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Columnista - 21 diciembre, 2010

Estamos a tres días de la Nochebuena

Y ADEMAS Por: ALBERTO HERAZO PALMERA Niño Dios: Hay tantas cosas  que  pedirte… Imposible  y muy difícil resumir en el  espacio limitado  de una  columna tantas cosas  que hay  que  pedirle  al  Niño  Dios.   Lástima que la  dictadura del espacio no lo  permita. Estamos a escasos tres días de la Nochebuena, la noche  del 24 […]

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Por: ALBERTO HERAZO PALMERA

Niño Dios: Hay tantas cosas  que  pedirte…

Imposible  y muy difícil resumir en el  espacio limitado  de una  columna tantas cosas  que hay  que  pedirle  al  Niño  Dios.   Lástima que la  dictadura del espacio no lo  permita.
Estamos a escasos tres días de la Nochebuena, la noche  del 24 de  diciembre, la mayoría cristiana de  colombianos y en especial el pueblo vallenato celebrará la Navidad en el calor de  sus hogares.  Las luces, los regalos y las fiestas son sólo una cara de esta festividad religiosa que evoca el nacimiento de  Jesús en medio de la pobreza, la humildad y la falta de solidaridad.
Para aquellos que gozan de la presencia de sus seres queridos que ésta sea una época de dialogo y cercanía, para los que por distintas circunstancias no están al lado de los suyos, que la navidad refuerce los lazos familiares, de amistad y fortaleza.
Este año no ha sido fácil para muchos de nosotros y para muchos colombianos que han sufrido a causa del gran desastre invernal que azota al país y en especial en algunas zonas como  el alud  de  La  Graciela, en Bello y  en la Costa.  El devastador invierno no sólo ha dejado  desolación, sufrimientos y pérdidas económicas incalculables, sino pueblos inundados, muertos y viviendas destruidas.  Mientras estos sufren con esta tragedia, otros colombianos sobreviven en medio del desempleo, la incertidumbre del secuestro, la presión de las pensiones escolares, el dolor de la pérdida de un ser querido, los altos costos de las enfermedades y demás tribulaciones cotidianas.
Muchos también reciben este fin de año con talantes sombríos y actitud pesimista ante el futuro, sin mayores esperanzas de cambio. Es el momento que las raíces más profundas de las celebraciones navideñas renazcan y recuperen su significado.  El débil tejido social en el que vivimos los vallenatos, amenazados por el desarraigo, el egoísmo, la envidia y la inequidad, necesitan de los valores cristianos, católicos y no católicos.  La Navidad de este  año debe invitar a  la reflexión que permita volver realidad una sociedad madura, capaz de manejar inteligentemente y pacíficamente los conflictos que la aquejan.
Pasar estos días festivos en medio de la bruma alcohólica y el desorden solo  contribuirá a un guayabo pesado el próximo año y a la continuación viciosa del pesimismo y la sin salida.  La noche del 24  no  es  para  escapar  de  la cruda realidad, sino para  reforzar los lazos familiares  y aunar  fuerzas  y espíritu  con el fin  de enfrentar el nuevo año.
Pedimos reflexión y unión para los vallenatos.  No tanto odio. Pedimos que las  esperanzas de empleo, salud y estabilidad  alegren los hogares que hoy viven  la certidumbre y la  desesperación y que los  secuestrados vuelvan a sus familias.  ¡FELIZ NAVIDAD!.

EL HOMBRE PÚBLICO

Aquí hay muchos funcionarios que se molestan cuando se les hace una recomendación sana o se  les cuestiona de manera constructiva su gestión.  Me pregunto…¿para qué se meten al barro del fragor político?., quién se mete debe aceptar que su gestión entre en la “zaranda” de las controversias.  El hombre público no tiene vida privada.  Siempre está  en la vitrina.  Los  ojos fiscalizadores lo flechan desde  sus  movimientos, desde las primeras  luces  de  la mañana, hasta  el  último  resplandor de la  noche.  Sus  gestos, sus palabras, sus  amistades, las  faldas  clandestinas  que  lo esperan, el mundo de  sus negocios, sus horas  de  descanso, sus  evasiones  transitorias, sus rabietas temperamentales, sus confidencias de negociados, todo absolutamente  todo entra en la  contabilidad de sus  críticos. Quien oficia en el altar de la política debe saber que está colocado  en una tarima que lo hace notorio de todos los vallenatos.  Para  unos  sus actitudes son expresiones de una vida que trasluce virtudes excelsas.  Para otros esas mismas manifestaciones, tienen  el peligroso cariz de la hipocresía.  Por eso son tan antagónicos los juicios  sobre los funcionarios.  Mientras unos  los ensalzan, otros  lo denigran hasta reducirlo a  la pequeñez de una molécula.   La  controversia  cubre  todo  sus  actos.  Quien elige  esta  angustiosa profesión ha de  saber  que  cosechará más  amarguras  que satisfacciones.  Su vida  discurrirá  entre  paradojas inescrutables.  Oscila entre  el aplauso y la  diatriba.   Entre   el elogio y el escarnio.  Ese  es  el signo  del hombre público.

Columnista
21 diciembre, 2010

Estamos a tres días de la Nochebuena

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Alberto Herazo P.

Y ADEMAS Por: ALBERTO HERAZO PALMERA Niño Dios: Hay tantas cosas  que  pedirte… Imposible  y muy difícil resumir en el  espacio limitado  de una  columna tantas cosas  que hay  que  pedirle  al  Niño  Dios.   Lástima que la  dictadura del espacio no lo  permita. Estamos a escasos tres días de la Nochebuena, la noche  del 24 […]


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Por: ALBERTO HERAZO PALMERA

Niño Dios: Hay tantas cosas  que  pedirte…

Imposible  y muy difícil resumir en el  espacio limitado  de una  columna tantas cosas  que hay  que  pedirle  al  Niño  Dios.   Lástima que la  dictadura del espacio no lo  permita.
Estamos a escasos tres días de la Nochebuena, la noche  del 24 de  diciembre, la mayoría cristiana de  colombianos y en especial el pueblo vallenato celebrará la Navidad en el calor de  sus hogares.  Las luces, los regalos y las fiestas son sólo una cara de esta festividad religiosa que evoca el nacimiento de  Jesús en medio de la pobreza, la humildad y la falta de solidaridad.
Para aquellos que gozan de la presencia de sus seres queridos que ésta sea una época de dialogo y cercanía, para los que por distintas circunstancias no están al lado de los suyos, que la navidad refuerce los lazos familiares, de amistad y fortaleza.
Este año no ha sido fácil para muchos de nosotros y para muchos colombianos que han sufrido a causa del gran desastre invernal que azota al país y en especial en algunas zonas como  el alud  de  La  Graciela, en Bello y  en la Costa.  El devastador invierno no sólo ha dejado  desolación, sufrimientos y pérdidas económicas incalculables, sino pueblos inundados, muertos y viviendas destruidas.  Mientras estos sufren con esta tragedia, otros colombianos sobreviven en medio del desempleo, la incertidumbre del secuestro, la presión de las pensiones escolares, el dolor de la pérdida de un ser querido, los altos costos de las enfermedades y demás tribulaciones cotidianas.
Muchos también reciben este fin de año con talantes sombríos y actitud pesimista ante el futuro, sin mayores esperanzas de cambio. Es el momento que las raíces más profundas de las celebraciones navideñas renazcan y recuperen su significado.  El débil tejido social en el que vivimos los vallenatos, amenazados por el desarraigo, el egoísmo, la envidia y la inequidad, necesitan de los valores cristianos, católicos y no católicos.  La Navidad de este  año debe invitar a  la reflexión que permita volver realidad una sociedad madura, capaz de manejar inteligentemente y pacíficamente los conflictos que la aquejan.
Pasar estos días festivos en medio de la bruma alcohólica y el desorden solo  contribuirá a un guayabo pesado el próximo año y a la continuación viciosa del pesimismo y la sin salida.  La noche del 24  no  es  para  escapar  de  la cruda realidad, sino para  reforzar los lazos familiares  y aunar  fuerzas  y espíritu  con el fin  de enfrentar el nuevo año.
Pedimos reflexión y unión para los vallenatos.  No tanto odio. Pedimos que las  esperanzas de empleo, salud y estabilidad  alegren los hogares que hoy viven  la certidumbre y la  desesperación y que los  secuestrados vuelvan a sus familias.  ¡FELIZ NAVIDAD!.

EL HOMBRE PÚBLICO

Aquí hay muchos funcionarios que se molestan cuando se les hace una recomendación sana o se  les cuestiona de manera constructiva su gestión.  Me pregunto…¿para qué se meten al barro del fragor político?., quién se mete debe aceptar que su gestión entre en la “zaranda” de las controversias.  El hombre público no tiene vida privada.  Siempre está  en la vitrina.  Los  ojos fiscalizadores lo flechan desde  sus  movimientos, desde las primeras  luces  de  la mañana, hasta  el  último  resplandor de la  noche.  Sus  gestos, sus palabras, sus  amistades, las  faldas  clandestinas  que  lo esperan, el mundo de  sus negocios, sus horas  de  descanso, sus  evasiones  transitorias, sus rabietas temperamentales, sus confidencias de negociados, todo absolutamente  todo entra en la  contabilidad de sus  críticos. Quien oficia en el altar de la política debe saber que está colocado  en una tarima que lo hace notorio de todos los vallenatos.  Para  unos  sus actitudes son expresiones de una vida que trasluce virtudes excelsas.  Para otros esas mismas manifestaciones, tienen  el peligroso cariz de la hipocresía.  Por eso son tan antagónicos los juicios  sobre los funcionarios.  Mientras unos  los ensalzan, otros  lo denigran hasta reducirlo a  la pequeñez de una molécula.   La  controversia  cubre  todo  sus  actos.  Quien elige  esta  angustiosa profesión ha de  saber  que  cosechará más  amarguras  que satisfacciones.  Su vida  discurrirá  entre  paradojas inescrutables.  Oscila entre  el aplauso y la  diatriba.   Entre   el elogio y el escarnio.  Ese  es  el signo  del hombre público.