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Columnista - 4 junio, 2018

Entre dos países y dos futuros

La segunda vuelta presidencial no incorpora una escogencia menor. Por el contrario, aunque la elección se personaliza entre Duque y Petro, los votantes escogerán entre dos concepciones antagónicas del Estado y el ordenamiento político, económico y social; dos visiones diferentes del presente y futuro de Colombia. La primera, inspirada en la libertad, el imperio de […]

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La segunda vuelta presidencial no incorpora una escogencia menor. Por el contrario, aunque la elección se personaliza entre Duque y Petro, los votantes escogerán entre dos concepciones antagónicas del Estado y el ordenamiento político, económico y social; dos visiones diferentes del presente y futuro de Colombia.

La primera, inspirada en la libertad, el imperio de la Ley y la democracia, representa la positiva continuidad de las instituciones del “Estado Social de Derecho”, con poderes soberanos e independientes, y con economía de mercado, respeto a la propiedad privada y libre empresa como motores del crecimiento.

La segunda, hija del Socialismo Bolivariano, conlleva los riesgos de estas fallidas “revoluciones” en el continente: estatización; expropiación indiscriminada de la tierra; pérdida de libertades, con la de prensa a la cabeza; persecución a opositores; destrucción del aparato productivo y escasez; caos cambiario y monetario; corrupción estatal y violencia.

Me atemoriza un gobierno de orientación “comunista”, seguidor del modelo cubano que inspiró al Socialismo del siglo XXI, desde la sufrida Venezuela de Chávez y Maduro; la Nicaragua que hoy se levanta contra “Ortega y señora”; la Bolivia atada al autoritarismo de Morales y el Ecuador inestable de Correa y Moreno, hasta el Brasil de Lula y Rousseff, con Lava Jato incluido; y el desastre kirchneriano de populismo y corrupción, que hoy tiene a la rica Argentina ante el FMI.

La decisión de los colombianos, sin embargo, también tiene que ver con las personas y, por tanto, es necesario ponerlas en la balanza.
Petro: Con arrogancia, anunciaba constituyente y, hoy, con desfachatez, abjura para conseguir votos. Ayer admiraba a Chávez y al Socialismo Bolivariano, y hoy, como Pedro, lo niega sin pudor. Con improvidencia, promete destruir sin construir. Acabará con las EPS y la economía petrolera, pero no se conocen sus propuestas. Con temeridad, incita al odio de clases. Con populismo, manipula las angustias de los más necesitados.

Duque: Con gallardía, reconoce su aprecio por Álvaro Uribe, pero aclara que gobernará con todos y para todos. Con inteligencia, domina los temas nacionales y reivindica la preparación y el dinamismo de la juventud. Con humildad, asume sus triunfos y, con disciplina, reconoce el papel de su partido. Con ejemplo, enseña que se pueden combatir las ideas sin atacar a las personas. Con optimismo, invita a LA ESPERANZA y, con generosidad, a enterrar odios y unir esfuerzos. Con transparencia, renuncia a “negociar” apoyos y, con gran consistencia, insiste en su discurso de legalidad, emprendimiento y equidad.

Yo tengo claro el país y el futuro que quiero. Votaré por Duque presidente. ¿Y usted? Mire a Venezuela, Nicaragua o Cuba; compare con su visión de país y, entonces sí, enfrente la crucial disyuntiva.

José Félix Lafaurie Rivera 
@jflafaurie

Columnista
4 junio, 2018

Entre dos países y dos futuros

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Félix Lafaurie Rivera

La segunda vuelta presidencial no incorpora una escogencia menor. Por el contrario, aunque la elección se personaliza entre Duque y Petro, los votantes escogerán entre dos concepciones antagónicas del Estado y el ordenamiento político, económico y social; dos visiones diferentes del presente y futuro de Colombia. La primera, inspirada en la libertad, el imperio de […]


La segunda vuelta presidencial no incorpora una escogencia menor. Por el contrario, aunque la elección se personaliza entre Duque y Petro, los votantes escogerán entre dos concepciones antagónicas del Estado y el ordenamiento político, económico y social; dos visiones diferentes del presente y futuro de Colombia.

La primera, inspirada en la libertad, el imperio de la Ley y la democracia, representa la positiva continuidad de las instituciones del “Estado Social de Derecho”, con poderes soberanos e independientes, y con economía de mercado, respeto a la propiedad privada y libre empresa como motores del crecimiento.

La segunda, hija del Socialismo Bolivariano, conlleva los riesgos de estas fallidas “revoluciones” en el continente: estatización; expropiación indiscriminada de la tierra; pérdida de libertades, con la de prensa a la cabeza; persecución a opositores; destrucción del aparato productivo y escasez; caos cambiario y monetario; corrupción estatal y violencia.

Me atemoriza un gobierno de orientación “comunista”, seguidor del modelo cubano que inspiró al Socialismo del siglo XXI, desde la sufrida Venezuela de Chávez y Maduro; la Nicaragua que hoy se levanta contra “Ortega y señora”; la Bolivia atada al autoritarismo de Morales y el Ecuador inestable de Correa y Moreno, hasta el Brasil de Lula y Rousseff, con Lava Jato incluido; y el desastre kirchneriano de populismo y corrupción, que hoy tiene a la rica Argentina ante el FMI.

La decisión de los colombianos, sin embargo, también tiene que ver con las personas y, por tanto, es necesario ponerlas en la balanza.
Petro: Con arrogancia, anunciaba constituyente y, hoy, con desfachatez, abjura para conseguir votos. Ayer admiraba a Chávez y al Socialismo Bolivariano, y hoy, como Pedro, lo niega sin pudor. Con improvidencia, promete destruir sin construir. Acabará con las EPS y la economía petrolera, pero no se conocen sus propuestas. Con temeridad, incita al odio de clases. Con populismo, manipula las angustias de los más necesitados.

Duque: Con gallardía, reconoce su aprecio por Álvaro Uribe, pero aclara que gobernará con todos y para todos. Con inteligencia, domina los temas nacionales y reivindica la preparación y el dinamismo de la juventud. Con humildad, asume sus triunfos y, con disciplina, reconoce el papel de su partido. Con ejemplo, enseña que se pueden combatir las ideas sin atacar a las personas. Con optimismo, invita a LA ESPERANZA y, con generosidad, a enterrar odios y unir esfuerzos. Con transparencia, renuncia a “negociar” apoyos y, con gran consistencia, insiste en su discurso de legalidad, emprendimiento y equidad.

Yo tengo claro el país y el futuro que quiero. Votaré por Duque presidente. ¿Y usted? Mire a Venezuela, Nicaragua o Cuba; compare con su visión de país y, entonces sí, enfrente la crucial disyuntiva.

José Félix Lafaurie Rivera 
@jflafaurie