En estos días de confinamiento forzoso, por cuenta del inefable virus, he intensificado un hábito que nunca he perdido: escuchar radio. No obstante, para no seguir oyendo hablar de lo mismo: muertos y más muertos, he buscado otras alternativas en la programación.
En estos días de confinamiento forzoso, por cuenta del inefable virus, he intensificado un hábito que nunca he perdido: escuchar radio. No obstante, para no seguir oyendo hablar de lo mismo: muertos y más muertos, he buscado otras alternativas en la programación.
Esa afición de escuchar radio a toda hora, que para algunos en mi casa es un vicio, la cogí cuando llegué a Bogotá, hace más de treinta años, a estudiar Periodismo, en la Universidad Externado de Colombia. Mientras ahorraba para comprar un televisor, la radio era mi compañera en esa soledad de la fría y lúgubre capital del país.
Así, oía las noticias, en los horarios habituales, escuchando a ese maestro de la buena reportería que es Yamid Amat, en su legendario 6:00 a.m., 9:00 a.m., al lado de un equipo de periodistas y comentaristas de lujo, que sería necio y largo mencionar en esta corta nota, comenzando por otro maestro, como lo fue Juan Gossaín. Pero también escuchaba mucha música vallenata, Radio Uno, principalmente a Guillermo Alfonso Mejía, locutor con el que hice alguna amistad y quien comentaba muy bien los cantos vallenatos, con los detalles de su origen, sus compositores y sus intérpretes.
Después, cuando pude comprar el televisor, seguí escuchando radio, a toda hora, desde la madrugada hasta bien entrada la noche: música, deportes, noticias y programas científicos y culturales. Aún hoy, veo poca televisión, pero oigo mucha radio en el baño, en el estudio, en otras partes de la casa, en el carro y hasta en la oficina.
Cuando viví en Valledupar hace algunos años, y estaba al frente de la dirección de El Pilón, escuchaba Radio Guatapurí, Maravilla Stereo y La Voz del Cañaguate, emisoras en las cuales también encontré buena compañía para la soledad y el tedio.
Ahora, con esta vaina de la cuarentena y el encerramiento por la bendita pandemia mundial, he redescubierto otras alternativas de la radio en Bogotá. La emisora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, que tiene una buena programación cultural y buenos espacios de música clásica; la emisora de la Universidad Nacional, que los sábados por la mañana, a las 9:00 a.m., realizan un buen espacio sobre la música vallenata, bajo la dirección del periodista cartagenero, Mauricio Pichot Elles; además, también tiene UN radio, buenos espacios de análisis de buen nivel académico y periodístico.
Y la emisora de la Universidad Javeriana de Bogotá, en la que todos los días escucho el programa económico Primera Página, realizado por los veteranos periodistas: Héctor Hernández y Héctor Mario Rodríguez. Igualmente, Javeriana Stereo, también tiene una extraordinaria programación académica, cultural y musical, que incluye jazz, clásica, salsa, y folclórica popular de distintas regiones.
En la radio comercial, a pesar de que en algunos espacios y periodistas se nota una menor independencia, frente a los del pasado, por la evidente relación de las cadenas con algunos grupos económicos; en otros se conservan espacios de información y opinión con sentido crítico y de servicio.
Las culturales son la gran alternativa y una ventana a mundos esperanzadores en el destino de la humanidad, en estos momentos de angustia. Sin duda, está bien ganada la buena fama de la radio colombiana en América Latina y en el mundo, y eso es gracia a nuestros buenos locutores, periodistas y otros realizadores de radio que la hacen con ganas y con pasión. En buena hora.
En estos días de confinamiento forzoso, por cuenta del inefable virus, he intensificado un hábito que nunca he perdido: escuchar radio. No obstante, para no seguir oyendo hablar de lo mismo: muertos y más muertos, he buscado otras alternativas en la programación.
En estos días de confinamiento forzoso, por cuenta del inefable virus, he intensificado un hábito que nunca he perdido: escuchar radio. No obstante, para no seguir oyendo hablar de lo mismo: muertos y más muertos, he buscado otras alternativas en la programación.
Esa afición de escuchar radio a toda hora, que para algunos en mi casa es un vicio, la cogí cuando llegué a Bogotá, hace más de treinta años, a estudiar Periodismo, en la Universidad Externado de Colombia. Mientras ahorraba para comprar un televisor, la radio era mi compañera en esa soledad de la fría y lúgubre capital del país.
Así, oía las noticias, en los horarios habituales, escuchando a ese maestro de la buena reportería que es Yamid Amat, en su legendario 6:00 a.m., 9:00 a.m., al lado de un equipo de periodistas y comentaristas de lujo, que sería necio y largo mencionar en esta corta nota, comenzando por otro maestro, como lo fue Juan Gossaín. Pero también escuchaba mucha música vallenata, Radio Uno, principalmente a Guillermo Alfonso Mejía, locutor con el que hice alguna amistad y quien comentaba muy bien los cantos vallenatos, con los detalles de su origen, sus compositores y sus intérpretes.
Después, cuando pude comprar el televisor, seguí escuchando radio, a toda hora, desde la madrugada hasta bien entrada la noche: música, deportes, noticias y programas científicos y culturales. Aún hoy, veo poca televisión, pero oigo mucha radio en el baño, en el estudio, en otras partes de la casa, en el carro y hasta en la oficina.
Cuando viví en Valledupar hace algunos años, y estaba al frente de la dirección de El Pilón, escuchaba Radio Guatapurí, Maravilla Stereo y La Voz del Cañaguate, emisoras en las cuales también encontré buena compañía para la soledad y el tedio.
Ahora, con esta vaina de la cuarentena y el encerramiento por la bendita pandemia mundial, he redescubierto otras alternativas de la radio en Bogotá. La emisora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, que tiene una buena programación cultural y buenos espacios de música clásica; la emisora de la Universidad Nacional, que los sábados por la mañana, a las 9:00 a.m., realizan un buen espacio sobre la música vallenata, bajo la dirección del periodista cartagenero, Mauricio Pichot Elles; además, también tiene UN radio, buenos espacios de análisis de buen nivel académico y periodístico.
Y la emisora de la Universidad Javeriana de Bogotá, en la que todos los días escucho el programa económico Primera Página, realizado por los veteranos periodistas: Héctor Hernández y Héctor Mario Rodríguez. Igualmente, Javeriana Stereo, también tiene una extraordinaria programación académica, cultural y musical, que incluye jazz, clásica, salsa, y folclórica popular de distintas regiones.
En la radio comercial, a pesar de que en algunos espacios y periodistas se nota una menor independencia, frente a los del pasado, por la evidente relación de las cadenas con algunos grupos económicos; en otros se conservan espacios de información y opinión con sentido crítico y de servicio.
Las culturales son la gran alternativa y una ventana a mundos esperanzadores en el destino de la humanidad, en estos momentos de angustia. Sin duda, está bien ganada la buena fama de la radio colombiana en América Latina y en el mundo, y eso es gracia a nuestros buenos locutores, periodistas y otros realizadores de radio que la hacen con ganas y con pasión. En buena hora.