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Columnista - 7 julio, 2013

Ese es Poncho Zuleta, el que nunca olvida

Por Ricardo Gutiérrez Para Poncho y Emiliano ni la ausencia ni el tiempo son motivo de olvido porque viven el uno para el otro. "Yo soy mayor, dice Emiliano, pero él  es quien me manda y pa’ no peliá lo acepto. Desde niño, recuerdo que mi mamá nos mandaba a recoger agua al río para […]

Por Ricardo Gutiérrez

Para Poncho y Emiliano ni la ausencia ni el tiempo son motivo de olvido porque viven el uno para el otro. "Yo soy mayor, dice Emiliano, pero él  es quien me manda y pa’ no peliá lo acepto. Desde niño, recuerdo que mi mamá nos mandaba a recoger agua al río para  llevar a la casa, Poncho no iba, me mandaba y le obedecía. Que vaina, así soy yo, y así es mi hermano a quien tanto quiero, sin  él no puedo vivir".  Esta expresión sincera demuestra la unión fraternal entre ellos y los sentimientos de afecto y cariño que se manifiestan  constantemente aunque estén distanciados "por cuestión de plata", como dice Mile.

Ellos son dos personas completamente diferentes pero con corazón grande, propio de su  sensibilidad y bondad incalculable, por eso fueron capaces de crear un universo musical hoy reconocido en nuestro acervo folclórico. Tal vez no se habrían recuperado tantas obras musicales valiosas si no se hubieran unido para conformar su famoso conjunto" Los Hermanos Zuleta".
Emiliano, un hombre sencillo, sentimental, melancólico,  poeta, de pocos amigos, considerado como uno de los mejores  acordeoneros y uno de los grandes compositores vallenatos. Poncho, un cantante que llena de alegría a amigos y a extraños donde se encuentra, es el verdadero parrandero, su alegría contagiosa es inigualable y como él mismo lo dice, en esos momentos de jarana "hasta el sobregiro aguanta". Estar con Poncho es vivir un rato sin igual, donde un verso improvisado levanta el ánimo y motiva a compartir.  Allí, sin distingo alguno, se atiende a los que están y a los que llegan con manifestaciones desmesuradas de cariño del anfitrión que ameniza ese rato idílico.

Compartir con Poncho, un hombre inteligente, insuperable verseador y dotado de una memoria sorprendente, es  revivir momentos, es sentir que al escucharlo nos transportamos a un  mundo de satisfacción interior enorme.
Al conocer su trasegar por la vida, nos damos cuenta que las necesidades que pasó en su época de estudiante en Bogotá, agudizaron su ingenio musical y lo mantuvieron sencillo y querendón, como los versos fecundos de su amigo inseparable Joaquín Rodríguez, con quien desde hace muchos años comparte ratos de bohemia en la finca de sus amores "Mi salvación".
La memoria de sus padres, el viejo Mile y Carmen Díaz, son su orgullo. Es frecuente verlo melancólico recordando su origen villanuevero, a sus padres, a sus hermanos y el apoyo que recibió de Emilianito cuando conjuntamente grabaron su primer LP, Mi Preferida. Esta condición de hijo humilde y agradecido con sus progenitores me recuerda el soneto de Francisco Luis Bernárdez:
"Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado".

 

Columnista
7 julio, 2013

Ese es Poncho Zuleta, el que nunca olvida

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Ricardo Gutiérrez Gutiérrez

Por Ricardo Gutiérrez Para Poncho y Emiliano ni la ausencia ni el tiempo son motivo de olvido porque viven el uno para el otro. "Yo soy mayor, dice Emiliano, pero él  es quien me manda y pa’ no peliá lo acepto. Desde niño, recuerdo que mi mamá nos mandaba a recoger agua al río para […]


Por Ricardo Gutiérrez

Para Poncho y Emiliano ni la ausencia ni el tiempo son motivo de olvido porque viven el uno para el otro. "Yo soy mayor, dice Emiliano, pero él  es quien me manda y pa’ no peliá lo acepto. Desde niño, recuerdo que mi mamá nos mandaba a recoger agua al río para  llevar a la casa, Poncho no iba, me mandaba y le obedecía. Que vaina, así soy yo, y así es mi hermano a quien tanto quiero, sin  él no puedo vivir".  Esta expresión sincera demuestra la unión fraternal entre ellos y los sentimientos de afecto y cariño que se manifiestan  constantemente aunque estén distanciados "por cuestión de plata", como dice Mile.

Ellos son dos personas completamente diferentes pero con corazón grande, propio de su  sensibilidad y bondad incalculable, por eso fueron capaces de crear un universo musical hoy reconocido en nuestro acervo folclórico. Tal vez no se habrían recuperado tantas obras musicales valiosas si no se hubieran unido para conformar su famoso conjunto" Los Hermanos Zuleta".
Emiliano, un hombre sencillo, sentimental, melancólico,  poeta, de pocos amigos, considerado como uno de los mejores  acordeoneros y uno de los grandes compositores vallenatos. Poncho, un cantante que llena de alegría a amigos y a extraños donde se encuentra, es el verdadero parrandero, su alegría contagiosa es inigualable y como él mismo lo dice, en esos momentos de jarana "hasta el sobregiro aguanta". Estar con Poncho es vivir un rato sin igual, donde un verso improvisado levanta el ánimo y motiva a compartir.  Allí, sin distingo alguno, se atiende a los que están y a los que llegan con manifestaciones desmesuradas de cariño del anfitrión que ameniza ese rato idílico.

Compartir con Poncho, un hombre inteligente, insuperable verseador y dotado de una memoria sorprendente, es  revivir momentos, es sentir que al escucharlo nos transportamos a un  mundo de satisfacción interior enorme.
Al conocer su trasegar por la vida, nos damos cuenta que las necesidades que pasó en su época de estudiante en Bogotá, agudizaron su ingenio musical y lo mantuvieron sencillo y querendón, como los versos fecundos de su amigo inseparable Joaquín Rodríguez, con quien desde hace muchos años comparte ratos de bohemia en la finca de sus amores "Mi salvación".
La memoria de sus padres, el viejo Mile y Carmen Díaz, son su orgullo. Es frecuente verlo melancólico recordando su origen villanuevero, a sus padres, a sus hermanos y el apoyo que recibió de Emilianito cuando conjuntamente grabaron su primer LP, Mi Preferida. Esta condición de hijo humilde y agradecido con sus progenitores me recuerda el soneto de Francisco Luis Bernárdez:
"Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado".