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Columnista - 2 mayo, 2010

Entre el pasado y el presente

Por: Nurys pardo “No hay mal que por bien no venga”, dice un viejo aforismo sin autor conocido, frase celebre que podemos aplicar justamente en Valledupar. No hace mucho tiempo, un ciudadano haciendo uso de sus derechos fundamentales constitucionales  elevó ante el juez administrativo una demanda de acción popular, en contra de la estructura en […]

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Por: Nurys pardo

“No hay mal que por bien no venga”, dice un viejo aforismo sin autor conocido, frase celebre que podemos aplicar justamente en Valledupar.
No hace mucho tiempo, un ciudadano haciendo uso de sus derechos fundamentales constitucionales  elevó ante el juez administrativo una demanda de acción popular, en contra de la estructura en hierro y concreto que hace de tarima en el entorno de la plaza Alfonso López y donde por mucho tiempo se venia realizando el concurso de acordeoneros, junto a las demás modalidades del Festival vallenato, en lo que acordeón y canto se refiere.
La acción  impetrada, según el actor, va encaminada a que el escenario se amolde a la necesidad histórica y folklórica, para que conserve en su parte visual una correlación con el evento mismo y sin romper el marco histórico del sitio donde se encuentra ubicada la tarima Francisco El Hombre.
Hecho el recorrido procesal indispensable, el juez administrativo para ese entonces, doctor Jorge Meza, tomó como viable las pretensiones y previo estudio conceptúo en su veredicto que lo pedido no era una simple ilusión, sino que, por el contrario, era una necesidad que conllevaría al engrandecimiento del entorno histórico cultural de la plaza Alfonso López, adicionándola a los estándares del evento mismo, sin que ello implique, el cambio de ninguna parte de lo que es hoy la estructura de la tarima, es decir, en ningún momento se va demoler la tarima Francisco El Hombre, como falsamente se ha interpretado por muchos, creo sin temor a equivocarme, que sin haberse detenido a leer la providencia judicial.
En principio la sentencia del juez causó malestar, pero, como todo muerto tiene doliente, un muy avezado arquitecto y valduparense desde luego, se dio el lujo bajo los efectos del insomnio de varias noches en diseñar una maqueta muy su-generis, que, aunque no ha sido mostrada ampliamente, llena el querer y la necesidad adecuándola a lo que es hoy el Valledupar del ayer, frente a lo que queremos de nuestra moderna ciudad en ese sitio que hace parte de lo cultural e histórico como monumento.
El arquitecto Alberto González Mestre, propone en su intento acondicionar una estructura simbólica enmarcada en un acordeón con sus fuelles abiertos, sus notas y bajos de izquierda a derecha, su techo sostenido por una guacharaca en forma de columna, con respecto al trinche que hace sonoro este instrumento serán con sus radios integrantes del techo y en el fondo en alto relieve la sonora caja, sitio donde estarán trepado los tres elementos del conjunto típico vallenato.
Con esta innovación y este acontecer la plaza Alfonso López, se constituye en un lugar paradisiaco donde la tarima no rompe la armonía colonial de sus viejas casonas, por el contrario, recrea la vista del visitante y enarbola la máxima expresión de este sector de Colombia, que con sus cantos, poesías, notas, y demás sacan la cara por el país en lo que a cultura se refiere.
Desconozco si la obra majestuosa de Alberto González ha sido acogida, pero sugiero a las autoridades municipales, que si queremos hacer un verdadero homenaje a la música Vallenata, esa que perteneció a los esclavos del pasado y que hoy es consentida por las grandes elites, y por igual se ha convertido en la principal embajadora de nuestra tierra, proceda a acoger el proyecto, construir lo ofrendado y dejar a la ciudad como una ciudad moderna y cultural dentro de su propia génesis.
[email protected]

Columnista
2 mayo, 2010

Entre el pasado y el presente

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Nurys Pardo Conrado

Por: Nurys pardo “No hay mal que por bien no venga”, dice un viejo aforismo sin autor conocido, frase celebre que podemos aplicar justamente en Valledupar. No hace mucho tiempo, un ciudadano haciendo uso de sus derechos fundamentales constitucionales  elevó ante el juez administrativo una demanda de acción popular, en contra de la estructura en […]


Por: Nurys pardo

“No hay mal que por bien no venga”, dice un viejo aforismo sin autor conocido, frase celebre que podemos aplicar justamente en Valledupar.
No hace mucho tiempo, un ciudadano haciendo uso de sus derechos fundamentales constitucionales  elevó ante el juez administrativo una demanda de acción popular, en contra de la estructura en hierro y concreto que hace de tarima en el entorno de la plaza Alfonso López y donde por mucho tiempo se venia realizando el concurso de acordeoneros, junto a las demás modalidades del Festival vallenato, en lo que acordeón y canto se refiere.
La acción  impetrada, según el actor, va encaminada a que el escenario se amolde a la necesidad histórica y folklórica, para que conserve en su parte visual una correlación con el evento mismo y sin romper el marco histórico del sitio donde se encuentra ubicada la tarima Francisco El Hombre.
Hecho el recorrido procesal indispensable, el juez administrativo para ese entonces, doctor Jorge Meza, tomó como viable las pretensiones y previo estudio conceptúo en su veredicto que lo pedido no era una simple ilusión, sino que, por el contrario, era una necesidad que conllevaría al engrandecimiento del entorno histórico cultural de la plaza Alfonso López, adicionándola a los estándares del evento mismo, sin que ello implique, el cambio de ninguna parte de lo que es hoy la estructura de la tarima, es decir, en ningún momento se va demoler la tarima Francisco El Hombre, como falsamente se ha interpretado por muchos, creo sin temor a equivocarme, que sin haberse detenido a leer la providencia judicial.
En principio la sentencia del juez causó malestar, pero, como todo muerto tiene doliente, un muy avezado arquitecto y valduparense desde luego, se dio el lujo bajo los efectos del insomnio de varias noches en diseñar una maqueta muy su-generis, que, aunque no ha sido mostrada ampliamente, llena el querer y la necesidad adecuándola a lo que es hoy el Valledupar del ayer, frente a lo que queremos de nuestra moderna ciudad en ese sitio que hace parte de lo cultural e histórico como monumento.
El arquitecto Alberto González Mestre, propone en su intento acondicionar una estructura simbólica enmarcada en un acordeón con sus fuelles abiertos, sus notas y bajos de izquierda a derecha, su techo sostenido por una guacharaca en forma de columna, con respecto al trinche que hace sonoro este instrumento serán con sus radios integrantes del techo y en el fondo en alto relieve la sonora caja, sitio donde estarán trepado los tres elementos del conjunto típico vallenato.
Con esta innovación y este acontecer la plaza Alfonso López, se constituye en un lugar paradisiaco donde la tarima no rompe la armonía colonial de sus viejas casonas, por el contrario, recrea la vista del visitante y enarbola la máxima expresión de este sector de Colombia, que con sus cantos, poesías, notas, y demás sacan la cara por el país en lo que a cultura se refiere.
Desconozco si la obra majestuosa de Alberto González ha sido acogida, pero sugiero a las autoridades municipales, que si queremos hacer un verdadero homenaje a la música Vallenata, esa que perteneció a los esclavos del pasado y que hoy es consentida por las grandes elites, y por igual se ha convertido en la principal embajadora de nuestra tierra, proceda a acoger el proyecto, construir lo ofrendado y dejar a la ciudad como una ciudad moderna y cultural dentro de su propia génesis.
[email protected]