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Columnista - 9 septiembre, 2022

Eso es todo

Me siento raro hablando de inflación, no es mi fuerte.

Me siento raro hablando de inflación, no es mi fuerte, me imagino que no es otra cosa que irse los precios a las nubes, que es lo que está pasando en este momento, en primer término con la comida y todo lo que signifique gastos, transporte, ropa, colegio, tragos, juegos, espectáculos públicos y un poco de vainas más y me pregunto si la especulación, el agio y la reducción no contribuyen a que ese mal crezca más y creo que sí, que son factores determinantes para su crecimiento. Los precios descontrolados de todos los productos de los que llamamos “canasta familiar” nos tienen asfixiados, pues todo mundo le encasqueta el precio que quiera a lo que venden y todos los días la plata alcanza menos y nos estamos convirtiendo en un país de flacos, no por dietas controladas, sino por física hambre y no veo que nadie se preocupe por corregir o atajar este mal, no hay a quien quejarse, pues ya no existen las Oficinas de Control y Precios, que sin ser la perfección de mucho servían: nadie exhibe o pone una lista de precios de sus productos sino, que el dueño del negocio los aplica de acuerdo al marrano. Ejemplo: 3 aguacates en Mariangola cuestan 6 mil barras, pero si te ven cara de cachaco te enganchan con $10, lo mismo pasa en los restaurantes de comidas corrientes, fritangas, ventas de frutas y verduras, pescados y todo lo que venden en carretillas, que cuando llegan a Novalito especialmente incrementan sus precios hasta en un 50%.

Otro que nos tiene jodidos, es el agio, con los altos intereses que cobran los “bondadosos” agiotistas que van desde el dulce 10 hasta el criminal 1 diario, conocido como el gota a gota, que es alimentado por gente muy rica en dinero, pero pobres, paupérrimos en bondad y caridad; ese “negoción” como dice el doctor Evelio Daza, lo practican públicamente y los cobradores, que no son dueños, son atrevidos y patanes y a cualquiera hacen suicidar cuando no les pagan; no hay un solo chacero o vendedor de carretilla que no sea cliente en este negocio y en la tarde tienen que pagarle sea como sea. Esos criminales intereses, repito, lo terminamos cancelando nosotros, pues los pobres vendedores para poder llevar la comida a su casa tienen que inflar los precios y me atrevo a asegurar que en el mercado y en El Boliche no hay una sola persona que no esté puyá con el pago diario y nadie dice nada, hasta la policía veo que en las tardes son víctimas de estas abejas africanas. En Colombia es un negocio lícito que se practica públicamente y nadie dice nada.

Por último, la reducción o compra de objetos robados de toda clase, especialmente de los carros que todos sabemos quiénes son y allá vamos a dar a recuperarlos cuando hemos sido víctimas de los ladrones para comprarlos nuevamente y así pasa con los ensambladores de carros y de cuanta friega hay, como los que compran objetos metálicos para fundir o elementos para reciclar, que adquieren públicamente y yo vi una vez un puente desarmado en un sitio de esos y lo vio todo mundo, menos las autoridades que de casualidad, cada vez que uno va a buscar algo a esos sitios encuentra uno o varios agentes de la policía ahí. ¿Haciendo qué?.

Si combaten estos tres flagelos con seguridad que la inflación baja, aunque aquí lo que sube nunca baja, pues en estos días bajó la carne en potrero, pero en los expendios y supermercados subió; estamos en invierno, normalmente el queso baja, pero ahora subió; llegó la pandemia hace 2 años y las famosas manifestaciones que alteraron el orden público y subieron los precios, ambas se fueron, pero los precios se quedaron en las nubes, por ahora eso es todo, pero todavía hay mucha tela que cortar. 

Alcalde, gritao, estamos esperando el reducidor de velocidad, ya su secretario y usted saben dónde es. No le da pena que le roguemos tanto.

Columnista
9 septiembre, 2022

Eso es todo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Me siento raro hablando de inflación, no es mi fuerte.


Me siento raro hablando de inflación, no es mi fuerte, me imagino que no es otra cosa que irse los precios a las nubes, que es lo que está pasando en este momento, en primer término con la comida y todo lo que signifique gastos, transporte, ropa, colegio, tragos, juegos, espectáculos públicos y un poco de vainas más y me pregunto si la especulación, el agio y la reducción no contribuyen a que ese mal crezca más y creo que sí, que son factores determinantes para su crecimiento. Los precios descontrolados de todos los productos de los que llamamos “canasta familiar” nos tienen asfixiados, pues todo mundo le encasqueta el precio que quiera a lo que venden y todos los días la plata alcanza menos y nos estamos convirtiendo en un país de flacos, no por dietas controladas, sino por física hambre y no veo que nadie se preocupe por corregir o atajar este mal, no hay a quien quejarse, pues ya no existen las Oficinas de Control y Precios, que sin ser la perfección de mucho servían: nadie exhibe o pone una lista de precios de sus productos sino, que el dueño del negocio los aplica de acuerdo al marrano. Ejemplo: 3 aguacates en Mariangola cuestan 6 mil barras, pero si te ven cara de cachaco te enganchan con $10, lo mismo pasa en los restaurantes de comidas corrientes, fritangas, ventas de frutas y verduras, pescados y todo lo que venden en carretillas, que cuando llegan a Novalito especialmente incrementan sus precios hasta en un 50%.

Otro que nos tiene jodidos, es el agio, con los altos intereses que cobran los “bondadosos” agiotistas que van desde el dulce 10 hasta el criminal 1 diario, conocido como el gota a gota, que es alimentado por gente muy rica en dinero, pero pobres, paupérrimos en bondad y caridad; ese “negoción” como dice el doctor Evelio Daza, lo practican públicamente y los cobradores, que no son dueños, son atrevidos y patanes y a cualquiera hacen suicidar cuando no les pagan; no hay un solo chacero o vendedor de carretilla que no sea cliente en este negocio y en la tarde tienen que pagarle sea como sea. Esos criminales intereses, repito, lo terminamos cancelando nosotros, pues los pobres vendedores para poder llevar la comida a su casa tienen que inflar los precios y me atrevo a asegurar que en el mercado y en El Boliche no hay una sola persona que no esté puyá con el pago diario y nadie dice nada, hasta la policía veo que en las tardes son víctimas de estas abejas africanas. En Colombia es un negocio lícito que se practica públicamente y nadie dice nada.

Por último, la reducción o compra de objetos robados de toda clase, especialmente de los carros que todos sabemos quiénes son y allá vamos a dar a recuperarlos cuando hemos sido víctimas de los ladrones para comprarlos nuevamente y así pasa con los ensambladores de carros y de cuanta friega hay, como los que compran objetos metálicos para fundir o elementos para reciclar, que adquieren públicamente y yo vi una vez un puente desarmado en un sitio de esos y lo vio todo mundo, menos las autoridades que de casualidad, cada vez que uno va a buscar algo a esos sitios encuentra uno o varios agentes de la policía ahí. ¿Haciendo qué?.

Si combaten estos tres flagelos con seguridad que la inflación baja, aunque aquí lo que sube nunca baja, pues en estos días bajó la carne en potrero, pero en los expendios y supermercados subió; estamos en invierno, normalmente el queso baja, pero ahora subió; llegó la pandemia hace 2 años y las famosas manifestaciones que alteraron el orden público y subieron los precios, ambas se fueron, pero los precios se quedaron en las nubes, por ahora eso es todo, pero todavía hay mucha tela que cortar. 

Alcalde, gritao, estamos esperando el reducidor de velocidad, ya su secretario y usted saben dónde es. No le da pena que le roguemos tanto.