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Columnista - 8 agosto, 2010

Estrella Negra

Por: Luis Rafael Nieto Pardo Doy gracias a la sana y edificante costumbre que estoy casi seguro aún se mantiene como tradición en todos los establecimientos educativos de mi natal Mompós, de leer, leer y leer todo cuanto caiga en tus manos, sin importar el tema ni el medio, así se tratara de revistas, comics, […]

Por: Luis Rafael Nieto Pardo

Doy gracias a la sana y edificante costumbre que estoy casi seguro aún se mantiene como tradición en todos los establecimientos educativos de mi natal Mompós, de leer, leer y leer todo cuanto caiga en tus manos, sin importar el tema ni el medio, así se tratara de revistas, comics, folletos, cuentos, etc. Esa buena costumbre la cultivé y se hizo más asidua y más intensa en la biblioteca de nuestro querido Colegio Nacional Pinillos, en donde, óigase bien, cada curso (todos sin excepción), teníamos dentro del calendario escolar una o dos horas diarias de lectura, sin imponer tema alguno, pues todos escogíamos libremente lo que quisiéramos leer. Fue allí donde me deleité leyendo y fantaseando con todas y cada una de las aventuras de Sandokan, el Príncipe de la Malasia, hermosas historias fantásticas creadas por Emilio Salgari; me deleité con la electrizante narrativa de Hermes Hemingway, al describir de forma magistral el duelo sostenido por el hombre y el escualo en El Viejo y el mar; luego vinieron los dos volúmenes de Los Miserables de Víctor Hugo, La Divina Comedia de Dante Alighieri,    ¡ufff!,  fueron tantas y tantas horas de lectura. Pero allí no paró tan hermosa y fascinante adicción, pues una vez despierta la sed, no habrá Oasis de lectura que escape a nuestras ganas de escanciarlo. Fue así como, superada en parte la etapa de las aventuras, dramas y de los relatos épicos de la Iliada y La Odisea, enrumbé mi entusiasmo a la lectura de temas policiacos, especialmente del FBÍ, temática que me absorbió por mucho tiempo; y recuerdo que antes de aquella inclinación, mi interés se centró en los relatos ficticios de las aventuras del viejo Oeste Norteamericano, hábilmente planteados entre otros por Marcial La Fuente Estefanía, Key Luger, que resultaba difícil abandonar el texto hasta el final. Por cierto y a Dios gracias, aún persiste en mí esa tenacidad cuando el contenido es de mucho interés.

Pues bien, creo que es hora de decirles cuál es el origen del título de esta columna: resulta que entre los relatos del Oeste más recordados, se me quedó grabada la historia de un Sheriff legendario que montó su feudo en un polvoriento pueblo, donde, al correr de los días, meses y años, se convirtió en amo y señor del pueblo, odiado por unos y temido por otros, a semejanza del patrón de los “huevitos”,  hasta el punto que fue motejado como “Estrella Negra”.

Jamás llegué a pensar que esa fantasiosa creación ideada por uno de aquellos autores nombrados, pudiera hacerse realidad dos siglos después, y menos en pleno Siglo XXI. Lastimosamente así ha sucedido y aquel oscuro personaje apareció reencarnado en la persona de Joe Arpado, Sheriff de Maricopa, un corregimiento de Arizona – Estados Unidos, en donde este individuo, de aspecto bonachón, de pequeña estatura y estómago abultado como marido de fondera, se ha tornado muy a pecho la tarea de “hacer cumplir”, cueste lo que cueste y haya de hacer lo que tenga que hacer, sálvese quien pueda y al costo que sea, la temida Ley ante inmigrantes, que en mala hora se le ocurrió a una, hasta ese momento, desconocida alcaldesa. Al leer en la prensa matutina los escalofriantes relatos sobre los déspotas y arbitrarios procedimientos del Sheriff Arpajo (“Estrella Negra” del nuevo siglo), quise conocer un poco más acerca de la trayectoria de este funesto espécimen. Fue así como procuré y logré ponerme en contacto telefónico con Leonard Succar Y Michael Mccullough, viejos amigos, Defensores Públicos en la Florida (Miami), con quienes tuve la fortuna de compartir y recibir conocimientos en un Seminario de Fortalecimiento y Acceso a la Justicia, el cual se desarrolló en Bogotá en el año 2003, patrocinado por la Defensoría, con la participación y colaboración de Checchi Colombia, Usaid y otras entidades. Y sucedió lo que me temía: efectivamente, Joe Arpajo, el Sheriff “Estrella Negra” del siglo XXI, fue el personaje escogido por la alcaldesa Luisa F. Edwards, una señora que había sido comerciante en Altoona, Pensilvania, y luego se había cambiado a Maricopa, donde estableció un comercio similar. Resultaba difícil  que allí un comerciante se mantuviera fuera de la política y la Señora Edwards llegó a alcanzar posición influyente en los círculos políticos locales.  Entre sus promesas de campaña, aquella candidata quijotesca prometió reformas administrativas, juró acabar con los “veinte o más años alegres” de los inmigrantes en su pueblo. Y así fue. No sólo lo hizo, si no que para hacer más efectiva la campaña de exterminio, encontró en JOE ARPADO, su “Estrella Negra”.

Columnista
8 agosto, 2010

Estrella Negra

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Rafael Nieto Pardo

Por: Luis Rafael Nieto Pardo Doy gracias a la sana y edificante costumbre que estoy casi seguro aún se mantiene como tradición en todos los establecimientos educativos de mi natal Mompós, de leer, leer y leer todo cuanto caiga en tus manos, sin importar el tema ni el medio, así se tratara de revistas, comics, […]


Por: Luis Rafael Nieto Pardo

Doy gracias a la sana y edificante costumbre que estoy casi seguro aún se mantiene como tradición en todos los establecimientos educativos de mi natal Mompós, de leer, leer y leer todo cuanto caiga en tus manos, sin importar el tema ni el medio, así se tratara de revistas, comics, folletos, cuentos, etc. Esa buena costumbre la cultivé y se hizo más asidua y más intensa en la biblioteca de nuestro querido Colegio Nacional Pinillos, en donde, óigase bien, cada curso (todos sin excepción), teníamos dentro del calendario escolar una o dos horas diarias de lectura, sin imponer tema alguno, pues todos escogíamos libremente lo que quisiéramos leer. Fue allí donde me deleité leyendo y fantaseando con todas y cada una de las aventuras de Sandokan, el Príncipe de la Malasia, hermosas historias fantásticas creadas por Emilio Salgari; me deleité con la electrizante narrativa de Hermes Hemingway, al describir de forma magistral el duelo sostenido por el hombre y el escualo en El Viejo y el mar; luego vinieron los dos volúmenes de Los Miserables de Víctor Hugo, La Divina Comedia de Dante Alighieri,    ¡ufff!,  fueron tantas y tantas horas de lectura. Pero allí no paró tan hermosa y fascinante adicción, pues una vez despierta la sed, no habrá Oasis de lectura que escape a nuestras ganas de escanciarlo. Fue así como, superada en parte la etapa de las aventuras, dramas y de los relatos épicos de la Iliada y La Odisea, enrumbé mi entusiasmo a la lectura de temas policiacos, especialmente del FBÍ, temática que me absorbió por mucho tiempo; y recuerdo que antes de aquella inclinación, mi interés se centró en los relatos ficticios de las aventuras del viejo Oeste Norteamericano, hábilmente planteados entre otros por Marcial La Fuente Estefanía, Key Luger, que resultaba difícil abandonar el texto hasta el final. Por cierto y a Dios gracias, aún persiste en mí esa tenacidad cuando el contenido es de mucho interés.

Pues bien, creo que es hora de decirles cuál es el origen del título de esta columna: resulta que entre los relatos del Oeste más recordados, se me quedó grabada la historia de un Sheriff legendario que montó su feudo en un polvoriento pueblo, donde, al correr de los días, meses y años, se convirtió en amo y señor del pueblo, odiado por unos y temido por otros, a semejanza del patrón de los “huevitos”,  hasta el punto que fue motejado como “Estrella Negra”.

Jamás llegué a pensar que esa fantasiosa creación ideada por uno de aquellos autores nombrados, pudiera hacerse realidad dos siglos después, y menos en pleno Siglo XXI. Lastimosamente así ha sucedido y aquel oscuro personaje apareció reencarnado en la persona de Joe Arpado, Sheriff de Maricopa, un corregimiento de Arizona – Estados Unidos, en donde este individuo, de aspecto bonachón, de pequeña estatura y estómago abultado como marido de fondera, se ha tornado muy a pecho la tarea de “hacer cumplir”, cueste lo que cueste y haya de hacer lo que tenga que hacer, sálvese quien pueda y al costo que sea, la temida Ley ante inmigrantes, que en mala hora se le ocurrió a una, hasta ese momento, desconocida alcaldesa. Al leer en la prensa matutina los escalofriantes relatos sobre los déspotas y arbitrarios procedimientos del Sheriff Arpajo (“Estrella Negra” del nuevo siglo), quise conocer un poco más acerca de la trayectoria de este funesto espécimen. Fue así como procuré y logré ponerme en contacto telefónico con Leonard Succar Y Michael Mccullough, viejos amigos, Defensores Públicos en la Florida (Miami), con quienes tuve la fortuna de compartir y recibir conocimientos en un Seminario de Fortalecimiento y Acceso a la Justicia, el cual se desarrolló en Bogotá en el año 2003, patrocinado por la Defensoría, con la participación y colaboración de Checchi Colombia, Usaid y otras entidades. Y sucedió lo que me temía: efectivamente, Joe Arpajo, el Sheriff “Estrella Negra” del siglo XXI, fue el personaje escogido por la alcaldesa Luisa F. Edwards, una señora que había sido comerciante en Altoona, Pensilvania, y luego se había cambiado a Maricopa, donde estableció un comercio similar. Resultaba difícil  que allí un comerciante se mantuviera fuera de la política y la Señora Edwards llegó a alcanzar posición influyente en los círculos políticos locales.  Entre sus promesas de campaña, aquella candidata quijotesca prometió reformas administrativas, juró acabar con los “veinte o más años alegres” de los inmigrantes en su pueblo. Y así fue. No sólo lo hizo, si no que para hacer más efectiva la campaña de exterminio, encontró en JOE ARPADO, su “Estrella Negra”.