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Columnista - 19 noviembre, 2018

Este es otro país

Con insistencia se oye la nostalgia de muchos por los tiempos de Uribe; incluso, claman porque vuelva él, aunque saben que constitucionalmente eso no es posible. Un uribista furibundo me arrinconó y con el dedo enhiesto me dijo algo así como: “…él ha sido el único que ha replegado a la guerrilla al monte, el […]

Con insistencia se oye la nostalgia de muchos por los tiempos de Uribe; incluso, claman porque vuelva él, aunque saben que constitucionalmente eso no es posible. Un uribista furibundo me arrinconó y con el dedo enhiesto me dijo algo así como: “…él ha sido el único que ha replegado a la guerrilla al monte, el que…” y se deshizo en halagos sobre los dos períodos de gobierno del ilustre expresidente. No discutí, hacerlo sobre política, religión o cualquier otro poderoso tema como esos, es desgastarse y perder el tiempo; y no es que sea anti uribista; soy anti radical.

Después, analizando, con una amiga que está en el gobierno, la diatriba del que cantó las glorias del más renombrado político de Colombia, llegamos a la conclusión de que si el expresidente volviera a gobernar no sería lo mismo porque se encontraría con otro país. Estamos en otros tiempos más complejos, ahora el problema no solo es la guerrilla, ni el narcotráfico, ni la corrupción, todos se volvieron una serie de delincuentes que se han enquistado en todo los estamentos del Estado.

Sí, es otro país, en el que el problema es social. Es la sociedad permeada por la deshonestidad, del desmadre, del odio hacia los estamentos sociales. Lo corroboramos al leer un ensayo de Santiago Cardozo, en el que asegura que Colombia es un país diseñado para la corrupción, la guerra, la segregación social y la pobreza extrema y recalca: ”No existe un mecanismo mejor diseñado que el sistema del estado colombiano para que la democracia sea un instrumento de sometimiento del pueblo, los impuestos sean robados, la violencia inspire los ideales de progreso, la discriminación se soporte y el abandono de las poblaciones vulnerables sea una verdad oculta”.

El problema social colombiano es agudo, profundo y no creo que me equivoque, pero se puede estar incoando para tiempos no muy lejanos, un gobierno de izquierda urticante, con tintes venezolanos. Y no es culpa del actual gobierno, ni de Uribe, ni de Santos, esto viene de más atrás, y sigo con Cardozo: “Colombia no tiene toda la culpa, cayó en un sistema que fue adoptado por la mayoría de los países latinoamericanos con su respectivas variaciones dependiendo de sus culturas, y no se trata de buscar culpables desafiar la responsabilidad histórica de la destrucción paulatina de un estado al borde del colapso la deslegitimación de las instituciones, pero a la vez el rechazo de un verdadero cambio social”.

Asegura que para saber cómo se debe dar un cambio que salve esto, no se debe plantear desde las esferas de la élite política, sino de las bases sociales: Colegios, universidades, sindicatos, las industrias, los medios, en fin, esto es un poco de lo que escribí en mi columna pasada.

La discusión es interesante y da para mucho papel y diálogos con discusiones incluidas, pero le digo al amigo que me acorraló que este es otro país diferente al que dejó Uribe, este es un país con un grave problema social que si no despierta caerá en el abismo.

Por Mary Daza Orozco

Columnista
19 noviembre, 2018

Este es otro país

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Con insistencia se oye la nostalgia de muchos por los tiempos de Uribe; incluso, claman porque vuelva él, aunque saben que constitucionalmente eso no es posible. Un uribista furibundo me arrinconó y con el dedo enhiesto me dijo algo así como: “…él ha sido el único que ha replegado a la guerrilla al monte, el […]


Con insistencia se oye la nostalgia de muchos por los tiempos de Uribe; incluso, claman porque vuelva él, aunque saben que constitucionalmente eso no es posible. Un uribista furibundo me arrinconó y con el dedo enhiesto me dijo algo así como: “…él ha sido el único que ha replegado a la guerrilla al monte, el que…” y se deshizo en halagos sobre los dos períodos de gobierno del ilustre expresidente. No discutí, hacerlo sobre política, religión o cualquier otro poderoso tema como esos, es desgastarse y perder el tiempo; y no es que sea anti uribista; soy anti radical.

Después, analizando, con una amiga que está en el gobierno, la diatriba del que cantó las glorias del más renombrado político de Colombia, llegamos a la conclusión de que si el expresidente volviera a gobernar no sería lo mismo porque se encontraría con otro país. Estamos en otros tiempos más complejos, ahora el problema no solo es la guerrilla, ni el narcotráfico, ni la corrupción, todos se volvieron una serie de delincuentes que se han enquistado en todo los estamentos del Estado.

Sí, es otro país, en el que el problema es social. Es la sociedad permeada por la deshonestidad, del desmadre, del odio hacia los estamentos sociales. Lo corroboramos al leer un ensayo de Santiago Cardozo, en el que asegura que Colombia es un país diseñado para la corrupción, la guerra, la segregación social y la pobreza extrema y recalca: ”No existe un mecanismo mejor diseñado que el sistema del estado colombiano para que la democracia sea un instrumento de sometimiento del pueblo, los impuestos sean robados, la violencia inspire los ideales de progreso, la discriminación se soporte y el abandono de las poblaciones vulnerables sea una verdad oculta”.

El problema social colombiano es agudo, profundo y no creo que me equivoque, pero se puede estar incoando para tiempos no muy lejanos, un gobierno de izquierda urticante, con tintes venezolanos. Y no es culpa del actual gobierno, ni de Uribe, ni de Santos, esto viene de más atrás, y sigo con Cardozo: “Colombia no tiene toda la culpa, cayó en un sistema que fue adoptado por la mayoría de los países latinoamericanos con su respectivas variaciones dependiendo de sus culturas, y no se trata de buscar culpables desafiar la responsabilidad histórica de la destrucción paulatina de un estado al borde del colapso la deslegitimación de las instituciones, pero a la vez el rechazo de un verdadero cambio social”.

Asegura que para saber cómo se debe dar un cambio que salve esto, no se debe plantear desde las esferas de la élite política, sino de las bases sociales: Colegios, universidades, sindicatos, las industrias, los medios, en fin, esto es un poco de lo que escribí en mi columna pasada.

La discusión es interesante y da para mucho papel y diálogos con discusiones incluidas, pero le digo al amigo que me acorraló que este es otro país diferente al que dejó Uribe, este es un país con un grave problema social que si no despierta caerá en el abismo.

Por Mary Daza Orozco