Se dice, jocosamente, que la estadística es la forma de decir lo que no sabemos. Esta es una técnica muy utilizada en las ciencias sociales y fácticas; una parte de esta es la estadística inferencial, la que, a partir de una muestra, permite sacar conclusiones de un universo, con algún grado de probabilidad, sobre las […]
Se dice, jocosamente, que la estadística es la forma de decir lo que no sabemos. Esta es una técnica muy utilizada en las ciencias sociales y fácticas; una parte de esta es la estadística inferencial, la que, a partir de una muestra, permite sacar conclusiones de un universo, con algún grado de probabilidad, sobre las características de una o más variables de una población. Esta es la herramienta que utilizan los encuestadores de opinión para medir las preferencias de esta población sobre uno o varios postulantes.
En el caso de un aspirante a ocupar un cargo de elección popular, lo que se mide es la intención de voto.
Esto se puede medir con bastante aproximación si quien hace el trabajo goza de la solvencia académica e imparcialidad, sin sesgos. Por supuesto que con una encuesta de este tipo se pueden obtener los resultados deseados por quien paga el trabajo.
Algunos encuestadores, días previos al muestreo, hacen circular volantes para aumentar el grado de recordación del candidato X, y durante el momento de la encuesta inducen, en forma subliminal, al encuestado, lo que ya es un sesgo; es un truco, un autoengaño al patrocinador porque esos resultados, que son la fotografía de un momento, son falsos. Una cosa es la encuesta y otra el mercadeo.
El muestreo tiene sus bemoles; en una población no homogénea como la nuestra, lo ideal es que el muestreo se haga por estratos, ya de ingresos, edad, educación u otros. Así, es seguro que los resultados de una encuesta hecha en Novalito o en el centro no son los mismos que los dados en La Nevada; se debe, por lo tanto, tener un buen conocimiento acerca de las condiciones socioculturales de cada segmento de la población; no es cualquier “guacharaco”, al decir del profesor Carlos Quintero, quien puede hacer una encuesta confiable.
Cuando hacemos inferencia estadística y deseamos efectividad de los resultados, dos conceptos deben estar claros: la precisión o confiabilidad, relacionada con los errores que se puedan cometer debido al tamaño de la muestra, y la exactitud que acorta la diferencia entre los resultados de la muestra y los de la población.
Muchas de las encuestas que hemos visto aquí no tienen ficha técnica que son los fundamentos que sirvieron de base a estas, son vergonzosas y mal intencionadas, orientadas a favorecer al patrocinador y a finiquitar a los adversarios. Por eso, hay que tomarlas con beneficio de inventario; fueron elaboradas en escritorios por personas, quizás no idóneas, con cifras inventadas.
Esto, que es una falta de respeto con los demás aspirantes, podría, también, tener implicaciones penales. Lo que le proponen estos personajes a los aspirantes es que les den dinero para ponerlos a ganar en las encuestas.
Otra cosa, nadie hace encuestas gratuitas, alguien las paga así como su publicación si al mandante le favorecen, en caso contrario no las publica.
La más reciente encuesta publicada en el diario El Pilón, ocupó dos páginas, eso vale bastante; una cosa curiosa que muestra este sondeo es que la intención de voto está por encima del abstencionismo histórico de Valledupar lo que ya, de suyo, deja unas dudas. De ser cierto, que viva la democracia.
Se dice, jocosamente, que la estadística es la forma de decir lo que no sabemos. Esta es una técnica muy utilizada en las ciencias sociales y fácticas; una parte de esta es la estadística inferencial, la que, a partir de una muestra, permite sacar conclusiones de un universo, con algún grado de probabilidad, sobre las […]
Se dice, jocosamente, que la estadística es la forma de decir lo que no sabemos. Esta es una técnica muy utilizada en las ciencias sociales y fácticas; una parte de esta es la estadística inferencial, la que, a partir de una muestra, permite sacar conclusiones de un universo, con algún grado de probabilidad, sobre las características de una o más variables de una población. Esta es la herramienta que utilizan los encuestadores de opinión para medir las preferencias de esta población sobre uno o varios postulantes.
En el caso de un aspirante a ocupar un cargo de elección popular, lo que se mide es la intención de voto.
Esto se puede medir con bastante aproximación si quien hace el trabajo goza de la solvencia académica e imparcialidad, sin sesgos. Por supuesto que con una encuesta de este tipo se pueden obtener los resultados deseados por quien paga el trabajo.
Algunos encuestadores, días previos al muestreo, hacen circular volantes para aumentar el grado de recordación del candidato X, y durante el momento de la encuesta inducen, en forma subliminal, al encuestado, lo que ya es un sesgo; es un truco, un autoengaño al patrocinador porque esos resultados, que son la fotografía de un momento, son falsos. Una cosa es la encuesta y otra el mercadeo.
El muestreo tiene sus bemoles; en una población no homogénea como la nuestra, lo ideal es que el muestreo se haga por estratos, ya de ingresos, edad, educación u otros. Así, es seguro que los resultados de una encuesta hecha en Novalito o en el centro no son los mismos que los dados en La Nevada; se debe, por lo tanto, tener un buen conocimiento acerca de las condiciones socioculturales de cada segmento de la población; no es cualquier “guacharaco”, al decir del profesor Carlos Quintero, quien puede hacer una encuesta confiable.
Cuando hacemos inferencia estadística y deseamos efectividad de los resultados, dos conceptos deben estar claros: la precisión o confiabilidad, relacionada con los errores que se puedan cometer debido al tamaño de la muestra, y la exactitud que acorta la diferencia entre los resultados de la muestra y los de la población.
Muchas de las encuestas que hemos visto aquí no tienen ficha técnica que son los fundamentos que sirvieron de base a estas, son vergonzosas y mal intencionadas, orientadas a favorecer al patrocinador y a finiquitar a los adversarios. Por eso, hay que tomarlas con beneficio de inventario; fueron elaboradas en escritorios por personas, quizás no idóneas, con cifras inventadas.
Esto, que es una falta de respeto con los demás aspirantes, podría, también, tener implicaciones penales. Lo que le proponen estos personajes a los aspirantes es que les den dinero para ponerlos a ganar en las encuestas.
Otra cosa, nadie hace encuestas gratuitas, alguien las paga así como su publicación si al mandante le favorecen, en caso contrario no las publica.
La más reciente encuesta publicada en el diario El Pilón, ocupó dos páginas, eso vale bastante; una cosa curiosa que muestra este sondeo es que la intención de voto está por encima del abstencionismo histórico de Valledupar lo que ya, de suyo, deja unas dudas. De ser cierto, que viva la democracia.