En los medios de comunicación se ve el notorio afán para que los estudiantes vuelvan este año a las clases presenciales, porque las virtuales dizque son perjudiciales por sus múltiples y complejas consecuencias, algunas irreparables. EL PILÓN, en su editorial ‘Volver al colegio’ del 21 de enero, tercia en la polémica mediática, trayendo a […]
En los medios de comunicación se ve el notorio afán para que los estudiantes vuelvan este año a las clases presenciales, porque las virtuales dizque son perjudiciales por sus múltiples y complejas consecuencias, algunas irreparables.
EL PILÓN, en su editorial ‘Volver al colegio’ del 21 de enero, tercia en la polémica mediática, trayendo a colación la columna‘Resignificar los espacios educativos, reto para 2021’, escrita por la ministra de Educación el 31 de diciembre de 2020, en la cual escribió: “El proceso de retorno a la presencialidad requiere del consentimiento de los padres, y de pedagogía e información para generar confianza. Fruto de ello, 51 Entidades Territoriales Certificadas en Educación avanzaron en procesos de alternancia, es decir, 23 departamentos y Bogotá, lo que equivale al 73 % del territorio nacional. Hoy todas las secretarías de Educación ya cuentan con Plan de Alternancia Educativa para 2021. Para lograr este retorno seguro a las aulas se destinaron y transfirieron recursos a las secretarías de Educación, inicialmente por $400.000 millones, del FOME, para habilitar las condiciones bioseguras”. ¡Caramba! Disponer tanto dinero para improvisaciones inciertas, habiendo tantas necesidades apremiantes.
EL PILÓN, ayer en su editorial ‘Volver al colegio II’, se refiere a la columna del insigne profesor Moisés Wasserman, publicada en EL TIEMPO el pasado 28 de enero. Con el mismo título del editorial de EL PILÓN, en su columna el respetable profesor dice que el segundo pico de la pandemia suspendió de nuevo el posible regreso de los estudiantes a las aulas, y pregunta: “¿Será que nuestros estudiantes van a estar condenados a un año más de reclusión?”, y la termina afirmando: “El impacto en el país va a ser grande, se va a notar dentro de unos años. Los jóvenes lo sienten ya. Me pregunto qué hubiera dicho la sociedad si el personal de salud, que tiene un riesgo inmensamente mayor que el de los educadores, hubiera declarado desobediencia civil y se hubiera negado a ir a los hospitales. ¿Será que la diferencia es el juramento hipocrático? Sé que muchísimos maestros sienten la urgencia de regresar a sus clases, ojalá lo manifiesten en voz alta y, por qué no, que se inventen un juramento socrático”.
Sé que el ilustre profesor Wasserman es una persona con diversos pergaminos académicos y exrector de la benemérita Universidad Nacional por dos periodos consecutivos; sin embargo, me atrevo a disentir su opinión, pues considero que los estudiantes no deben regresar a las clases presenciales mientras persista la pandemia del SARS-CoV-2 y ante este fehaciente peligro tampoco es equiparable el juramento hipocrático con el posible juramento socrático, propuesto por Jorge Úbeda Gómez, prestigioso filósofo y profesor en escuelas, colegios, universidades y posgrado. Este reconocido profesor español pregona con suficiente razón que los buenos cambios de la humanidad provienen de los buenos profesores y, sin ellos, no hay mejora posible en la educación.
Soy consciente de que el confinamiento prolongado produce muchas afectaciones a la humanidad, y que a los niños y jóvenes poco o nada los contagia el nuevo coronavirus o tal vez sean asintomáticos; en fin, todavía los científicos no han descubierto toda la potencial patogenicidad del susodicho virus. Pregunto qué o quién garantiza que los posibles asintomáticos no contagien a sus abuelos, padres y profesores. Probablemente, en la interacción familiar y social por breve que sea, alguien o algunos resulten contagiados y, entre estos, los más vulnerables podrían fallecer. Por ende, reitero, no al regreso de los estudiantes a clases presenciales, tampoco a la alternancia porque lo principal es evitar muertes y nada justifica ni siquiera la muerte de uno solo de los que correrían el riesgo de contagio.
En los medios de comunicación se ve el notorio afán para que los estudiantes vuelvan este año a las clases presenciales, porque las virtuales dizque son perjudiciales por sus múltiples y complejas consecuencias, algunas irreparables. EL PILÓN, en su editorial ‘Volver al colegio’ del 21 de enero, tercia en la polémica mediática, trayendo a […]
En los medios de comunicación se ve el notorio afán para que los estudiantes vuelvan este año a las clases presenciales, porque las virtuales dizque son perjudiciales por sus múltiples y complejas consecuencias, algunas irreparables.
EL PILÓN, en su editorial ‘Volver al colegio’ del 21 de enero, tercia en la polémica mediática, trayendo a colación la columna‘Resignificar los espacios educativos, reto para 2021’, escrita por la ministra de Educación el 31 de diciembre de 2020, en la cual escribió: “El proceso de retorno a la presencialidad requiere del consentimiento de los padres, y de pedagogía e información para generar confianza. Fruto de ello, 51 Entidades Territoriales Certificadas en Educación avanzaron en procesos de alternancia, es decir, 23 departamentos y Bogotá, lo que equivale al 73 % del territorio nacional. Hoy todas las secretarías de Educación ya cuentan con Plan de Alternancia Educativa para 2021. Para lograr este retorno seguro a las aulas se destinaron y transfirieron recursos a las secretarías de Educación, inicialmente por $400.000 millones, del FOME, para habilitar las condiciones bioseguras”. ¡Caramba! Disponer tanto dinero para improvisaciones inciertas, habiendo tantas necesidades apremiantes.
EL PILÓN, ayer en su editorial ‘Volver al colegio II’, se refiere a la columna del insigne profesor Moisés Wasserman, publicada en EL TIEMPO el pasado 28 de enero. Con el mismo título del editorial de EL PILÓN, en su columna el respetable profesor dice que el segundo pico de la pandemia suspendió de nuevo el posible regreso de los estudiantes a las aulas, y pregunta: “¿Será que nuestros estudiantes van a estar condenados a un año más de reclusión?”, y la termina afirmando: “El impacto en el país va a ser grande, se va a notar dentro de unos años. Los jóvenes lo sienten ya. Me pregunto qué hubiera dicho la sociedad si el personal de salud, que tiene un riesgo inmensamente mayor que el de los educadores, hubiera declarado desobediencia civil y se hubiera negado a ir a los hospitales. ¿Será que la diferencia es el juramento hipocrático? Sé que muchísimos maestros sienten la urgencia de regresar a sus clases, ojalá lo manifiesten en voz alta y, por qué no, que se inventen un juramento socrático”.
Sé que el ilustre profesor Wasserman es una persona con diversos pergaminos académicos y exrector de la benemérita Universidad Nacional por dos periodos consecutivos; sin embargo, me atrevo a disentir su opinión, pues considero que los estudiantes no deben regresar a las clases presenciales mientras persista la pandemia del SARS-CoV-2 y ante este fehaciente peligro tampoco es equiparable el juramento hipocrático con el posible juramento socrático, propuesto por Jorge Úbeda Gómez, prestigioso filósofo y profesor en escuelas, colegios, universidades y posgrado. Este reconocido profesor español pregona con suficiente razón que los buenos cambios de la humanidad provienen de los buenos profesores y, sin ellos, no hay mejora posible en la educación.
Soy consciente de que el confinamiento prolongado produce muchas afectaciones a la humanidad, y que a los niños y jóvenes poco o nada los contagia el nuevo coronavirus o tal vez sean asintomáticos; en fin, todavía los científicos no han descubierto toda la potencial patogenicidad del susodicho virus. Pregunto qué o quién garantiza que los posibles asintomáticos no contagien a sus abuelos, padres y profesores. Probablemente, en la interacción familiar y social por breve que sea, alguien o algunos resulten contagiados y, entre estos, los más vulnerables podrían fallecer. Por ende, reitero, no al regreso de los estudiantes a clases presenciales, tampoco a la alternancia porque lo principal es evitar muertes y nada justifica ni siquiera la muerte de uno solo de los que correrían el riesgo de contagio.