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Columnista - 28 agosto, 2018

Escalona y el valor de la amistad

Durante los años de la década del cincuenta del siglo anterior, ocurrieron en Valledupar algunos hechos de trascendencia en el transporte aéreo que le permitía a los vallenatos viajar en avión a Bogotá. La ruta inicial autorizada por la aeronáutica civil a la empresa Lansa (Líneas aéreas nacionales) operaba así: Barranquilla-Valledupar y regresando con escala […]

Durante los años de la década del cincuenta del siglo anterior, ocurrieron en Valledupar algunos hechos de trascendencia en el transporte aéreo que le permitía a los vallenatos viajar en avión a Bogotá. La ruta inicial autorizada por la aeronáutica civil a la empresa Lansa (Líneas aéreas nacionales) operaba así: Barranquilla-Valledupar y regresando con escala en Fundación y destino final La arenosa. En el año 1955 la compañía aerovías nacionales de Colombia (Avianca) absorbió a Lansa, reemplazando a la vez el modesto avión DC-3 por el moderno en la época el DC-4, cuatrimotor que abrió la nueva ruta Valledupar-Bogotá. Fueron los años en que los destinos de la patria eran dirigidos por el ilustre general de nuestro ejército Gustavo Rojas Pinilla; quien con mucho afecto veía hacia Valledupar por tener aquí uno de sus más admirados y queridos amigos, el maestro Rafael Escalona.

El maestro Rafa permanecía la mayor parte del tiempo en la capital donde tenía un espacio importante en los eventos sociales del general y su familia. Cualquier día del año 1956 visitando a la Maye y sus amigos andaba el maestro por aquí en el valle, cuando la llegada de un marconigrama desde el palacio presidencial le obligó a cancelar la parranda que en San Diego preparaban Andrés Becerra y “El negro Calde”, el general lo necesitaba urgente; presuroso llegó a la casa, se enganchó el vestido entero y rápidamente se fue al aeropuerto sabiendo que el vuelo a Bogotá saldría en un par de horas. Allí afanosamente trataba de explicarle al despachador de Avianca la urgencia de viajar, pues se trataba de un llamado del mismísimo presidente de los colombianos, pero el funcionario tajantemente le informó: El vuelo está lleno y ni el médico chino puede hacer nada por usted, además vamos con algo de sobrecupo y no podemos arriesgarnos a una sanción de la aerocivil. Contrariado y sin amilanarse le insistió Escalona: Escúcheme señor, ninguno de los pasajeros que va en ese avión tiene más urgencia que yo en llegar a Bogotá, entienda que es una orden del general Rojas Pinilla así que cancele el cupo a cualquier pajarraco o mándeme de pie o métame dentro de la bodega o que se quede el piloto, pero yo ahí me voy por encima de la cabeza de quien sea, porque al general ni de funda le quedo mal. Entiendo sus razones le dijo el fulano, pero en este avión no hay forma de llevarlo. El vuelo estaba próximo a salir, la gente empezó a moverse y el maestro Rafa logró llegar a la puerta del avión y allí esperó al piloto explicándole la situación con el marconigrama en la mano; este lo leyó comentándole, lo lamento señor Escalona, pero el cupo está completo y así no puedo llevarlo. Malhumorado Rafael se desabrochó el saco del vestido y desenfundó la pistola calibre 45, regalo del general Rojas que con su cinturón cananas siempre lucía, advirtiéndole duramente al capitán de la aeronave, a la hora que usted prenda el motor de este avión le desocupo la pistola a las llantas del aparato y no viajará ninguno.

El piloto sabía que un atraso en el vuelo le costaría una sanción no solo de Avianca sino también de la aerocivil y observando la entereza y el carácter del interlocutor asumiendo la responsabilidad en esto subió con Escalona y lo sentó en la banqueta de la azafata y a ésta la acomodó en el interior de la cabina. Así felizmente pudo Rafa cumplirle a su amigo, a su general y a su presidente, años después recordando el episodio me comentaba el maestro Escalona, aunque nunca lo he hecho yo podría quedarle mal hasta a una hembra que ansiosamente me estuviera esperando, pero a un amigo jamás.

Por Julio Oñate Martínez

Columnista
28 agosto, 2018

Escalona y el valor de la amistad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Durante los años de la década del cincuenta del siglo anterior, ocurrieron en Valledupar algunos hechos de trascendencia en el transporte aéreo que le permitía a los vallenatos viajar en avión a Bogotá. La ruta inicial autorizada por la aeronáutica civil a la empresa Lansa (Líneas aéreas nacionales) operaba así: Barranquilla-Valledupar y regresando con escala […]


Durante los años de la década del cincuenta del siglo anterior, ocurrieron en Valledupar algunos hechos de trascendencia en el transporte aéreo que le permitía a los vallenatos viajar en avión a Bogotá. La ruta inicial autorizada por la aeronáutica civil a la empresa Lansa (Líneas aéreas nacionales) operaba así: Barranquilla-Valledupar y regresando con escala en Fundación y destino final La arenosa. En el año 1955 la compañía aerovías nacionales de Colombia (Avianca) absorbió a Lansa, reemplazando a la vez el modesto avión DC-3 por el moderno en la época el DC-4, cuatrimotor que abrió la nueva ruta Valledupar-Bogotá. Fueron los años en que los destinos de la patria eran dirigidos por el ilustre general de nuestro ejército Gustavo Rojas Pinilla; quien con mucho afecto veía hacia Valledupar por tener aquí uno de sus más admirados y queridos amigos, el maestro Rafael Escalona.

El maestro Rafa permanecía la mayor parte del tiempo en la capital donde tenía un espacio importante en los eventos sociales del general y su familia. Cualquier día del año 1956 visitando a la Maye y sus amigos andaba el maestro por aquí en el valle, cuando la llegada de un marconigrama desde el palacio presidencial le obligó a cancelar la parranda que en San Diego preparaban Andrés Becerra y “El negro Calde”, el general lo necesitaba urgente; presuroso llegó a la casa, se enganchó el vestido entero y rápidamente se fue al aeropuerto sabiendo que el vuelo a Bogotá saldría en un par de horas. Allí afanosamente trataba de explicarle al despachador de Avianca la urgencia de viajar, pues se trataba de un llamado del mismísimo presidente de los colombianos, pero el funcionario tajantemente le informó: El vuelo está lleno y ni el médico chino puede hacer nada por usted, además vamos con algo de sobrecupo y no podemos arriesgarnos a una sanción de la aerocivil. Contrariado y sin amilanarse le insistió Escalona: Escúcheme señor, ninguno de los pasajeros que va en ese avión tiene más urgencia que yo en llegar a Bogotá, entienda que es una orden del general Rojas Pinilla así que cancele el cupo a cualquier pajarraco o mándeme de pie o métame dentro de la bodega o que se quede el piloto, pero yo ahí me voy por encima de la cabeza de quien sea, porque al general ni de funda le quedo mal. Entiendo sus razones le dijo el fulano, pero en este avión no hay forma de llevarlo. El vuelo estaba próximo a salir, la gente empezó a moverse y el maestro Rafa logró llegar a la puerta del avión y allí esperó al piloto explicándole la situación con el marconigrama en la mano; este lo leyó comentándole, lo lamento señor Escalona, pero el cupo está completo y así no puedo llevarlo. Malhumorado Rafael se desabrochó el saco del vestido y desenfundó la pistola calibre 45, regalo del general Rojas que con su cinturón cananas siempre lucía, advirtiéndole duramente al capitán de la aeronave, a la hora que usted prenda el motor de este avión le desocupo la pistola a las llantas del aparato y no viajará ninguno.

El piloto sabía que un atraso en el vuelo le costaría una sanción no solo de Avianca sino también de la aerocivil y observando la entereza y el carácter del interlocutor asumiendo la responsabilidad en esto subió con Escalona y lo sentó en la banqueta de la azafata y a ésta la acomodó en el interior de la cabina. Así felizmente pudo Rafa cumplirle a su amigo, a su general y a su presidente, años después recordando el episodio me comentaba el maestro Escalona, aunque nunca lo he hecho yo podría quedarle mal hasta a una hembra que ansiosamente me estuviera esperando, pero a un amigo jamás.

Por Julio Oñate Martínez