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Columnista - 29 junio, 2013

Encrucijada política y ética

El informe sobre el acuerdo rural de La Habana, deja inmensas inquietudes por las propuestas que revela y las amenazas que oculta.

Por: José Félix Lafaurie Rivera

El informe sobre el acuerdo rural de La Habana, deja inmensas inquietudes por las propuestas que revela y las amenazas que oculta. La ratificación de instrumentos como la extinción de dominio y la expropiación discrecional y sumaria de tierras, no ya como una propuesta de política pública sino como un compromiso con las Farc, genera dudas sobre el pulso final entre Gobierno y guerrilla, de cara al derecho a la propiedad privada legítimamente adquirida. Un precepto constitucional, que el gobierno se ha comprometido a respetar, pero sobre el cual no advierte una palabra el documento. Y, por supuesto, está de por medio la solución a los baldíos, que deja al Gobierno en posición incómoda ante los “nuevos concentradores de tierra”, unos ilegales y otros legales.

 Sorprende el ánimo expropiatorio sobre la propiedad legal. No fue la información que recibimos los ganaderos en la Junta de Fedegán, a la que asistieron los negociadores del gobierno. El Fondo de Tierras plantea 2 encrucijadas de marca mayor al gobierno. La primera, sobre el nivel de concentración de la tierra que se requiere, para generar escalas competitivas para la producción agroalimentaria y de biocombustibles; frente a la desconcentración para fomentar la producción campesina, en un entorno de globalización. La segunda se relaciona con el problema de los baldíos, que surgió gracias a una normatividad confusa, mensajes de promoción a la inversión que no calzaban con esa legislación y la proclividad de hacerle el “esquince a Ley”.

La solución no debería representar una encrucijada, si no mediaran 2 factores. Los efectos socio-económicos de nulidad sobre los actos de adjudicación de los baldíos. Entre ellos, la pérdida de inversiones, demandas, desbandada del capital privado y hasta consecuencias políticas, por los vasos comunicantes entre los grupos económicos y la política. Y, de otro, las negociaciones en La Habana, en las cuales el Gobierno se allanó a la posición ideológica de las Farc, según la cual la utopía comunista –de igualdad, erradicación del narcotráfico y terminación del conflicto–, se logra con la redistribución de la tierra.

Si se deslinda de sus compromisos con las Farc y favorece a los nuevos concentradores, afrontará un juicio ético, legal y político. Una “solución” inaceptable para los ganaderos o cualquier propietario legal. Pues mientras los grandes empresarios lograrían sortean sus argucias, los demás enfrentaríamos la expropiación y la extinción de dominio. Si, por el contrario, continúa las negociaciones, tendrá que desmarcarse de favorecer a gran capital y aplicar la Ley. Pero también seguir avalando políticas que van de lance en ristre contra la propiedad tradicional y la opción de aprovechar los vientos globales. Francamente no vemos el equilibrio, para alcanzar la promesa del Presidente según la cual “en nuestro modelo para el agro caben empresarios y campesinos”.

 

Columnista
29 junio, 2013

Encrucijada política y ética

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Félix Lafaurie Rivera

El informe sobre el acuerdo rural de La Habana, deja inmensas inquietudes por las propuestas que revela y las amenazas que oculta.


Por: José Félix Lafaurie Rivera

El informe sobre el acuerdo rural de La Habana, deja inmensas inquietudes por las propuestas que revela y las amenazas que oculta. La ratificación de instrumentos como la extinción de dominio y la expropiación discrecional y sumaria de tierras, no ya como una propuesta de política pública sino como un compromiso con las Farc, genera dudas sobre el pulso final entre Gobierno y guerrilla, de cara al derecho a la propiedad privada legítimamente adquirida. Un precepto constitucional, que el gobierno se ha comprometido a respetar, pero sobre el cual no advierte una palabra el documento. Y, por supuesto, está de por medio la solución a los baldíos, que deja al Gobierno en posición incómoda ante los “nuevos concentradores de tierra”, unos ilegales y otros legales.

 Sorprende el ánimo expropiatorio sobre la propiedad legal. No fue la información que recibimos los ganaderos en la Junta de Fedegán, a la que asistieron los negociadores del gobierno. El Fondo de Tierras plantea 2 encrucijadas de marca mayor al gobierno. La primera, sobre el nivel de concentración de la tierra que se requiere, para generar escalas competitivas para la producción agroalimentaria y de biocombustibles; frente a la desconcentración para fomentar la producción campesina, en un entorno de globalización. La segunda se relaciona con el problema de los baldíos, que surgió gracias a una normatividad confusa, mensajes de promoción a la inversión que no calzaban con esa legislación y la proclividad de hacerle el “esquince a Ley”.

La solución no debería representar una encrucijada, si no mediaran 2 factores. Los efectos socio-económicos de nulidad sobre los actos de adjudicación de los baldíos. Entre ellos, la pérdida de inversiones, demandas, desbandada del capital privado y hasta consecuencias políticas, por los vasos comunicantes entre los grupos económicos y la política. Y, de otro, las negociaciones en La Habana, en las cuales el Gobierno se allanó a la posición ideológica de las Farc, según la cual la utopía comunista –de igualdad, erradicación del narcotráfico y terminación del conflicto–, se logra con la redistribución de la tierra.

Si se deslinda de sus compromisos con las Farc y favorece a los nuevos concentradores, afrontará un juicio ético, legal y político. Una “solución” inaceptable para los ganaderos o cualquier propietario legal. Pues mientras los grandes empresarios lograrían sortean sus argucias, los demás enfrentaríamos la expropiación y la extinción de dominio. Si, por el contrario, continúa las negociaciones, tendrá que desmarcarse de favorecer a gran capital y aplicar la Ley. Pero también seguir avalando políticas que van de lance en ristre contra la propiedad tradicional y la opción de aprovechar los vientos globales. Francamente no vemos el equilibrio, para alcanzar la promesa del Presidente según la cual “en nuestro modelo para el agro caben empresarios y campesinos”.