Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 21 octubre, 2021

En los funerales del mayor Alberto Pimienta Cotes

Estamos reunidos para honrar la memoria de nuestro querido padre, esposo, hermano, familiar y amigo, el señor Alberto Pimienta Cotes. Su partida deja un gran vacío en el corazón de todos aquellos que lo amamos y admiramos, pero al mismo tiempo una profunda huella y unos recuerdos maravillosos que nos acompañarán por el resto de […]

Estamos reunidos para honrar la memoria de nuestro querido padre, esposo, hermano, familiar y amigo, el señor Alberto Pimienta Cotes. Su partida deja un gran vacío en el corazón de todos aquellos que lo amamos y admiramos, pero al mismo tiempo una profunda huella y unos recuerdos maravillosos que nos acompañarán por el resto de nuestras vidas.

El ‘Mayor’, como todos lo llamábamos, fue portador de unos admirables valores y principios, los cuales nunca traicionó aún por encima de todas las consecuencias. La pérdida de su adorada madre a una temprana edad y su formación militar desde el bachillerato, ayudaron a forjar una personalidad marcada por la rectitud, la sencillez, la austeridad y la vocación de servicio por los demás, sobre todo por los más necesitados.

Mi papá fue una persona que nunca necesitó mucho. Sus grandes placeres fueron siempre muy simples, como la buena sombra de un árbol, una siesta en su hamaca, una fría limonada para aliviar el calor y para acompañar sus comidas, que casi siempre incluían plátano maduro asado y queso costeño. Durante mi infancia y juventud, nunca comprendí la austeridad de mis padres y en algunos casos fue motivo de rencor y hasta vergüenza, pero hoy la considero una de las muchas y más importantes enseñanzas que pude haber recibido en mi vida.

Su conducta intachable y su convicción de que los principios no se negocian fue un aspecto muy destacado de su carácter. Este aspecto tan elemental y relevante para la sociedad en la que vivimos fue ampliamente conocido y en muchos casos le ocasionó distanciamiento con personas cercanas y con las que tuvo lazos de amistad y hasta familiaridad. Estoy convencido que, si muchos más colombianos compartieran la integridad de mi padre, este sería un mucho mejor país.

La devoción mutua de mis padres ha sido para mí un gran ejemplo de amor, tolerancia, admiración mutua, entrega y sacrificio. Uno de los grandes logros de mi padre fue haber encontrado esta mujer maravillosa de una cultura completamente diferente a la suya y con ella formar un hermoso hogar que se mantuvo firme hasta los últimos días de vida. Mis hermanos y yo agradecemos inmensamente el amor y la bondad con la que mi mamá cuidó inseparablemente a mi papá, sobre todo en los últimos años cuando su salud se deterioró.

Aunque muchos de ustedes conocen la generosa labor social de mi madre, mi padre fue siempre el gran aliado en todas las acciones en favor de los más desfavorecidos. Por más difícil que estuviera la situación económica, siempre se encontró la manera de ayudar a un enfermo, a un trabajador, a una causa, a su comunidad religiosa. 

La permanente búsqueda del bien común y la llegada de figuras renovadoras a la conversación nacional como Luis Carlos Galán y el Nuevo Liberalismo, lo motivaron a entrar brevemente a la política local, animado por las más puras de las razones: la de servir a su gente, la de transformar su ciudad, su departamento, la de hacer un mejor país. Lo recuerdo muy niño durante la austera campaña para llegar al Concejo Municipal, en correrías por los corregimientos de Valledupar, perífono en mano, hablando con familias en las salas de sus casas, escuchando sus necesidades, proponiendo soluciones a problemas. 

Hoy puedo encontrar muchos rasgos de su legado en mi carácter, los cuales me hacen una mejor persona, un mejor ciudadano, un mejor hijo, un mejor padre, un mejor esposo. He tenido la suerte de desarrollar una carrera profesional que me permite dejar una huella, generar impacto positivo en las comunidades en las que trabajo. Y siempre me pregunto inconscientemente, lo que pensarían mis padres ante cualquier decisión y siempre hay unos principios fundamentales con los que guío las decisiones que tomo: que sin importar las bondades económicas de un negocio, tal vez no vale la pena adelantarlo si no genera beneficio a la sociedad en general; que aunque los resultados de un negocio no sean los mejores, la mayor satisfacción viene de hacer las cosas bien hechas, siguiendo las reglas, sin pasar por encima de nadie, dejando un legado. 

Yo estoy convencido que estos principios empresariales son fundamentales en el mundo en que vivimos, donde son las empresas, y no solo el Estado, las llamadas a atacar los grandes problemas de la sociedad.

Su hijo: Alfonso Pimienta Naranjo.

Columnista
21 octubre, 2021

En los funerales del mayor Alberto Pimienta Cotes

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Alfonso Pimienta Naranjo

Estamos reunidos para honrar la memoria de nuestro querido padre, esposo, hermano, familiar y amigo, el señor Alberto Pimienta Cotes. Su partida deja un gran vacío en el corazón de todos aquellos que lo amamos y admiramos, pero al mismo tiempo una profunda huella y unos recuerdos maravillosos que nos acompañarán por el resto de […]


Estamos reunidos para honrar la memoria de nuestro querido padre, esposo, hermano, familiar y amigo, el señor Alberto Pimienta Cotes. Su partida deja un gran vacío en el corazón de todos aquellos que lo amamos y admiramos, pero al mismo tiempo una profunda huella y unos recuerdos maravillosos que nos acompañarán por el resto de nuestras vidas.

El ‘Mayor’, como todos lo llamábamos, fue portador de unos admirables valores y principios, los cuales nunca traicionó aún por encima de todas las consecuencias. La pérdida de su adorada madre a una temprana edad y su formación militar desde el bachillerato, ayudaron a forjar una personalidad marcada por la rectitud, la sencillez, la austeridad y la vocación de servicio por los demás, sobre todo por los más necesitados.

Mi papá fue una persona que nunca necesitó mucho. Sus grandes placeres fueron siempre muy simples, como la buena sombra de un árbol, una siesta en su hamaca, una fría limonada para aliviar el calor y para acompañar sus comidas, que casi siempre incluían plátano maduro asado y queso costeño. Durante mi infancia y juventud, nunca comprendí la austeridad de mis padres y en algunos casos fue motivo de rencor y hasta vergüenza, pero hoy la considero una de las muchas y más importantes enseñanzas que pude haber recibido en mi vida.

Su conducta intachable y su convicción de que los principios no se negocian fue un aspecto muy destacado de su carácter. Este aspecto tan elemental y relevante para la sociedad en la que vivimos fue ampliamente conocido y en muchos casos le ocasionó distanciamiento con personas cercanas y con las que tuvo lazos de amistad y hasta familiaridad. Estoy convencido que, si muchos más colombianos compartieran la integridad de mi padre, este sería un mucho mejor país.

La devoción mutua de mis padres ha sido para mí un gran ejemplo de amor, tolerancia, admiración mutua, entrega y sacrificio. Uno de los grandes logros de mi padre fue haber encontrado esta mujer maravillosa de una cultura completamente diferente a la suya y con ella formar un hermoso hogar que se mantuvo firme hasta los últimos días de vida. Mis hermanos y yo agradecemos inmensamente el amor y la bondad con la que mi mamá cuidó inseparablemente a mi papá, sobre todo en los últimos años cuando su salud se deterioró.

Aunque muchos de ustedes conocen la generosa labor social de mi madre, mi padre fue siempre el gran aliado en todas las acciones en favor de los más desfavorecidos. Por más difícil que estuviera la situación económica, siempre se encontró la manera de ayudar a un enfermo, a un trabajador, a una causa, a su comunidad religiosa. 

La permanente búsqueda del bien común y la llegada de figuras renovadoras a la conversación nacional como Luis Carlos Galán y el Nuevo Liberalismo, lo motivaron a entrar brevemente a la política local, animado por las más puras de las razones: la de servir a su gente, la de transformar su ciudad, su departamento, la de hacer un mejor país. Lo recuerdo muy niño durante la austera campaña para llegar al Concejo Municipal, en correrías por los corregimientos de Valledupar, perífono en mano, hablando con familias en las salas de sus casas, escuchando sus necesidades, proponiendo soluciones a problemas. 

Hoy puedo encontrar muchos rasgos de su legado en mi carácter, los cuales me hacen una mejor persona, un mejor ciudadano, un mejor hijo, un mejor padre, un mejor esposo. He tenido la suerte de desarrollar una carrera profesional que me permite dejar una huella, generar impacto positivo en las comunidades en las que trabajo. Y siempre me pregunto inconscientemente, lo que pensarían mis padres ante cualquier decisión y siempre hay unos principios fundamentales con los que guío las decisiones que tomo: que sin importar las bondades económicas de un negocio, tal vez no vale la pena adelantarlo si no genera beneficio a la sociedad en general; que aunque los resultados de un negocio no sean los mejores, la mayor satisfacción viene de hacer las cosas bien hechas, siguiendo las reglas, sin pasar por encima de nadie, dejando un legado. 

Yo estoy convencido que estos principios empresariales son fundamentales en el mundo en que vivimos, donde son las empresas, y no solo el Estado, las llamadas a atacar los grandes problemas de la sociedad.

Su hijo: Alfonso Pimienta Naranjo.