La humildad es la natural predisposición a lo simple hasta lograrse un estado total de ingenuidad, donde la calma predomina y las emociones no representan ningún papel sino están atadas a la razón y a los sentimientos de afecto.
La humildad es la natural predisposición a lo simple hasta lograrse un estado total de ingenuidad, donde la calma predomina y las emociones no representan ningún papel sino están atadas a la razón y a los sentimientos de afecto.
Un hombre humilde es aquel quien conoce, soporta y acepta sus fortalezas, debilidades y limitaciones dentro de los rangos más difíciles de la tolerancia y del respeto, y sin sentir humillación alguna avanza siempre con la frente en alto sin complejos, ni mentiras. Enfrenta las amenazas con la paciencia del noble y elimina los riesgos tras la bondad de su corazón, pues siempre logra ser impecable con sus palabras y amo de su silencio.
La prudencia es su virtud preferida; y el amor, un sentimiento innato, equilibrado y profundo; y se convierte en el verdadero amigo de la sensatez ya que se dedica a analizar los pequeños detalles en la trayectoria de la vida, que como modelos enseñan el verdadero camino a seguir.
La semilla de la verdad la siembra, riega y cultiva como los jardines naturales y su cosecha no la vende, la libera y suelta para la adquisición general del entorno y es de los que piensa en forma constante que esta vida sería mucho mejor si le diéramos más riendas sueltas a los sentimientos que al pensamiento, y siempre es el mismo a pesar que la misma sociedad trata de cambiarlo cada día. El perdón es una renuncia a los sentimientos negativos de la ira, y aun así considera que si la paz no es completa seguirá siendo mejor que la guerra. No cae en la envidia ya que nunca hace comparaciones, considera que las mentiras sanas solo se dicen para alegrar el alma, no para mortificarla; cambia constantemente la incredulidad por la fe, de ahí la grandeza de su alma. Maneja su propio dolor sin transmitirlo con el fin de no hacerle daño a nadie, pero cuando no puede enseñar la verdad sobre las cosas, trata al menos de insinuarla, y en donde ve que hay poca justicia, prefiere no defender los argumentos que se basan en la razón, además suele portarse como cobarde ante las situaciones sin sentido.
Por último, entiende perfectamente que las actividades políticas cuando se ejercen bajo los parámetros de la realidad se hacen más interesantes, comprensibles y justificables, pero deben acompañarse de la moral para hacerlas agradables y sentidas.
Comprende también que, cuando en la política se alcanza a andar al lado de la moral y las buenas costumbres la pena con sentimiento de culpa no asediará y se encontrará la verdad por doquiera, y así mismo piensa que la democracia nace desde el pueblo y lo deja actuar a su manera solo cuando el timón de los valores humanos toma las riendas.
Muchas veces su corazón se entristece cuando se da cuenta que para que el olvido comience a llegar se necesita que el tiempo a través de su itinerario de recorridos normales, no pare en las estaciones de los recuerdos.
No ambiciona el dinero, pero tampoco le huye y lo maneja con la mentalidad única de un medio de subsistencia y de valoración del trabajo digno, que permite no caer en desgracias personales y que su fin primordial es ponerlo a disposición del bien común a través de la generación de empleos y que por último el bienestar social cuando se busca para el entorno empieza a generar la felicidad deseada para todos. La grandeza de un hombre nace a través de su humildad y si se hace su esclavo ésta lo hace digno para toda la vida.
No le estropea a nadie su fe, ni sus ilusiones, porque piensa que quizás sean estos valores lo único que les permitan vivir a sus semejantes bajo el amparo de sus pobrezas materiales antes que del amparo de la caridad de los nobles de corazón.
Sabe que donde hay fe los milagros florecen y el aroma de la esperanza aparece, donde hay milagros hay asombro, donde hay asombro está la imagen sorpresiva de Dios. Y allí estará siempre el hombre humilde.
Por: Fausto Cotes N.
La humildad es la natural predisposición a lo simple hasta lograrse un estado total de ingenuidad, donde la calma predomina y las emociones no representan ningún papel sino están atadas a la razón y a los sentimientos de afecto.
La humildad es la natural predisposición a lo simple hasta lograrse un estado total de ingenuidad, donde la calma predomina y las emociones no representan ningún papel sino están atadas a la razón y a los sentimientos de afecto.
Un hombre humilde es aquel quien conoce, soporta y acepta sus fortalezas, debilidades y limitaciones dentro de los rangos más difíciles de la tolerancia y del respeto, y sin sentir humillación alguna avanza siempre con la frente en alto sin complejos, ni mentiras. Enfrenta las amenazas con la paciencia del noble y elimina los riesgos tras la bondad de su corazón, pues siempre logra ser impecable con sus palabras y amo de su silencio.
La prudencia es su virtud preferida; y el amor, un sentimiento innato, equilibrado y profundo; y se convierte en el verdadero amigo de la sensatez ya que se dedica a analizar los pequeños detalles en la trayectoria de la vida, que como modelos enseñan el verdadero camino a seguir.
La semilla de la verdad la siembra, riega y cultiva como los jardines naturales y su cosecha no la vende, la libera y suelta para la adquisición general del entorno y es de los que piensa en forma constante que esta vida sería mucho mejor si le diéramos más riendas sueltas a los sentimientos que al pensamiento, y siempre es el mismo a pesar que la misma sociedad trata de cambiarlo cada día. El perdón es una renuncia a los sentimientos negativos de la ira, y aun así considera que si la paz no es completa seguirá siendo mejor que la guerra. No cae en la envidia ya que nunca hace comparaciones, considera que las mentiras sanas solo se dicen para alegrar el alma, no para mortificarla; cambia constantemente la incredulidad por la fe, de ahí la grandeza de su alma. Maneja su propio dolor sin transmitirlo con el fin de no hacerle daño a nadie, pero cuando no puede enseñar la verdad sobre las cosas, trata al menos de insinuarla, y en donde ve que hay poca justicia, prefiere no defender los argumentos que se basan en la razón, además suele portarse como cobarde ante las situaciones sin sentido.
Por último, entiende perfectamente que las actividades políticas cuando se ejercen bajo los parámetros de la realidad se hacen más interesantes, comprensibles y justificables, pero deben acompañarse de la moral para hacerlas agradables y sentidas.
Comprende también que, cuando en la política se alcanza a andar al lado de la moral y las buenas costumbres la pena con sentimiento de culpa no asediará y se encontrará la verdad por doquiera, y así mismo piensa que la democracia nace desde el pueblo y lo deja actuar a su manera solo cuando el timón de los valores humanos toma las riendas.
Muchas veces su corazón se entristece cuando se da cuenta que para que el olvido comience a llegar se necesita que el tiempo a través de su itinerario de recorridos normales, no pare en las estaciones de los recuerdos.
No ambiciona el dinero, pero tampoco le huye y lo maneja con la mentalidad única de un medio de subsistencia y de valoración del trabajo digno, que permite no caer en desgracias personales y que su fin primordial es ponerlo a disposición del bien común a través de la generación de empleos y que por último el bienestar social cuando se busca para el entorno empieza a generar la felicidad deseada para todos. La grandeza de un hombre nace a través de su humildad y si se hace su esclavo ésta lo hace digno para toda la vida.
No le estropea a nadie su fe, ni sus ilusiones, porque piensa que quizás sean estos valores lo único que les permitan vivir a sus semejantes bajo el amparo de sus pobrezas materiales antes que del amparo de la caridad de los nobles de corazón.
Sabe que donde hay fe los milagros florecen y el aroma de la esperanza aparece, donde hay milagros hay asombro, donde hay asombro está la imagen sorpresiva de Dios. Y allí estará siempre el hombre humilde.
Por: Fausto Cotes N.