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Editorial - 2 junio, 2010

Encuestas, opinión y democracia

Cuando ya se han calmado las aguas de los hechos políticos que se generaron a raíz de la primera vuelta, en el proceso de elección del Presidente de la República de Colombia, es conveniente reflexionar sobre varios temas cruciales para la democracia colombiana. Uno de esos temas es el de las encuestas que, como lo […]

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Cuando ya se han calmado las aguas de los hechos políticos que se generaron a raíz de la primera vuelta, en el proceso de elección del Presidente de la República de Colombia, es conveniente reflexionar sobre varios temas cruciales para la democracia colombiana.
Uno de esos temas es el de las encuestas que, como lo habíamos advertido desde estas páginas varias veces, ameritan un debate a fondo y una reglamentación más estricta, con el fin de delimitarlas como instrumento de medición de la opinión pública.
Lo primero que hay que hacer es comprender y delimitar ¿qué son las encuestas y cuál es el papel de las mismas?, antes de comenzar una cacería de brujas que pueden conducir a situaciones de censura y a limitar la misma libertad de expresión, asunto que consideramos sagrado en una democracia.
Las encuestas de opinión son un procedimiento para conseguir información (opiniones) de un grupo de sujetos (muestra) con la cual se pretende representar a un universo mayor (universo), dentro de unos márgenes de error controlados (probabilidades). Las encuestas de opinión miden eso opiniones; el estado y los cambios (tendencias) de la opinión de amplios sectores de la población, pero no pueden alcanzar a medir a toda la población. Esto último es lo que se hace, precisamente, con las votaciones en sí. El día de las elecciones se espera que vote todo ese universo.
Desde muchos sectores, principalmente desde los partidos y movimientos políticos, se ha criticado fuertemente el papel de las encuestas y su capacidad de predicción de la situación y los cambios en las tendencias políticas, con motivo del presente debate electoral.
El primer tema sobre las encuestas es que son internacionalmente aceptadas como instrumento técnico de medición de la opinión. La idea es que estén bien realizadas desde el punto de vista de su metodología y su representatividad. Pero, igualmente importante es el tema de la financiación y la divulgación de las mismas por parte de los medios de comunicación.
Consideramos que, pasada la segunda vuelta, sea en el nuevo Congreso y el país en general, todos estos temas se analicen, estudien y debatan con cabeza fría, escuchando a todas las partes: a las firmas encuestadoras, a las facultades de estadísticas, a los representantes de los partidos políticos, como también a directores y representantes de los medios de comunicación, entre otros sectores, con el fin de llegar a una nueva reglamentación más rigurosa y responsable sobre las encuestas; pero sin llegar a la censura, claro está, sino reconociendo que las mismas tienen un gran impacto en algunos sectores de opinión, que con la falacia de perder su voto pueden decidir dejar de votar por el candidato realmente de su preferencias para darle su apoyo, a la final, a otro candidato que figure en los primeros lugares en las encuestas. Una reglamentación similar ameritaría, en nuestra opinión, al tema de los debates presidenciales.
Sobre estos dos temas, sería conveniente conocer las reglas de juego de otros países democráticos, aunque con regímenes políticos distintos al nuestro como el caso de los Estados Unidos, Francia y Alemania, entre muchos otros. No es bueno, ahora satanizar las encuestas, sino darles su verdadera dimensión, sin exagera la influencia de las mismas, pero tampoco llegar al extremo de prohibirlas o considerarlas un instrumento de manipulación de la opinión pública.
Abogamos, eso sí por una reglamentación de la realización de las mismas y también de la periodicidad de su publicación; suspendiéndolas una semana antes, pero también los debates televisados con el fin de propiciar un periodo de reflexión silenciosa del votante. Igualmente, consideramos importante iniciar un proceso de divulgación y capacitación a la población, sobre el tema de las encuestas, cómo se leen y como se interpretan y aclarar dos aspectos esenciales: no son una verdad revelada y no sustituyen a la verdadera encuesta que es el voto libre, responsable y a conciencia. Esa es la verdadera expresión de la opinión de la gente y la verdadera encuesta, insistimos, son las elecciones. Las encuestas nunca podrán sustituir la democracia.

Editorial
2 junio, 2010

Encuestas, opinión y democracia

Cuando ya se han calmado las aguas de los hechos políticos que se generaron a raíz de la primera vuelta, en el proceso de elección del Presidente de la República de Colombia, es conveniente reflexionar sobre varios temas cruciales para la democracia colombiana. Uno de esos temas es el de las encuestas que, como lo […]


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Cuando ya se han calmado las aguas de los hechos políticos que se generaron a raíz de la primera vuelta, en el proceso de elección del Presidente de la República de Colombia, es conveniente reflexionar sobre varios temas cruciales para la democracia colombiana.
Uno de esos temas es el de las encuestas que, como lo habíamos advertido desde estas páginas varias veces, ameritan un debate a fondo y una reglamentación más estricta, con el fin de delimitarlas como instrumento de medición de la opinión pública.
Lo primero que hay que hacer es comprender y delimitar ¿qué son las encuestas y cuál es el papel de las mismas?, antes de comenzar una cacería de brujas que pueden conducir a situaciones de censura y a limitar la misma libertad de expresión, asunto que consideramos sagrado en una democracia.
Las encuestas de opinión son un procedimiento para conseguir información (opiniones) de un grupo de sujetos (muestra) con la cual se pretende representar a un universo mayor (universo), dentro de unos márgenes de error controlados (probabilidades). Las encuestas de opinión miden eso opiniones; el estado y los cambios (tendencias) de la opinión de amplios sectores de la población, pero no pueden alcanzar a medir a toda la población. Esto último es lo que se hace, precisamente, con las votaciones en sí. El día de las elecciones se espera que vote todo ese universo.
Desde muchos sectores, principalmente desde los partidos y movimientos políticos, se ha criticado fuertemente el papel de las encuestas y su capacidad de predicción de la situación y los cambios en las tendencias políticas, con motivo del presente debate electoral.
El primer tema sobre las encuestas es que son internacionalmente aceptadas como instrumento técnico de medición de la opinión. La idea es que estén bien realizadas desde el punto de vista de su metodología y su representatividad. Pero, igualmente importante es el tema de la financiación y la divulgación de las mismas por parte de los medios de comunicación.
Consideramos que, pasada la segunda vuelta, sea en el nuevo Congreso y el país en general, todos estos temas se analicen, estudien y debatan con cabeza fría, escuchando a todas las partes: a las firmas encuestadoras, a las facultades de estadísticas, a los representantes de los partidos políticos, como también a directores y representantes de los medios de comunicación, entre otros sectores, con el fin de llegar a una nueva reglamentación más rigurosa y responsable sobre las encuestas; pero sin llegar a la censura, claro está, sino reconociendo que las mismas tienen un gran impacto en algunos sectores de opinión, que con la falacia de perder su voto pueden decidir dejar de votar por el candidato realmente de su preferencias para darle su apoyo, a la final, a otro candidato que figure en los primeros lugares en las encuestas. Una reglamentación similar ameritaría, en nuestra opinión, al tema de los debates presidenciales.
Sobre estos dos temas, sería conveniente conocer las reglas de juego de otros países democráticos, aunque con regímenes políticos distintos al nuestro como el caso de los Estados Unidos, Francia y Alemania, entre muchos otros. No es bueno, ahora satanizar las encuestas, sino darles su verdadera dimensión, sin exagera la influencia de las mismas, pero tampoco llegar al extremo de prohibirlas o considerarlas un instrumento de manipulación de la opinión pública.
Abogamos, eso sí por una reglamentación de la realización de las mismas y también de la periodicidad de su publicación; suspendiéndolas una semana antes, pero también los debates televisados con el fin de propiciar un periodo de reflexión silenciosa del votante. Igualmente, consideramos importante iniciar un proceso de divulgación y capacitación a la población, sobre el tema de las encuestas, cómo se leen y como se interpretan y aclarar dos aspectos esenciales: no son una verdad revelada y no sustituyen a la verdadera encuesta que es el voto libre, responsable y a conciencia. Esa es la verdadera expresión de la opinión de la gente y la verdadera encuesta, insistimos, son las elecciones. Las encuestas nunca podrán sustituir la democracia.