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Columnista - 26 noviembre, 2010

Esperanza de Taxader

Por: JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ Dedicado a Carlos Alberto Atehortua, hoy cuando hace el lanzamiento de uno de los mejores libros que se ha escrito sobre la vida del maestro Rafael escalona Por allá, a mediados de la década del 50 al 60 del siglo pasado, estuvo de visita en esta ciudad Esperanza Gallón Domínguez, […]

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Por: JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ

Dedicado a Carlos Alberto Atehortua, hoy cuando hace el lanzamiento de uno de los mejores libros que se ha escrito sobre la vida del maestro Rafael escalona

Por allá, a mediados de la década del 50 al 60 del siglo pasado, estuvo de visita en esta ciudad Esperanza Gallón Domínguez, santandereana que ostentaba el titulo de Señorita Colombia, para promocionar la empresa aérea que hacía viajes de Bucaramanga a esta ciudad, Taxis Aéreos de Santander (Taxader).
Era una penca de mujer, un hembrón esplendoroso, de blancura alabastrina y piel rosada como los flamencos de la península Guajira, que irradiaba belleza por donde se le mirara: cara, busto, cadera y piernas que se le veían y lo que no se le veía, uno lo imaginaba más bello todavía, un conjunto perfecto de belleza de carnes duras pero tersas, era alta y en su honor hubo una fiesta en las instalaciones de la Zona de Carreteras y Don Víctor Cohen era el dueño de la batuta, él dirigía y ordenaba y fue quien abrió el baile danzando con Esperanza.
No había tandas y el baile era seguido, cuando de pronto Don Víctor en voz alta dijo: “No habrá un jovencito que sea capaz de bailar con la reina?” Y en vista de que nadie se resolvía se dirigió a mí que estaba de mirón y me conocía y me dijo: “Usted Aponte, venga y fui y la orquesta de Reyes Torres, tocó, no se me olvida, como se me va a olvidar la bella canción “Vangelina ó Evangelina” y yo temblando bailé con la soberana de Colombia y mis manos tocaron sus caderas, eran duras como también mi cabeza rozó su busto que parecía hecho de piedra, pero de piedras preciosas.

Tenía escasos 14 o 15 años y cuando terminó la pieza y Reyes empezó la otra, no me acuerdo el nombre, pero era de Escalona, quise repetir, pero alguien me tocó el hombro y me pidió “barato” diciéndome: “Primo déjeme echar una gozadita a mi también, no sea acaparador, además la canción que tocan es de mi autoría y va dedicada a esta preciosa mujer”. Era Rafael Escalona, a quien gustoso le cedí la pareja y fue una de las dos o tres veces que lo ví bailar con su pasesito tum-tum (un caminaíto brincón y coqueto, dos pasitos pa’ lante y un o pa’ tras).

Esperanza, “Ancha” le decimos aquí, duró dos días en estas tierras y Escalona se convirtió en su sombra, la atendió y la llevó a todas partes, no como simple admirador sino como empedernido enamorado y armó viaje con ella para Bucaramanga y en una empresa aérea que para la época había llamada TAXADER, se llevó a la orquesta de su compadre y amigo Reyes Torres, a la postre la mejor de la región y una de las buenas del país, compuesta por 6 o 7 músicos y se estuvo en esa ciudad, alojado en el mejor hotel, el Bucarica por espacio de 15 días y allá logró que la orquesta grabara unos discos que como verdaderas joyas tiene “El Pajarraco” mi primo Julio Oñate Martínez en su inmensa y valiosa colección.

Cuando los cocotudos y aristocráticos bumangueses los Galvis, Serrano, Ardila, entre otros, se dieron cuenta que Rafael Escalona, El Maestro, estaba en esa ciudad, se volcaron al hotel lo exoneraron de gasto y tanquearon sus arcas y por espacio de varios días gozaron de su compañía y de la Orquesta de Reyes interpretando boleros como Siboney y Quisquella, el paso doble Manizales del Alma, la guaracha Carmen Elena, porros de Lucho Bermúdez y el repertorio de Escalona que Reyes con su Orquesta interpretada tan bien como “Colacho” en el acordeón.

Cuando ya Reyes y sus compañeros no podían más, pues este Reyes tenía los labios hinchados, Pablo “El Manco”, el cantante había perdido la voz; Murgas el papá de Beto Murgas ya no tenía aliento para el trombón y Rafael Hernández no tenía fuerza para tocar en el saxofón y clarinete El Cebú, sino que escasamente salía un cabungo, Reyes ordenó: ó nos vamos o me voy, pero me voy con ustedes que están bajo mi responsabilidad, si el irresponsable de mi compadre quiere quedarse que se quede, al fin y al cabo él no toca ni canta sino que vive de su gloria, bebe y nadie lo emborracha, que se quede de cachaco con su esperanza y su otra Esperanza, pero ustedes y yo nos vamos pa’ Villanueva.

De todo eso quedó una canción que se llama Esperanza de Taxader, la empresa aérea que los llevó y los trajo.

Columnista
26 noviembre, 2010

Esperanza de Taxader

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Por: JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ Dedicado a Carlos Alberto Atehortua, hoy cuando hace el lanzamiento de uno de los mejores libros que se ha escrito sobre la vida del maestro Rafael escalona Por allá, a mediados de la década del 50 al 60 del siglo pasado, estuvo de visita en esta ciudad Esperanza Gallón Domínguez, […]


Por: JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ

Dedicado a Carlos Alberto Atehortua, hoy cuando hace el lanzamiento de uno de los mejores libros que se ha escrito sobre la vida del maestro Rafael escalona

Por allá, a mediados de la década del 50 al 60 del siglo pasado, estuvo de visita en esta ciudad Esperanza Gallón Domínguez, santandereana que ostentaba el titulo de Señorita Colombia, para promocionar la empresa aérea que hacía viajes de Bucaramanga a esta ciudad, Taxis Aéreos de Santander (Taxader).
Era una penca de mujer, un hembrón esplendoroso, de blancura alabastrina y piel rosada como los flamencos de la península Guajira, que irradiaba belleza por donde se le mirara: cara, busto, cadera y piernas que se le veían y lo que no se le veía, uno lo imaginaba más bello todavía, un conjunto perfecto de belleza de carnes duras pero tersas, era alta y en su honor hubo una fiesta en las instalaciones de la Zona de Carreteras y Don Víctor Cohen era el dueño de la batuta, él dirigía y ordenaba y fue quien abrió el baile danzando con Esperanza.
No había tandas y el baile era seguido, cuando de pronto Don Víctor en voz alta dijo: “No habrá un jovencito que sea capaz de bailar con la reina?” Y en vista de que nadie se resolvía se dirigió a mí que estaba de mirón y me conocía y me dijo: “Usted Aponte, venga y fui y la orquesta de Reyes Torres, tocó, no se me olvida, como se me va a olvidar la bella canción “Vangelina ó Evangelina” y yo temblando bailé con la soberana de Colombia y mis manos tocaron sus caderas, eran duras como también mi cabeza rozó su busto que parecía hecho de piedra, pero de piedras preciosas.

Tenía escasos 14 o 15 años y cuando terminó la pieza y Reyes empezó la otra, no me acuerdo el nombre, pero era de Escalona, quise repetir, pero alguien me tocó el hombro y me pidió “barato” diciéndome: “Primo déjeme echar una gozadita a mi también, no sea acaparador, además la canción que tocan es de mi autoría y va dedicada a esta preciosa mujer”. Era Rafael Escalona, a quien gustoso le cedí la pareja y fue una de las dos o tres veces que lo ví bailar con su pasesito tum-tum (un caminaíto brincón y coqueto, dos pasitos pa’ lante y un o pa’ tras).

Esperanza, “Ancha” le decimos aquí, duró dos días en estas tierras y Escalona se convirtió en su sombra, la atendió y la llevó a todas partes, no como simple admirador sino como empedernido enamorado y armó viaje con ella para Bucaramanga y en una empresa aérea que para la época había llamada TAXADER, se llevó a la orquesta de su compadre y amigo Reyes Torres, a la postre la mejor de la región y una de las buenas del país, compuesta por 6 o 7 músicos y se estuvo en esa ciudad, alojado en el mejor hotel, el Bucarica por espacio de 15 días y allá logró que la orquesta grabara unos discos que como verdaderas joyas tiene “El Pajarraco” mi primo Julio Oñate Martínez en su inmensa y valiosa colección.

Cuando los cocotudos y aristocráticos bumangueses los Galvis, Serrano, Ardila, entre otros, se dieron cuenta que Rafael Escalona, El Maestro, estaba en esa ciudad, se volcaron al hotel lo exoneraron de gasto y tanquearon sus arcas y por espacio de varios días gozaron de su compañía y de la Orquesta de Reyes interpretando boleros como Siboney y Quisquella, el paso doble Manizales del Alma, la guaracha Carmen Elena, porros de Lucho Bermúdez y el repertorio de Escalona que Reyes con su Orquesta interpretada tan bien como “Colacho” en el acordeón.

Cuando ya Reyes y sus compañeros no podían más, pues este Reyes tenía los labios hinchados, Pablo “El Manco”, el cantante había perdido la voz; Murgas el papá de Beto Murgas ya no tenía aliento para el trombón y Rafael Hernández no tenía fuerza para tocar en el saxofón y clarinete El Cebú, sino que escasamente salía un cabungo, Reyes ordenó: ó nos vamos o me voy, pero me voy con ustedes que están bajo mi responsabilidad, si el irresponsable de mi compadre quiere quedarse que se quede, al fin y al cabo él no toca ni canta sino que vive de su gloria, bebe y nadie lo emborracha, que se quede de cachaco con su esperanza y su otra Esperanza, pero ustedes y yo nos vamos pa’ Villanueva.

De todo eso quedó una canción que se llama Esperanza de Taxader, la empresa aérea que los llevó y los trajo.