión de olvidar, de perdonar, pero no es así, no podemos confundir perdonar, con realizar un abordaje  emocional, el cual nos dirá mucho sobre quiénes somos, y la forma en la que nos relacionamos. Cuando evitamos las conversaciones incomodas, evitamos muchos encuentros emotivos, y por ende, oportunidades para sanar. 

Si yo por ejemplo, un día sentí tristeza porque mi hermana no me prestó un vestido para una fiesta, pero no lo hablé, callé y evité la conversación incómoda, poco a poco cambiaré mi forma de ser con mi hermana, estaré distante y prevenida; si un día veo que mi hermana le presta un vestido a una amiga, la tristeza se transformará en ira, en rabia, al ver que con otros se comporta de forma diferente. En cambio, si no hubiese evitado la conversación desde el primer día, seguramente mi hermana hubiese tenido la oportunidad de explicar su situación, de aclarar el panorama, toda vez que nadie sabe qué está ocurriendo realmente, si estás frente a una persona realmente egoísta o una ingenua despistada que cree que no necesitas ayuda; ¿cómo saberlo?, enfrentando las conversaciones incómodas.

Muchas conversaciones incómodas se evitan al presumir que los demás tienen una manera particular de ser, pero en realidad, no dimensionamos que podemos estar frente a una persona, que de manera implícita, nos está pidiendo ayuda. Un caso frecuente, ocurre al invitar en reiteradas ocasiones a un amigo a salir, pero siempre se niega; nuestro prejuicio, nos dice que es aburrido, tacaño, o hasta pretensioso, pero en realidad, puede ser una alarma de depresión, problemas familiares o un conflicto emocional del cuál le gustaría conversar, con alguien que se interese en él, en lugar de juzgarlo. A veces resulta más fácil aceptar una respuesta negativa, que preguntarle a la persona por su bienestar, darle la oportunidad de expresarse y desahogarse.

En ocasiones, evitamos abordar conversaciones incómodas, debido a que no tenemos la capacidad para contener emocionalmente a alguien, es decir, brindarle tranquilidad y confianza, y si así es, podría ser un indicador de que también necesitas ser escuchado/a, y que alguien te ayude en el proceso de recuperar tu bienestar emocional, y si es tu caso, búscalo; si estás evitando una conversación porque te genera ansiedad, busca ayuda profesional. A veces creemos que brindar apoyo emocional es conocer de herramientas psicológicas y terapéuticas para sanar, pero no, hablo de escuchar a otra persona sin quebrarte, de acompañar, estar ahí, brindar consuelo, entender al otro, sin juzgar. 

Cuando evites una conversación incómoda, cuestiona porqué lo haces, si es por miedo, inseguridad o simplemente se debe a que sabes cuando alejarte de personas conflictivas, y eso, también es bienestar. Lo que no es bienestar, es evitar una conversación incómoda, deseando en el fondo de tu ser, saber qué pasó, o deseando expresar tus verdaderos sentimientos. Debemos aprender a sentirnos cómodos diciendo: me equivoqué, lo siento, fue mi error, o, felicitaciones, me siento orgulloso/a de ti, en fin, demostrar emociones positivas que fortalecen el buen desarrollo de las relaciones familiares, laborales y sociales. En ocasiones, es hasta necesario tener ésas conversaciones con nosotros mismos, cuestionarnos el porqué de determinada actitud, comportamiento o pensamiento nocivo; nosotros también necesitamos ése perdón, aceptación y cambio.

Las relaciones interpersonales se hicieron para conocernos, son nuestro espejo, el detector de cómo estamos a nivel emocional, nos permiten indagar sobre nuestras carencias y debilidades. Al evitar una conversación incómoda con un familiar, compañero de trabajo o amigo/a, estás perdiendo la gran oportunidad de conocerte, y así mismo, poner a prueba tu capacidad para brindar apoyo emocional, sin olvidar, que primero debes estar ahí para ti.

Por: Angélica Vega Aroca.

Columnista
28 octubre, 2024

¿Evitas conversaciones incómodas?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Angélica Vega

Parece increíble, pero por lo general, a las personas se nos facilita mucho criticar, juzgar, culpar, gritar e insultar, pero a la hora de bendecir, honrar, reconocer, expresar afecto o halagar, preferimos usar flores, chocolates, invitaciones, o simplemente, esperar a que pase un tiempo y luego actuar como si nada hubiese pasado, en lugar, de afrontar una conversación incómoda.


Existe un principio en derecho, que afirma que las cosas se deshacen de la misma forma como se hacen, el cual me encanta, ya que considero muy útil a la hora de solucionar problemas de comunicación; el verdadero inconveniente surge, cuando no somos capaces de reconocer, expresar sentimientos, cuestionarnos y mostrarnos vulnerables.

Parece increíble, pero por lo general, a las personas se nos facilita mucho criticar, juzgar, culpar, gritar e insultar, pero a la hora de bendecir, honrar, reconocer, expresar afecto o halagar, preferimos usar flores, chocolates, invitaciones, o simplemente, esperar a que pase un tiempo y luego actuar como si nada hubiese pasado, en lugar, de afrontar una conversación incómoda.

Las personas suelen creer que si el tema no se vuelve a tratar, nada ocurrió, que es cuestión de olvidar, de perdonar, pero no es así, no podemos confundir perdonar, con realizar un abordaje  emocional, el cual nos dirá mucho sobre quiénes somos, y la forma en la que nos relacionamos. Cuando evitamos las conversaciones incomodas, evitamos muchos encuentros emotivos, y por ende, oportunidades para sanar. 

Si yo por ejemplo, un día sentí tristeza porque mi hermana no me prestó un vestido para una fiesta, pero no lo hablé, callé y evité la conversación incómoda, poco a poco cambiaré mi forma de ser con mi hermana, estaré distante y prevenida; si un día veo que mi hermana le presta un vestido a una amiga, la tristeza se transformará en ira, en rabia, al ver que con otros se comporta de forma diferente. En cambio, si no hubiese evitado la conversación desde el primer día, seguramente mi hermana hubiese tenido la oportunidad de explicar su situación, de aclarar el panorama, toda vez que nadie sabe qué está ocurriendo realmente, si estás frente a una persona realmente egoísta o una ingenua despistada que cree que no necesitas ayuda; ¿cómo saberlo?, enfrentando las conversaciones incómodas.

Muchas conversaciones incómodas se evitan al presumir que los demás tienen una manera particular de ser, pero en realidad, no dimensionamos que podemos estar frente a una persona, que de manera implícita, nos está pidiendo ayuda. Un caso frecuente, ocurre al invitar en reiteradas ocasiones a un amigo a salir, pero siempre se niega; nuestro prejuicio, nos dice que es aburrido, tacaño, o hasta pretensioso, pero en realidad, puede ser una alarma de depresión, problemas familiares o un conflicto emocional del cuál le gustaría conversar, con alguien que se interese en él, en lugar de juzgarlo. A veces resulta más fácil aceptar una respuesta negativa, que preguntarle a la persona por su bienestar, darle la oportunidad de expresarse y desahogarse.

En ocasiones, evitamos abordar conversaciones incómodas, debido a que no tenemos la capacidad para contener emocionalmente a alguien, es decir, brindarle tranquilidad y confianza, y si así es, podría ser un indicador de que también necesitas ser escuchado/a, y que alguien te ayude en el proceso de recuperar tu bienestar emocional, y si es tu caso, búscalo; si estás evitando una conversación porque te genera ansiedad, busca ayuda profesional. A veces creemos que brindar apoyo emocional es conocer de herramientas psicológicas y terapéuticas para sanar, pero no, hablo de escuchar a otra persona sin quebrarte, de acompañar, estar ahí, brindar consuelo, entender al otro, sin juzgar. 

Cuando evites una conversación incómoda, cuestiona porqué lo haces, si es por miedo, inseguridad o simplemente se debe a que sabes cuando alejarte de personas conflictivas, y eso, también es bienestar. Lo que no es bienestar, es evitar una conversación incómoda, deseando en el fondo de tu ser, saber qué pasó, o deseando expresar tus verdaderos sentimientos. Debemos aprender a sentirnos cómodos diciendo: me equivoqué, lo siento, fue mi error, o, felicitaciones, me siento orgulloso/a de ti, en fin, demostrar emociones positivas que fortalecen el buen desarrollo de las relaciones familiares, laborales y sociales. En ocasiones, es hasta necesario tener ésas conversaciones con nosotros mismos, cuestionarnos el porqué de determinada actitud, comportamiento o pensamiento nocivo; nosotros también necesitamos ése perdón, aceptación y cambio.

Las relaciones interpersonales se hicieron para conocernos, son nuestro espejo, el detector de cómo estamos a nivel emocional, nos permiten indagar sobre nuestras carencias y debilidades. Al evitar una conversación incómoda con un familiar, compañero de trabajo o amigo/a, estás perdiendo la gran oportunidad de conocerte, y así mismo, poner a prueba tu capacidad para brindar apoyo emocional, sin olvidar, que primero debes estar ahí para ti.

Por: Angélica Vega Aroca.