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Columnista - 4 enero, 2017

De cómo entender y aceptar la etapa de posconflicto

“La búsqueda de paz unirá o dividirá aún más a la sociedad, pero como todos la anhelan, hay que asumir un precio que hay que pagar, así no sea fácil para los colombianos ver guerrilleros en el congreso y campantes en la comunidad, al fin y al cabo en relativa paz…” La sociedad colombiana se […]

“La búsqueda de paz unirá o dividirá aún más a la sociedad, pero como todos la anhelan, hay que asumir un precio que hay que pagar, así no sea fácil para los colombianos ver guerrilleros en el congreso y campantes en la comunidad, al fin y al cabo en relativa paz…”

La sociedad colombiana se empeña en rediseñar escalas de valores morales y atributos éticos individuales sobre la base de una esperanzadora paz, procreada por la reinserción social y política de los actores que por más de 50 años han coexistido conflictivamente con el Estado y en el que el pueblo ha llevado la peor parte.

Muy notables han sido las manifestaciones antagónicas del proceso de paz, por una gran mayoría de colombianos, algunos a la sombra de un apasionado liderazgo político, otros curtidos de odio y rencor por las acciones de los terroristas y el aciago resultado humanitario y cruel que nació de la confrontación no solo con el Estado, también con las asociaciones paramilitares paridas en mala hora con la profana intención de amparar intereses de algunos particulares.

Se quiera o no aceptar, la realidad es que Colombia pasa por un momento crucial después que el pueblo legitimó y autorizó al ejecutivo, para que arriara banderas en la negociación por la terminación del conflicto, y se está dando bajo un guión elaborado en su propia medida que inexorablemente producirá efectos realistas e históricos en la sociedad colombiana, obligando a tolerar lo que se consideraba intolerable; la reinserción social y política de guerrilleros a las comunidades.

Ahora, surgen muchas teorías y pedagogías reguladoras de las actitudes conductuales entre la sociedad y los desmovilizados, pero sólo la concientización, entendimiento y puesta en práctica de técnicas propias de perdón y tolerancia, reaprendidas desde la base del dolor y tristeza, serán el remedio y restaurador de muchos proyectos de vida injustamente truncados y sin razonadas explicaciones de la odiada arbitrariedad.

La estabilidad nacional es más que entregar y recibir las armas o reagruparse en pequeñas ciudadelas farianas bajo un naciente mercadeo de ilusiones, baratijas y hasta lujuria con las que intercambiará su negociada mensualidad el reinsertado.

Podría medianamente el ciudadano del común, empezar a confrontar el nuevo contexto, con la utópica expectativa que al final el resultado sea un serio impulso a la integración, el orden político, económico y social bajo el concepto de justicia y participación democrática y no la incertidumbre de un proceso acostumbrándose a la perversa condición rutinaria de guerra y paz, o la entrega de nuestra democracia a un régimen de probada crueldad y despotismo.

Ya están los elementos jurídicos a disposición, falta la real voluntad de guerrilleros y ciudadanos.
[email protected]

 

Columnista
4 enero, 2017

De cómo entender y aceptar la etapa de posconflicto

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Alfonso Suarez

“La búsqueda de paz unirá o dividirá aún más a la sociedad, pero como todos la anhelan, hay que asumir un precio que hay que pagar, así no sea fácil para los colombianos ver guerrilleros en el congreso y campantes en la comunidad, al fin y al cabo en relativa paz…” La sociedad colombiana se […]


“La búsqueda de paz unirá o dividirá aún más a la sociedad, pero como todos la anhelan, hay que asumir un precio que hay que pagar, así no sea fácil para los colombianos ver guerrilleros en el congreso y campantes en la comunidad, al fin y al cabo en relativa paz…”

La sociedad colombiana se empeña en rediseñar escalas de valores morales y atributos éticos individuales sobre la base de una esperanzadora paz, procreada por la reinserción social y política de los actores que por más de 50 años han coexistido conflictivamente con el Estado y en el que el pueblo ha llevado la peor parte.

Muy notables han sido las manifestaciones antagónicas del proceso de paz, por una gran mayoría de colombianos, algunos a la sombra de un apasionado liderazgo político, otros curtidos de odio y rencor por las acciones de los terroristas y el aciago resultado humanitario y cruel que nació de la confrontación no solo con el Estado, también con las asociaciones paramilitares paridas en mala hora con la profana intención de amparar intereses de algunos particulares.

Se quiera o no aceptar, la realidad es que Colombia pasa por un momento crucial después que el pueblo legitimó y autorizó al ejecutivo, para que arriara banderas en la negociación por la terminación del conflicto, y se está dando bajo un guión elaborado en su propia medida que inexorablemente producirá efectos realistas e históricos en la sociedad colombiana, obligando a tolerar lo que se consideraba intolerable; la reinserción social y política de guerrilleros a las comunidades.

Ahora, surgen muchas teorías y pedagogías reguladoras de las actitudes conductuales entre la sociedad y los desmovilizados, pero sólo la concientización, entendimiento y puesta en práctica de técnicas propias de perdón y tolerancia, reaprendidas desde la base del dolor y tristeza, serán el remedio y restaurador de muchos proyectos de vida injustamente truncados y sin razonadas explicaciones de la odiada arbitrariedad.

La estabilidad nacional es más que entregar y recibir las armas o reagruparse en pequeñas ciudadelas farianas bajo un naciente mercadeo de ilusiones, baratijas y hasta lujuria con las que intercambiará su negociada mensualidad el reinsertado.

Podría medianamente el ciudadano del común, empezar a confrontar el nuevo contexto, con la utópica expectativa que al final el resultado sea un serio impulso a la integración, el orden político, económico y social bajo el concepto de justicia y participación democrática y no la incertidumbre de un proceso acostumbrándose a la perversa condición rutinaria de guerra y paz, o la entrega de nuestra democracia a un régimen de probada crueldad y despotismo.

Ya están los elementos jurídicos a disposición, falta la real voluntad de guerrilleros y ciudadanos.
[email protected]