Me llamó la atención el nombre de un encuentro al que fui invitada: “El encanto de las palabras”. La palabra ha inquietado al mundo del arte, en cine hay una película de Isabel Cixet, con ese título y trata sobre un ciego de una petrolera que descubre una nueva vida en las palabras. Y quiero […]
Me llamó la atención el nombre de un encuentro al que fui invitada: “El encanto de las palabras”. La palabra ha inquietado al mundo del arte, en cine hay una película de Isabel Cixet, con ese título y trata sobre un ciego de una petrolera que descubre una nueva vida en las palabras.
Y quiero destacar a Neruda que hizo el mejor homenaje a la palabra en “El canto general”:
“… son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, se llevaron el oro, se llevaron todo, pero nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras…”
A pesar de no estar de acuerdo solo con esta última frase, mi idioma es ese, el español, es un bien inmaterial, es un bien material, es una dádiva que amamos.
Vamos a retrotraernos al principio de los tiempos, y de un vistazo demos un recorrido por la historia, cuánto se ha hecho, cuánto se ha inventado, pero hubo un instante en el que el mundo se estremeció o se paralizó, el cosmos de alegró, el universo entero aplaudió, festejaban el momento en que el hombre dijo la primera palabra. Se abría el camino, comenzaba la historia viva después de siglos de quietud, de silencio. ¿Cuál fue la primera palabra? Eso me lo he preguntado siempre, no se sabrá nunca, como no se sabrá qué idioma se formó a partir de ella.
La palabra redime o condena; enaltece o humilla, glorifica o deshonra, y mucho más y no es asunto de poetas, ella es instrumento del día a día, de todos los momentos; la palabra es mágica: se mete en nuestra mente y nos impulsa a hablar con nosotros mismos.
La palabra es vida, es existencia, es ser. Tiene un fondo sagrado, pero del hablante depende que lo sea. El espacio no da para más: el amor por la palabra que decimos no debe acabar, no la deformemos no entremos en la moda de irrespetarla usándola mal, alimentémosla, hagamos con cada palabra que pronunciemos un homenaje a la vida.
Me llamó la atención el nombre de un encuentro al que fui invitada: “El encanto de las palabras”. La palabra ha inquietado al mundo del arte, en cine hay una película de Isabel Cixet, con ese título y trata sobre un ciego de una petrolera que descubre una nueva vida en las palabras. Y quiero […]
Me llamó la atención el nombre de un encuentro al que fui invitada: “El encanto de las palabras”. La palabra ha inquietado al mundo del arte, en cine hay una película de Isabel Cixet, con ese título y trata sobre un ciego de una petrolera que descubre una nueva vida en las palabras.
Y quiero destacar a Neruda que hizo el mejor homenaje a la palabra en “El canto general”:
“… son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, se llevaron el oro, se llevaron todo, pero nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras…”
A pesar de no estar de acuerdo solo con esta última frase, mi idioma es ese, el español, es un bien inmaterial, es un bien material, es una dádiva que amamos.
Vamos a retrotraernos al principio de los tiempos, y de un vistazo demos un recorrido por la historia, cuánto se ha hecho, cuánto se ha inventado, pero hubo un instante en el que el mundo se estremeció o se paralizó, el cosmos de alegró, el universo entero aplaudió, festejaban el momento en que el hombre dijo la primera palabra. Se abría el camino, comenzaba la historia viva después de siglos de quietud, de silencio. ¿Cuál fue la primera palabra? Eso me lo he preguntado siempre, no se sabrá nunca, como no se sabrá qué idioma se formó a partir de ella.
La palabra redime o condena; enaltece o humilla, glorifica o deshonra, y mucho más y no es asunto de poetas, ella es instrumento del día a día, de todos los momentos; la palabra es mágica: se mete en nuestra mente y nos impulsa a hablar con nosotros mismos.
La palabra es vida, es existencia, es ser. Tiene un fondo sagrado, pero del hablante depende que lo sea. El espacio no da para más: el amor por la palabra que decimos no debe acabar, no la deformemos no entremos en la moda de irrespetarla usándola mal, alimentémosla, hagamos con cada palabra que pronunciemos un homenaje a la vida.