Importante ver que Valledupar y muchos pueblos de la región conservan las tradiciones de la Semana Mayor, tanto religiosas como culturales, donde la gastronomía y apetitivos propios de esta temporada se mantienen con gran demanda y también con buena oferta.
Importante ver que Valledupar y muchos pueblos de la región conservan las tradiciones de la Semana Mayor, tanto religiosas como culturales, donde la gastronomía y apetitivos propios de esta temporada se mantienen con gran demanda y también con buena oferta.
Rescatamos y valoramos que el sentido de las tradiciones raizales sobreviva ante las fuertes tendencias que impone este mundo moderno cargado de toda clase de tecnologías y que, de un solo plumazo, pareciera arrasar con las buenas costumbres de los pueblos.
En todo ese proceso, aunque a veces no sea advertido u observado de manera consciente, recobran un papel cultural sumamente importante todas esas señoras que, por tradición, en la mayoría de los casos, toda una vida, se han dedicado a la elaboración de la diversidad de dulces criollos que se expenden y se consumen durante la Sema Santa.
Independiente del aspecto económico, detrás de cada familia dedicada a esta actividad se desarrolla todo un mundo de rutinas y de historias que solo se dan en nuestras comunidades autóctonas, gente sana y revestida de nobleza, cuyos frutos no son más que el deleite del paladar de propios y visitantes.
¿Qué pasaría con las costumbres y gran parte de la historia de nuestros pueblos si no existieran estas personas o estos tipos de familia?, tal vez ya todo fuera distinto y esa otra cara de la Semana Santa muchos no hubiesen alcanzado a conocer, por fortuna todavía existen para endulzar nuestras tradiciones, pero más allá de eso, para mantener ese modelo de vida que caracteriza a la idiosincrasia caribe y que esperamos que las futuras generaciones la puedan vivir con el mismo significado que todo ello connota en los actuales momentos.
Este grupo de señoras dulceras deben ser miradas como un patrimonio más de nuestras tradiciones culturales, son un referente del sabor a pueblo que no se puede perder y en ese sentido la institucionalidad debería propiciarles condiciones para que sean mejor recompensadas por esa loable labor, cuya importancia es inmensa y que tal vez hasta ellas mismas no son conscientes de ello.
Degustar un dulce criollo no es solo deleitar a nuestro paladar, se trata de conjugar el simbolismo de todo aquello que evoca las rutinas de nuestros antiguos campesinos, de nuestros ancestros rurales, de esos primeros pueblos, veredas y caseríos, de ese pasado que también hizo parte el viejo Valledupar.
Muchas décadas han pasado, pero ahí están esos deliciosos dulces para que revivamos nuestra historia, los podemos disfrutar en la Plaza Alfonso López, en todo el Centro Histórico, Parque Los Algarrobillos, Parque Lineal del río Guatapurí, Parque La Provincia y la Catedral Ecce Homo, entre otros lugares de Valledupar.
Recorramos entonces en familia la ‘Ruta del Dulce 2023’, en donde 150 dulceras están disponibles para brindarles la gran variedad de sabores como dulces de tomate maduro, de leche, coco, papaya, guandul, plátano maduro, tamarindo, corozo, papa, ñame, mango, toronja, mongo mongo, entre otros.
Ahí están, con el apoyo de la alcaldía, esos deliciosos dulces para que revivamos nuestra historia.
Importante ver que Valledupar y muchos pueblos de la región conservan las tradiciones de la Semana Mayor, tanto religiosas como culturales, donde la gastronomía y apetitivos propios de esta temporada se mantienen con gran demanda y también con buena oferta.
Importante ver que Valledupar y muchos pueblos de la región conservan las tradiciones de la Semana Mayor, tanto religiosas como culturales, donde la gastronomía y apetitivos propios de esta temporada se mantienen con gran demanda y también con buena oferta.
Rescatamos y valoramos que el sentido de las tradiciones raizales sobreviva ante las fuertes tendencias que impone este mundo moderno cargado de toda clase de tecnologías y que, de un solo plumazo, pareciera arrasar con las buenas costumbres de los pueblos.
En todo ese proceso, aunque a veces no sea advertido u observado de manera consciente, recobran un papel cultural sumamente importante todas esas señoras que, por tradición, en la mayoría de los casos, toda una vida, se han dedicado a la elaboración de la diversidad de dulces criollos que se expenden y se consumen durante la Sema Santa.
Independiente del aspecto económico, detrás de cada familia dedicada a esta actividad se desarrolla todo un mundo de rutinas y de historias que solo se dan en nuestras comunidades autóctonas, gente sana y revestida de nobleza, cuyos frutos no son más que el deleite del paladar de propios y visitantes.
¿Qué pasaría con las costumbres y gran parte de la historia de nuestros pueblos si no existieran estas personas o estos tipos de familia?, tal vez ya todo fuera distinto y esa otra cara de la Semana Santa muchos no hubiesen alcanzado a conocer, por fortuna todavía existen para endulzar nuestras tradiciones, pero más allá de eso, para mantener ese modelo de vida que caracteriza a la idiosincrasia caribe y que esperamos que las futuras generaciones la puedan vivir con el mismo significado que todo ello connota en los actuales momentos.
Este grupo de señoras dulceras deben ser miradas como un patrimonio más de nuestras tradiciones culturales, son un referente del sabor a pueblo que no se puede perder y en ese sentido la institucionalidad debería propiciarles condiciones para que sean mejor recompensadas por esa loable labor, cuya importancia es inmensa y que tal vez hasta ellas mismas no son conscientes de ello.
Degustar un dulce criollo no es solo deleitar a nuestro paladar, se trata de conjugar el simbolismo de todo aquello que evoca las rutinas de nuestros antiguos campesinos, de nuestros ancestros rurales, de esos primeros pueblos, veredas y caseríos, de ese pasado que también hizo parte el viejo Valledupar.
Muchas décadas han pasado, pero ahí están esos deliciosos dulces para que revivamos nuestra historia, los podemos disfrutar en la Plaza Alfonso López, en todo el Centro Histórico, Parque Los Algarrobillos, Parque Lineal del río Guatapurí, Parque La Provincia y la Catedral Ecce Homo, entre otros lugares de Valledupar.
Recorramos entonces en familia la ‘Ruta del Dulce 2023’, en donde 150 dulceras están disponibles para brindarles la gran variedad de sabores como dulces de tomate maduro, de leche, coco, papaya, guandul, plátano maduro, tamarindo, corozo, papa, ñame, mango, toronja, mongo mongo, entre otros.
Ahí están, con el apoyo de la alcaldía, esos deliciosos dulces para que revivamos nuestra historia.