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Columnista - 13 julio, 2013

Encuentros

¿Y qué tal que en los ojos de las mujeres exista una especie de alfabeto secreto que nos permitiría descifrar sus misterios?, ¿Qué tal que en su voz estén las claves de alguna escala musical desconocida para entrar a los confines de su complejidad?

Por Leonardo José Maya

¿Y qué tal que en los ojos de las mujeres exista una especie de alfabeto secreto que nos permitiría descifrar sus misterios?, ¿Qué tal que en su voz estén las claves de alguna escala musical desconocida para entrar a los confines de su complejidad?
¿Qué clase de tecnología es esta que ha puesto hombres en el fondo del mar y en las alturas del espacio y no ha podido descifrar misterios más importantes?
 
ENCUENTRO CASUAL
 
Fue en el café Plaza Mayor, el tipo llegó desprevenido se sentó y la vio. Reparó su jeans informal con cinturón negro y delgado, camiseta crema, sin mangas que dejaban ver las tirantas del brasier del mismo color, era rubia, de pelo corto y gestos muy delicados, en ese instante, y era inevitable, sus miradas se encontraron, y quizás sus pensamientos, porque ambos sonrieron plácidamente y en pocos segundos sin conocerse y sin decirse una sola palabra ambos comprendieron en ese momento feliz por qué no había funcionado nunca antes, con nadie más.
 
ENCUENTROS
 
Esta mañana una mujer que yo no conozco –ni he visto nunca- llegó a mi pensamiento. Es extraño,  nunca pienso en mujeres desconocidas, llegó tranquilamente: elegante, alta, con vestido azul de flores bordadas en plata, bolso D&G original y sus zapatos de colores cítricos.
 
No se sentó, permaneció de pies y vino a insultarme, me dijo que yo era un cobarde.
 –  siempre me rehúye, nunca he podido entablar un diálogo con usted, me dijo.
Le explique entonces algunos aspectos de mi espantosa timidez ante mujeres tan exuberantes como ella y la inconveniencia de ese tipo de encuentros.
Fue peor. Me dijo que yo era un prepotente y comenzó a desordenar mi escritorio, tiró al piso borradores y retazos de cuentos que tenía en mente.
 
Me sentí  ofendido, con finos modales le pedí que se alejara, ella  me miró con desilusión. No sé que esperaría de mí. 
Que equivocado está, me dijo como enloquecida,  ni siquiera existe, usted solo existe es en mi pensamiento si es que eso lo redime de alguna culpa y espero que me escriba un buen cuento sino quiere que le destruya todo lo que tiene en mente.
Comencé a escribir este cuentecito inconcluso no tanto por el temor de que aparezca de nuevo. Mi temor es que se vuelva a enloquecer y me destruya todo lo que tengo en  mente, ¿o será que yo no existo como me dijo y todo esto está es  en el pensamiento de ella?

Columnista
13 julio, 2013

Encuentros

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Leonardo Maya Amaya

¿Y qué tal que en los ojos de las mujeres exista una especie de alfabeto secreto que nos permitiría descifrar sus misterios?, ¿Qué tal que en su voz estén las claves de alguna escala musical desconocida para entrar a los confines de su complejidad?


Por Leonardo José Maya

¿Y qué tal que en los ojos de las mujeres exista una especie de alfabeto secreto que nos permitiría descifrar sus misterios?, ¿Qué tal que en su voz estén las claves de alguna escala musical desconocida para entrar a los confines de su complejidad?
¿Qué clase de tecnología es esta que ha puesto hombres en el fondo del mar y en las alturas del espacio y no ha podido descifrar misterios más importantes?
 
ENCUENTRO CASUAL
 
Fue en el café Plaza Mayor, el tipo llegó desprevenido se sentó y la vio. Reparó su jeans informal con cinturón negro y delgado, camiseta crema, sin mangas que dejaban ver las tirantas del brasier del mismo color, era rubia, de pelo corto y gestos muy delicados, en ese instante, y era inevitable, sus miradas se encontraron, y quizás sus pensamientos, porque ambos sonrieron plácidamente y en pocos segundos sin conocerse y sin decirse una sola palabra ambos comprendieron en ese momento feliz por qué no había funcionado nunca antes, con nadie más.
 
ENCUENTROS
 
Esta mañana una mujer que yo no conozco –ni he visto nunca- llegó a mi pensamiento. Es extraño,  nunca pienso en mujeres desconocidas, llegó tranquilamente: elegante, alta, con vestido azul de flores bordadas en plata, bolso D&G original y sus zapatos de colores cítricos.
 
No se sentó, permaneció de pies y vino a insultarme, me dijo que yo era un cobarde.
 –  siempre me rehúye, nunca he podido entablar un diálogo con usted, me dijo.
Le explique entonces algunos aspectos de mi espantosa timidez ante mujeres tan exuberantes como ella y la inconveniencia de ese tipo de encuentros.
Fue peor. Me dijo que yo era un prepotente y comenzó a desordenar mi escritorio, tiró al piso borradores y retazos de cuentos que tenía en mente.
 
Me sentí  ofendido, con finos modales le pedí que se alejara, ella  me miró con desilusión. No sé que esperaría de mí. 
Que equivocado está, me dijo como enloquecida,  ni siquiera existe, usted solo existe es en mi pensamiento si es que eso lo redime de alguna culpa y espero que me escriba un buen cuento sino quiere que le destruya todo lo que tiene en mente.
Comencé a escribir este cuentecito inconcluso no tanto por el temor de que aparezca de nuevo. Mi temor es que se vuelva a enloquecer y me destruya todo lo que tengo en  mente, ¿o será que yo no existo como me dijo y todo esto está es  en el pensamiento de ella?