Dos músicos chilenos que viajan por el continente aterrizaron en Valledupar por unos y se sorprendieron cómo conviven la ciudad y el vallenato.
Viajando por Latinoamérica conocen culturas, de las que hablan en sus canciones. De México a Chile, por toda Latinoamérica viajan vestidos de intensos colores queriendo hallar las raíces de cada ritmo tradicional de la ciudad o región donde aterrizan antes de imprimir un toque de su particular estilo.
Son nueve años desde que Marilyn Lizama y César Villagrán viven para la música en el ‘Dúo manzanares’. Su nombre es impuesto. “A la gente le gustaba como cantábamos ‘Rio manzanares’, donde íbamos la pedían. Entonces empezaron a llamarnos ‘Los manzanares’. Así que no encontramos mejor representativo”, cuenta Marilyn.
En su recorrido, el dúo atravesó Colombia hace tres meses. La primera vez no ocultaron la sorpresa: es inusual la forma cómo se vive la música. No basta conocer una región para hablar de Colombia, “cada región es una cultura, una pasión. Es como unir gente alegre en una sola frontera”.
Antes de aterrizar en Valledupar recorrieron el César participando en concursos de poesía. Cuando llegaron a la capital del departamento vivieron por primera vez la experiencia de una ciudad en la que en cada respiro tiene aroma vallenato. Entendieron por qué Valledupar es la capital mundial de vallenato. “Es increíble cómo se vive la música en el espacio público; esculturas de acordeones, leyendas y artistas en los parques. Pero es más increíble porque la gente no deja morir a los que ya no están. Cada vez que te encuentras una escultura o escuchas una canción, el cantante o la banda toman vida. No lo había vivido en ninguna otra ciudad”, relató Marilyn Lizama.
En Chile, su país de origen, tener en la radio el mismo género musical todos los días, desde antes que llegue la claridad, solo se vive en las fiestas tradicionales o ferias.
Hace dos años abandonaron sus trabajos para empezar a viajar. Son dos viajeros de personalidades distintas; Marilyn, de baja estatura y grandes ojos, pintados siempre de morado o colores fuertes, graduada en Comunicación Social, es expresiva y alegre; al contrario, Cesar, ingeniero industrial de profesión, un poco más reservado, siempre con su cuatro (instrumento de la familia de ukelele) en mano. Un día cumplieron el acuerdo de no regresar a sus oficinas y empezar a viajar donde la música los llevara. Sin impedimentos. Así, encontraron gusto en vivir livianos, sin mayor peso que tres instrumentos: un cuatro, una pandereta y unas maracas artesanales.
Sus acentos chilenos ya denotan el choque de varias culturas. Las ‘s’ las concluyen como argentinos, pero en los golpes de las palabras hay timbres caribeños. Su música tampoco tiene nacionalidades. Eso es su primer álbum: el resultado de viajes, centenas de conciertos, conferencias, lecturas e investigaciones; las raíces de la colorida cumbia chilena, un poco del clásico México, el pasivo Perú, la elegante Argentina, y por supuesto, la alegre Colombia. “En ‘Oye mi negra’ le cantamos a la vida cotidiana, a las costumbres y tradiciones de Latinoamérica, pero también es el resultado de nuestra trayectoria, de viajes y enseñanzas”, así define Cé
sar Villagrán las 12 canciones del álbum alternativo que ya está en las principales plataformas digitales.
En el primer álbum su sello es la voz y el entusiasmo juvenil. En cada uno de los 9 países que recorrieron encontraron un compositor que aportara una canción. Clásicos como “Río Manzanares”, interpretado a dos voces; ‘Tamarindo seco’, rejuveneciendo la composición de María de José Palomino “La Chula”, pero que cobró fama en la voz del Joe Arroyo. Las otras tres canciones son la primera puesta en escena de lo que viene: componer.
En el siguiente proyecto, el segundo álbum, intentarán imprimir y sonar ideas propias. Combinar Latinoamérica. “Entendemos la música como algo migrante. La cumbia es de origen colombiano, pero también tenemos cumbia chilena. Hay muchas formas de hacer cumbia en todo el continente, ahora la cumbia es de muchas partes”. Como la cumbia, intentan hacer desde México a las fronteras de la Patagonia, en Argentina, su casa, y sobrevivir a todas las metamorfosis artísticas necesarias según el país que visiten, sin perder el carácter suave de su estilo para seguir siendo los viajeros de mil géneros.
Dos músicos chilenos que viajan por el continente aterrizaron en Valledupar por unos y se sorprendieron cómo conviven la ciudad y el vallenato.
Viajando por Latinoamérica conocen culturas, de las que hablan en sus canciones. De México a Chile, por toda Latinoamérica viajan vestidos de intensos colores queriendo hallar las raíces de cada ritmo tradicional de la ciudad o región donde aterrizan antes de imprimir un toque de su particular estilo.
Son nueve años desde que Marilyn Lizama y César Villagrán viven para la música en el ‘Dúo manzanares’. Su nombre es impuesto. “A la gente le gustaba como cantábamos ‘Rio manzanares’, donde íbamos la pedían. Entonces empezaron a llamarnos ‘Los manzanares’. Así que no encontramos mejor representativo”, cuenta Marilyn.
En su recorrido, el dúo atravesó Colombia hace tres meses. La primera vez no ocultaron la sorpresa: es inusual la forma cómo se vive la música. No basta conocer una región para hablar de Colombia, “cada región es una cultura, una pasión. Es como unir gente alegre en una sola frontera”.
Antes de aterrizar en Valledupar recorrieron el César participando en concursos de poesía. Cuando llegaron a la capital del departamento vivieron por primera vez la experiencia de una ciudad en la que en cada respiro tiene aroma vallenato. Entendieron por qué Valledupar es la capital mundial de vallenato. “Es increíble cómo se vive la música en el espacio público; esculturas de acordeones, leyendas y artistas en los parques. Pero es más increíble porque la gente no deja morir a los que ya no están. Cada vez que te encuentras una escultura o escuchas una canción, el cantante o la banda toman vida. No lo había vivido en ninguna otra ciudad”, relató Marilyn Lizama.
En Chile, su país de origen, tener en la radio el mismo género musical todos los días, desde antes que llegue la claridad, solo se vive en las fiestas tradicionales o ferias.
Hace dos años abandonaron sus trabajos para empezar a viajar. Son dos viajeros de personalidades distintas; Marilyn, de baja estatura y grandes ojos, pintados siempre de morado o colores fuertes, graduada en Comunicación Social, es expresiva y alegre; al contrario, Cesar, ingeniero industrial de profesión, un poco más reservado, siempre con su cuatro (instrumento de la familia de ukelele) en mano. Un día cumplieron el acuerdo de no regresar a sus oficinas y empezar a viajar donde la música los llevara. Sin impedimentos. Así, encontraron gusto en vivir livianos, sin mayor peso que tres instrumentos: un cuatro, una pandereta y unas maracas artesanales.
Sus acentos chilenos ya denotan el choque de varias culturas. Las ‘s’ las concluyen como argentinos, pero en los golpes de las palabras hay timbres caribeños. Su música tampoco tiene nacionalidades. Eso es su primer álbum: el resultado de viajes, centenas de conciertos, conferencias, lecturas e investigaciones; las raíces de la colorida cumbia chilena, un poco del clásico México, el pasivo Perú, la elegante Argentina, y por supuesto, la alegre Colombia. “En ‘Oye mi negra’ le cantamos a la vida cotidiana, a las costumbres y tradiciones de Latinoamérica, pero también es el resultado de nuestra trayectoria, de viajes y enseñanzas”, así define Cé
sar Villagrán las 12 canciones del álbum alternativo que ya está en las principales plataformas digitales.
En el primer álbum su sello es la voz y el entusiasmo juvenil. En cada uno de los 9 países que recorrieron encontraron un compositor que aportara una canción. Clásicos como “Río Manzanares”, interpretado a dos voces; ‘Tamarindo seco’, rejuveneciendo la composición de María de José Palomino “La Chula”, pero que cobró fama en la voz del Joe Arroyo. Las otras tres canciones son la primera puesta en escena de lo que viene: componer.
En el siguiente proyecto, el segundo álbum, intentarán imprimir y sonar ideas propias. Combinar Latinoamérica. “Entendemos la música como algo migrante. La cumbia es de origen colombiano, pero también tenemos cumbia chilena. Hay muchas formas de hacer cumbia en todo el continente, ahora la cumbia es de muchas partes”. Como la cumbia, intentan hacer desde México a las fronteras de la Patagonia, en Argentina, su casa, y sobrevivir a todas las metamorfosis artísticas necesarias según el país que visiten, sin perder el carácter suave de su estilo para seguir siendo los viajeros de mil géneros.