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Columnista - 31 marzo, 2025

Entre el placer y el dolor, la felicidad

El equilibrio entre el placer y el dolor es un baile perpetuo que nos depara la experiencia humana en el ensayo sobre la vida. Como dos caras de la misma moneda, el placer y el dolor se correlacionan en un complejo juego de contrastes que modelan nuestras vidas.

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El equilibrio entre el placer y el dolor es un baile perpetuo que nos depara la experiencia humana en el ensayo sobre la vida. Como dos caras de la misma moneda, el placer y el dolor se correlacionan en un complejo juego de contrastes que modelan nuestras vidas.

El placer, con sus dulces notas, nos seduce con la gratificación y la satisfacción. Es el cálido saludo del sol en un día de primavera, el sabor embriagador de un beso apasionado a la mujer amada, la risa contagiosa de un ser querido. El placer nos recuerda la belleza efímera de la existencia.

Sin embargo, el dolor, con su aguda espina, también busca su equipaje para lograr un lugar en el vehículo viajero. Es la sombra que oscurece el camino, la herida que deja cicatrices en el alma, la pérdida que hace temblar ante el fracaso. El dolor nos enfrenta con nuestras vulnerabilidades, nos obliga a mirar de frente nuestras limitaciones y nos recuerda lo frágiles que somos.

El equilibrio entre estos dos conceptos es fundamental para nuestra salud corporal, mental y emocional. Demasiado placer puede llevarnos a la complacencia, la superficialidad, el aburrimiento y el vicio, mientras que un exceso de dolor puede sumirnos en la tristeza y desesperanza profunda.

Es en los momentos de dolor que descubrimos nuestra fuerza interior, nuestra capacidad de resistir, tolerar, conformarnos y superar las pruebas que la vida nos presenta. 

El equilibrio entre el placer y el dolor también nos recuerda que el sufrimiento es inevitable, pero también transitorio. Nos enseña a apreciar los pequeños momentos de felicidad en medio de la adversidad y a encontrar consuelo en la compañía de aquellos en que el afecto les asiste.

El equilibrio entre el placer y el dolor nos invita a encontrar el significado en cada lágrima derramada y en cada sonrisa compartida. Es en este equilibrio que encontramos la verdadera plenitud y la paz.

En la vida económica, el placer se encuentra en el éxito y la realización profesional; en disfrutar de la riqueza sin convertirse en su esclavo, mientras que el dolor se manifiesta en el manejo de la competencia desleal, y en la pleitesía rendida al dinero.

En la vida política, el placer aparece con el auge del progreso social y la equidad en los aspectos básicos, mientras que el dolor se manifiesta en la indignidad a través de la falta de personalidad del dirigente, en especial, cuando éste se afianza en la corrupción, la opresión y la tiranía, y aquí, solo es admirado por sus propios electores, quienes fácilmente demuestran su salvajismo como prueba de sus debilidades.

En la vida social, el placer se encuentra en la solidaridad comunitaria, en el trabajo en equipo con el intercambio de conocimientos y probidad en las normas; mientras que el dolor se ve en el manejo de la envidia, en la inconformidad del poderoso, en el patrocinio de la miseria y en la injusticia con la falta de sensibilidad por el bienestar común. El placer se asoma, cuando la economía prospera, la política es justa y la sociedad es participativa, equilibrada y empática.

En la naturaleza misma, el placer se encuentra en la suave caricia del viento entre los bosques, en el canto del ave, en el aroma embriagador de las flores al abrirse al sol. El dolor se revela en la furia de la tormenta, en el golpe de la avalancha que arrasa todo a su paso, en el relámpago misterioso, que aterroriza y espanta. Sin embargo, la felicidad se halla en el equilibrio armonioso de los ecosistemas, en el cuidado del aire y de la luz, en la danza eterna de la vida y la muerte, donde cada ser animado e inanimado encuentra su lugar en el vasto horizonte, que hace que la misma naturaleza forme parte de un todo indisoluble y hermoso.

Cuando se logra lo que se busca el placer es inmenso, el dolor se diluye y la felicidad aparece, lo cual nos indica que la vida sin objetivo alguno no vale la pena, ya que el tiempo se acorta y cuando la tarde llega nos damos cuenta que ya no hay nada que hacer, pues hemos rechazada el placer de saber vivir, que no es otro que, servir bien a tu pequeño universo de cosas. 

En conclusión, solo se empieza a ser feliz cuando se ha aprendido a manejar la verdad y esta es la relación equilibrada entre la razón, emoción y sentimiento.

Por: Fausto Cotes N.

Columnista
31 marzo, 2025

Entre el placer y el dolor, la felicidad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

El equilibrio entre el placer y el dolor es un baile perpetuo que nos depara la experiencia humana en el ensayo sobre la vida. Como dos caras de la misma moneda, el placer y el dolor se correlacionan en un complejo juego de contrastes que modelan nuestras vidas.


El equilibrio entre el placer y el dolor es un baile perpetuo que nos depara la experiencia humana en el ensayo sobre la vida. Como dos caras de la misma moneda, el placer y el dolor se correlacionan en un complejo juego de contrastes que modelan nuestras vidas.

El placer, con sus dulces notas, nos seduce con la gratificación y la satisfacción. Es el cálido saludo del sol en un día de primavera, el sabor embriagador de un beso apasionado a la mujer amada, la risa contagiosa de un ser querido. El placer nos recuerda la belleza efímera de la existencia.

Sin embargo, el dolor, con su aguda espina, también busca su equipaje para lograr un lugar en el vehículo viajero. Es la sombra que oscurece el camino, la herida que deja cicatrices en el alma, la pérdida que hace temblar ante el fracaso. El dolor nos enfrenta con nuestras vulnerabilidades, nos obliga a mirar de frente nuestras limitaciones y nos recuerda lo frágiles que somos.

El equilibrio entre estos dos conceptos es fundamental para nuestra salud corporal, mental y emocional. Demasiado placer puede llevarnos a la complacencia, la superficialidad, el aburrimiento y el vicio, mientras que un exceso de dolor puede sumirnos en la tristeza y desesperanza profunda.

Es en los momentos de dolor que descubrimos nuestra fuerza interior, nuestra capacidad de resistir, tolerar, conformarnos y superar las pruebas que la vida nos presenta. 

El equilibrio entre el placer y el dolor también nos recuerda que el sufrimiento es inevitable, pero también transitorio. Nos enseña a apreciar los pequeños momentos de felicidad en medio de la adversidad y a encontrar consuelo en la compañía de aquellos en que el afecto les asiste.

El equilibrio entre el placer y el dolor nos invita a encontrar el significado en cada lágrima derramada y en cada sonrisa compartida. Es en este equilibrio que encontramos la verdadera plenitud y la paz.

En la vida económica, el placer se encuentra en el éxito y la realización profesional; en disfrutar de la riqueza sin convertirse en su esclavo, mientras que el dolor se manifiesta en el manejo de la competencia desleal, y en la pleitesía rendida al dinero.

En la vida política, el placer aparece con el auge del progreso social y la equidad en los aspectos básicos, mientras que el dolor se manifiesta en la indignidad a través de la falta de personalidad del dirigente, en especial, cuando éste se afianza en la corrupción, la opresión y la tiranía, y aquí, solo es admirado por sus propios electores, quienes fácilmente demuestran su salvajismo como prueba de sus debilidades.

En la vida social, el placer se encuentra en la solidaridad comunitaria, en el trabajo en equipo con el intercambio de conocimientos y probidad en las normas; mientras que el dolor se ve en el manejo de la envidia, en la inconformidad del poderoso, en el patrocinio de la miseria y en la injusticia con la falta de sensibilidad por el bienestar común. El placer se asoma, cuando la economía prospera, la política es justa y la sociedad es participativa, equilibrada y empática.

En la naturaleza misma, el placer se encuentra en la suave caricia del viento entre los bosques, en el canto del ave, en el aroma embriagador de las flores al abrirse al sol. El dolor se revela en la furia de la tormenta, en el golpe de la avalancha que arrasa todo a su paso, en el relámpago misterioso, que aterroriza y espanta. Sin embargo, la felicidad se halla en el equilibrio armonioso de los ecosistemas, en el cuidado del aire y de la luz, en la danza eterna de la vida y la muerte, donde cada ser animado e inanimado encuentra su lugar en el vasto horizonte, que hace que la misma naturaleza forme parte de un todo indisoluble y hermoso.

Cuando se logra lo que se busca el placer es inmenso, el dolor se diluye y la felicidad aparece, lo cual nos indica que la vida sin objetivo alguno no vale la pena, ya que el tiempo se acorta y cuando la tarde llega nos damos cuenta que ya no hay nada que hacer, pues hemos rechazada el placer de saber vivir, que no es otro que, servir bien a tu pequeño universo de cosas. 

En conclusión, solo se empieza a ser feliz cuando se ha aprendido a manejar la verdad y esta es la relación equilibrada entre la razón, emoción y sentimiento.

Por: Fausto Cotes N.