Entre la euforia del Nobel y el horror de una humilde niña asesinada por un “niño bien”; entre los bombos y platillos, entre música y canciones, a nadie parece importarle que la Corte Constitucional haya permitido la más profunda reforma de las instituciones democráticas desde 1991, por la vía del fast track, cuyo principal reparo […]
Entre la euforia del Nobel y el horror de una humilde niña asesinada por un “niño bien”; entre los bombos y platillos, entre música y canciones, a nadie parece importarle que la Corte Constitucional haya permitido la más profunda reforma de las instituciones democráticas desde 1991, por la vía del fast track, cuyo principal reparo no es tanto la rapidez del procedimiento, sino su condición sumaria, por encima de las facultades de la Corte misma y del Congreso, ahora concentradas en el Ejecutivo, con la exclusividad de la iniciativa legislativa y poder de veto a cualquier modificación. Una avalancha legislativa blindada contra demandas de inconstitucionalidad, para ajustarse a las exigencias de un Acuerdo también inmodificable, aun en contra de la voluntad popular en las urnas, y además, totalmente desfinanciado.
Entre tanto, se nos vino encima la reforma tributaria, también aprobada a lo fast track por las mayorías de la Unidad Nacional, después de esperar las conclusiones de una Comisión a la que no se le hizo caso, y de hacer cola para no afectar un plebiscito en que el Gobierno salió derrotado.
El Gobierno podrá decir misa en sus propagandas, afirmando que la canasta básica continuará sin IVA, pero sin hablar del aumento de los combustibles, que afecta el transporte de los más pobres y también a la canasta básica, sin IVA pero más costosa. Sin hablar de los productos que no están en la canasta del DANE pero sí en la real de los estratos bajos y medios. Ya las mujeres reclamaron por el discriminatorio IVA del 19 % a sus productos de protección íntima.
Por el lado de los empresarios la inconformidad no es menor. En contra de las recomendaciones de la Comisión, el ánimo fiscalista del Gobierno aplazó hasta 2019 la reducción del impuesto a las sociedades, con lo cual aplazó la recuperación del empleo, la reactivación económica y la competitividad internacional. Y como si fuera poco, subió un 33% la renta presuntiva, ese absurdo impuesto sobre lo que se presume que se debió ganar aunque no se haya ganado.
Hoy el afán del Gobierno es la pérdida del grado de inversión, que se puede perder de todas formas por el crítico desbalance del sector externo, lo cual impactaría el costo de la deuda en más de 5 billones, ahuyentaría la inversión externa y allanaría el camino a la recesión. La economía es pragmática y va por caminos diferentes a los del Nobel y las promesas de prosperidad del posacuerdo.
Las Reformas sin reducción del gasto y lucha contra la corrupción y la evasión son reformas fiscalistas. Las que no promueven la competitividad industrial, agropecuaria y de servicios para generar empleo y reemplazar la renta petrolera, son reformas “tapa huecos” que asaltan el bolsillo de los colombianos y son anticipo de la siguiente reforma. Pero no importa. Llegó diciembre con su alegría…
Entre la euforia del Nobel y el horror de una humilde niña asesinada por un “niño bien”; entre los bombos y platillos, entre música y canciones, a nadie parece importarle que la Corte Constitucional haya permitido la más profunda reforma de las instituciones democráticas desde 1991, por la vía del fast track, cuyo principal reparo […]
Entre la euforia del Nobel y el horror de una humilde niña asesinada por un “niño bien”; entre los bombos y platillos, entre música y canciones, a nadie parece importarle que la Corte Constitucional haya permitido la más profunda reforma de las instituciones democráticas desde 1991, por la vía del fast track, cuyo principal reparo no es tanto la rapidez del procedimiento, sino su condición sumaria, por encima de las facultades de la Corte misma y del Congreso, ahora concentradas en el Ejecutivo, con la exclusividad de la iniciativa legislativa y poder de veto a cualquier modificación. Una avalancha legislativa blindada contra demandas de inconstitucionalidad, para ajustarse a las exigencias de un Acuerdo también inmodificable, aun en contra de la voluntad popular en las urnas, y además, totalmente desfinanciado.
Entre tanto, se nos vino encima la reforma tributaria, también aprobada a lo fast track por las mayorías de la Unidad Nacional, después de esperar las conclusiones de una Comisión a la que no se le hizo caso, y de hacer cola para no afectar un plebiscito en que el Gobierno salió derrotado.
El Gobierno podrá decir misa en sus propagandas, afirmando que la canasta básica continuará sin IVA, pero sin hablar del aumento de los combustibles, que afecta el transporte de los más pobres y también a la canasta básica, sin IVA pero más costosa. Sin hablar de los productos que no están en la canasta del DANE pero sí en la real de los estratos bajos y medios. Ya las mujeres reclamaron por el discriminatorio IVA del 19 % a sus productos de protección íntima.
Por el lado de los empresarios la inconformidad no es menor. En contra de las recomendaciones de la Comisión, el ánimo fiscalista del Gobierno aplazó hasta 2019 la reducción del impuesto a las sociedades, con lo cual aplazó la recuperación del empleo, la reactivación económica y la competitividad internacional. Y como si fuera poco, subió un 33% la renta presuntiva, ese absurdo impuesto sobre lo que se presume que se debió ganar aunque no se haya ganado.
Hoy el afán del Gobierno es la pérdida del grado de inversión, que se puede perder de todas formas por el crítico desbalance del sector externo, lo cual impactaría el costo de la deuda en más de 5 billones, ahuyentaría la inversión externa y allanaría el camino a la recesión. La economía es pragmática y va por caminos diferentes a los del Nobel y las promesas de prosperidad del posacuerdo.
Las Reformas sin reducción del gasto y lucha contra la corrupción y la evasión son reformas fiscalistas. Las que no promueven la competitividad industrial, agropecuaria y de servicios para generar empleo y reemplazar la renta petrolera, son reformas “tapa huecos” que asaltan el bolsillo de los colombianos y son anticipo de la siguiente reforma. Pero no importa. Llegó diciembre con su alegría…