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Columnista - 17 agosto, 2024

¡Es por tu bien!

En Valledupar tenemos solo dos puentes peatonales y la falta de mantenimiento y la ausencia de pedagogía para educar a la ciudadanía sobre su uso han convertido estos puentes en estructuras abandonadas y peligrosas.

Boton Wpp

La seguridad vial está en una fase de modernización con nuevas tecnologías y estrategias por parte de la Secretaría de Tránsito. La actualización de los semáforos, la instalación de radares de velocidad y otras medidas para promover el transporte formal son pasos positivos hacia un entorno más seguro. Sin embargo, el cambio real comienza con nosotros, con nuestra conciencia y responsabilidad personal.

La realidad es que cada vez que salimos, estamos expuestos a riesgos. Por eso, usar el casco, el cinturón de seguridad, el chaleco reflectivo y cruzar por la cebra no son acciones que constituyen formalidades, ni es un tema de evitar multas; es de valorar nuestras vidas y las de quienes nos rodean.

En este sentido, la implementación de nuevas tecnologías es importante, pero no sustituye la responsabilidad personal. Se ha señalado la necesidad de “tener más dispositivos electrónicos para aumentar el control”. Aunque son necesarios, hay que seguir trabajando en la humanización y robustecer las campañas de sensibilización. 

Cada año, más de 1,3 millones de personas mueren en las carreteras  y decenas de millones sufren heridas graves, según la Agencia Nacional de Seguridad Vial.  No obstante, a pesar de esta realidad, seguimos observando comportamientos peligrosos que desafían estas reglas y ponen nuestras vidas en riesgo.

Es alarmante ver a cuatro personas, incluidos niños pequeños, transportadas en una moto y además, sin las debidas medidas de seguridad. ¿Acaso no tememos perder la vida? ¿No queremos a las personas que van con nosotros en esas condiciones tan peligrosas? Más allá de las sanciones, la verdadera pregunta es si entendemos la importancia de estas medidas preventivas.

Recientemente, al subirme a un taxi, intenté colocarme el cinturón de seguridad, pero el conductor me dijo que no era necesario. Esta actitud refleja una preocupante indiferencia hacia las normas diseñadas para protegernos. Los policías de tránsito que verifican el cumplimiento no están allí para molestarnos; están allí para nuestra protección. Es lamentable que algunos vean su trabajo como una molestia, cuando en realidad están actuando en nuestro mejor interés.

Adicionalmente, sentirse inseguro al cruzar una calle es algo que se ha normalizado tanto que aunque el semáforo esté en rojo, no siempre tenemos la certeza de que los vehículos seguirán o respetarán el paso peatonal. Esta incertidumbre convierte el paso en una especie de lotería, donde la seguridad depende más de la suerte de lograr cruzar rápido que de la confianza en el cumplimiento de las normas y señales de tránsito.

Tanto conductores como peatones debemos ser conscientes de nuestras responsabilidades. Los conductores deben detenerse en los pasos peatonales. Por su parte, los peatones deben estar atentos  y asegurarse de que es seguro cruzar antes de hacerlo.

En Valledupar tenemos solo dos puentes peatonales y la falta de mantenimiento y la ausencia de pedagogía para educar a la ciudadanía sobre su uso han convertido estos puentes en estructuras abandonadas y peligrosas.

No basta con construir infraestructura, ni modernizar con nuevas tecnologías. Necesitamos funcionarios que hagan seguimientos y fomenten la correcta implementación de estas medidas para que realmente beneficien a la comunidad.

La vida es demasiado valiosa para arriesgarla por negligencias.  Al cumplir las normas de tránsito y usar las medidas de protección adecuadas, nos cuidamos y mostramos respeto por los demás. Seamos responsables y trabajemos para hacer de nuestras vías un lugar más seguro para todos. Recuerda: ¡Es por tu bien!

Por: Sara Montero Muleth

Columnista
17 agosto, 2024

¡Es por tu bien!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Sara Montero Muleth

En Valledupar tenemos solo dos puentes peatonales y la falta de mantenimiento y la ausencia de pedagogía para educar a la ciudadanía sobre su uso han convertido estos puentes en estructuras abandonadas y peligrosas.


La seguridad vial está en una fase de modernización con nuevas tecnologías y estrategias por parte de la Secretaría de Tránsito. La actualización de los semáforos, la instalación de radares de velocidad y otras medidas para promover el transporte formal son pasos positivos hacia un entorno más seguro. Sin embargo, el cambio real comienza con nosotros, con nuestra conciencia y responsabilidad personal.

La realidad es que cada vez que salimos, estamos expuestos a riesgos. Por eso, usar el casco, el cinturón de seguridad, el chaleco reflectivo y cruzar por la cebra no son acciones que constituyen formalidades, ni es un tema de evitar multas; es de valorar nuestras vidas y las de quienes nos rodean.

En este sentido, la implementación de nuevas tecnologías es importante, pero no sustituye la responsabilidad personal. Se ha señalado la necesidad de “tener más dispositivos electrónicos para aumentar el control”. Aunque son necesarios, hay que seguir trabajando en la humanización y robustecer las campañas de sensibilización. 

Cada año, más de 1,3 millones de personas mueren en las carreteras  y decenas de millones sufren heridas graves, según la Agencia Nacional de Seguridad Vial.  No obstante, a pesar de esta realidad, seguimos observando comportamientos peligrosos que desafían estas reglas y ponen nuestras vidas en riesgo.

Es alarmante ver a cuatro personas, incluidos niños pequeños, transportadas en una moto y además, sin las debidas medidas de seguridad. ¿Acaso no tememos perder la vida? ¿No queremos a las personas que van con nosotros en esas condiciones tan peligrosas? Más allá de las sanciones, la verdadera pregunta es si entendemos la importancia de estas medidas preventivas.

Recientemente, al subirme a un taxi, intenté colocarme el cinturón de seguridad, pero el conductor me dijo que no era necesario. Esta actitud refleja una preocupante indiferencia hacia las normas diseñadas para protegernos. Los policías de tránsito que verifican el cumplimiento no están allí para molestarnos; están allí para nuestra protección. Es lamentable que algunos vean su trabajo como una molestia, cuando en realidad están actuando en nuestro mejor interés.

Adicionalmente, sentirse inseguro al cruzar una calle es algo que se ha normalizado tanto que aunque el semáforo esté en rojo, no siempre tenemos la certeza de que los vehículos seguirán o respetarán el paso peatonal. Esta incertidumbre convierte el paso en una especie de lotería, donde la seguridad depende más de la suerte de lograr cruzar rápido que de la confianza en el cumplimiento de las normas y señales de tránsito.

Tanto conductores como peatones debemos ser conscientes de nuestras responsabilidades. Los conductores deben detenerse en los pasos peatonales. Por su parte, los peatones deben estar atentos  y asegurarse de que es seguro cruzar antes de hacerlo.

En Valledupar tenemos solo dos puentes peatonales y la falta de mantenimiento y la ausencia de pedagogía para educar a la ciudadanía sobre su uso han convertido estos puentes en estructuras abandonadas y peligrosas.

No basta con construir infraestructura, ni modernizar con nuevas tecnologías. Necesitamos funcionarios que hagan seguimientos y fomenten la correcta implementación de estas medidas para que realmente beneficien a la comunidad.

La vida es demasiado valiosa para arriesgarla por negligencias.  Al cumplir las normas de tránsito y usar las medidas de protección adecuadas, nos cuidamos y mostramos respeto por los demás. Seamos responsables y trabajemos para hacer de nuestras vías un lugar más seguro para todos. Recuerda: ¡Es por tu bien!

Por: Sara Montero Muleth