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Columnista - 4 marzo, 2024

En la mitad del final (la tercera guerra mundial)

Aunque no lo creamos estamos ya en la tercera guerra mundial, en donde en parte se están utilizando las armas, pero por la otra, la mayoría de los ataques sucedidos son de tipo ideológicos en donde no se tiene nada claro quiénes componen el bando de los buenos y quiénes el bando de los malos, […]

Aunque no lo creamos estamos ya en la tercera guerra mundial, en donde en parte se están utilizando las armas, pero por la otra, la mayoría de los ataques sucedidos son de tipo ideológicos en donde no se tiene nada claro quiénes componen el bando de los buenos y quiénes el bando de los malos, donde la opinión sólo la pueden usar los autócratas que aparentemente suelen representar a los más fuertes.

Nadie usa la razón para nada, ni las reglas mundiales de tantos pactos sin sentidos ni logros, ni la sensibilidad social aflora por parte alguna, donde los intereses económicos y los enfermos religiosos de unas etnias con desafueros casi que amarrados a estados de psicopatía que solo han estado listos para tomarse el corazón del hombre, y que como siempre es utilizado como campo de batalla para imponer los criterios de su bien o de su mal.

Los gobiernos y quienes los manejan, con sus alianzas estratégicas desde el punto de vista político, han conformado los estados fallidos que se acompañan mutuamente de acuerdos, no con los programas visionarios para un futuro mejor de los pueblos del mundo que hubieren de representar, sino con las posiciones económicas que defiendan, valiéndose de falsas ideologías para enfermar a sus pueblos, infundiéndoles la medicina del odio. 

Así nacen las dictaduras obsesivas, donde reina la anarquía, con los estados de guerra permanentes que son los que componen la base de su filosofía.

La posibilidad de una tercera guerra mundial es un tema de preocupación global debido a una serie de factores interrelacionados que podrían desencadenar un conflicto a gran escala. La diplomacia bien ejercida sería un enfoque importante para mantener la paz en el mundo.

Las tensiones geopolíticas desempeñan un papel significativo. Las superpotencias mundiales, como Estados Unidos, China y Rusia, compiten por la primacía y poder absoluto global, lo que puede llevar a confrontaciones directas. Las rivalidades en torno a cuestiones como el comercio, el acceso a recursos naturales, las rutas y áreas estratégicas pueden exacerbar estas tensiones.

La proliferación de armas nucleares donde ya múltiples países las poseen y se genere la amenaza de un conflicto con las mismas, es aterradora.

Las tensiones étnicas y religiosas en diversas partes del mundo podrían desencadenar más conflictos regionales de lo que podemos imaginar que involucren a actores internacionales. La lucha por el control de territorios, la discriminación y la persecución étnica o religiosa son factores que han desencadenado guerras en el pasado y que podrían repetirse muy agresivas en el futuro.

La desinformación y la manipulación de la información también pueden exacerbar las tensiones y provocar malentendidos, pero la competencia por los recursos naturales, como el agua y la energía, en un mundo cada vez más poblado y con recursos limitados, podría aumentar las tensiones entre naciones.

Pronto la riqueza y poder de los países se medirá por la cantidad de agua disponible y recursos naturales poseídos y los pocos países con reservas naturales apetecibles, serán el escenario de los peores conflictos.

La guerra no es un fenómeno independiente, sino la continuación de la política por diferentes medios y esa política del desastre hay que frenarla, lo mismo que a los psicópatas que las promueven. Si el hombre no busca un final para la guerra, ésta acabará por fin con la humanidad y esto parece que representa el objetivo buscado, donde el hambre y la miseria saquen a relucir su casta porque nunca fuimos capaces de pensar que las únicas armas para contrarrestar la soberbia humana eran los caminos de la paz.

Una guerra jamás nos dará la razón ya que ella es fruto de la irracionalidad e intolerancia del poder de los soberbios.

Con las guerras solo encontraremos destrucción y muerte y su justificación como alternativa de destrucción masiva, estarán de la mano con los que propenden por el poder económico y de globalización de las economías de mercados que, si se dedicaran a construir el bien, lograrían educar formalmente en menos de un decenio a media humanidad existente.

O frenamos a los autócratas o nos hundimos por siempre en un mundo de desgracias sin sentido.

Todos, empezando por nuestro entorno, cada día iniciamos pequeñas guerras domésticas, que generan aquellos incapaces que solo ven la vida fácil como medio de subsistencia, usufructuando como siempre de los que se inventan su propio bienestar.

El hombre se ha vuelto tan entupido, que no ha llegado pensar que con la destrucción del mundo en que ha vivido, lo dejaría sin competencia para comerciar sus recursos. ¿Valdría la pena preguntarse a quienes le venderemos nuestra producción? ¿A los extraterrestres?

La verdad es que ya estamos, sin analizar lo mucho, en la mitad del fin.

Fausto Cotes Núñez 

Columnista
4 marzo, 2024

En la mitad del final (la tercera guerra mundial)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

Aunque no lo creamos estamos ya en la tercera guerra mundial, en donde en parte se están utilizando las armas, pero por la otra, la mayoría de los ataques sucedidos son de tipo ideológicos en donde no se tiene nada claro quiénes componen el bando de los buenos y quiénes el bando de los malos, […]


Aunque no lo creamos estamos ya en la tercera guerra mundial, en donde en parte se están utilizando las armas, pero por la otra, la mayoría de los ataques sucedidos son de tipo ideológicos en donde no se tiene nada claro quiénes componen el bando de los buenos y quiénes el bando de los malos, donde la opinión sólo la pueden usar los autócratas que aparentemente suelen representar a los más fuertes.

Nadie usa la razón para nada, ni las reglas mundiales de tantos pactos sin sentidos ni logros, ni la sensibilidad social aflora por parte alguna, donde los intereses económicos y los enfermos religiosos de unas etnias con desafueros casi que amarrados a estados de psicopatía que solo han estado listos para tomarse el corazón del hombre, y que como siempre es utilizado como campo de batalla para imponer los criterios de su bien o de su mal.

Los gobiernos y quienes los manejan, con sus alianzas estratégicas desde el punto de vista político, han conformado los estados fallidos que se acompañan mutuamente de acuerdos, no con los programas visionarios para un futuro mejor de los pueblos del mundo que hubieren de representar, sino con las posiciones económicas que defiendan, valiéndose de falsas ideologías para enfermar a sus pueblos, infundiéndoles la medicina del odio. 

Así nacen las dictaduras obsesivas, donde reina la anarquía, con los estados de guerra permanentes que son los que componen la base de su filosofía.

La posibilidad de una tercera guerra mundial es un tema de preocupación global debido a una serie de factores interrelacionados que podrían desencadenar un conflicto a gran escala. La diplomacia bien ejercida sería un enfoque importante para mantener la paz en el mundo.

Las tensiones geopolíticas desempeñan un papel significativo. Las superpotencias mundiales, como Estados Unidos, China y Rusia, compiten por la primacía y poder absoluto global, lo que puede llevar a confrontaciones directas. Las rivalidades en torno a cuestiones como el comercio, el acceso a recursos naturales, las rutas y áreas estratégicas pueden exacerbar estas tensiones.

La proliferación de armas nucleares donde ya múltiples países las poseen y se genere la amenaza de un conflicto con las mismas, es aterradora.

Las tensiones étnicas y religiosas en diversas partes del mundo podrían desencadenar más conflictos regionales de lo que podemos imaginar que involucren a actores internacionales. La lucha por el control de territorios, la discriminación y la persecución étnica o religiosa son factores que han desencadenado guerras en el pasado y que podrían repetirse muy agresivas en el futuro.

La desinformación y la manipulación de la información también pueden exacerbar las tensiones y provocar malentendidos, pero la competencia por los recursos naturales, como el agua y la energía, en un mundo cada vez más poblado y con recursos limitados, podría aumentar las tensiones entre naciones.

Pronto la riqueza y poder de los países se medirá por la cantidad de agua disponible y recursos naturales poseídos y los pocos países con reservas naturales apetecibles, serán el escenario de los peores conflictos.

La guerra no es un fenómeno independiente, sino la continuación de la política por diferentes medios y esa política del desastre hay que frenarla, lo mismo que a los psicópatas que las promueven. Si el hombre no busca un final para la guerra, ésta acabará por fin con la humanidad y esto parece que representa el objetivo buscado, donde el hambre y la miseria saquen a relucir su casta porque nunca fuimos capaces de pensar que las únicas armas para contrarrestar la soberbia humana eran los caminos de la paz.

Una guerra jamás nos dará la razón ya que ella es fruto de la irracionalidad e intolerancia del poder de los soberbios.

Con las guerras solo encontraremos destrucción y muerte y su justificación como alternativa de destrucción masiva, estarán de la mano con los que propenden por el poder económico y de globalización de las economías de mercados que, si se dedicaran a construir el bien, lograrían educar formalmente en menos de un decenio a media humanidad existente.

O frenamos a los autócratas o nos hundimos por siempre en un mundo de desgracias sin sentido.

Todos, empezando por nuestro entorno, cada día iniciamos pequeñas guerras domésticas, que generan aquellos incapaces que solo ven la vida fácil como medio de subsistencia, usufructuando como siempre de los que se inventan su propio bienestar.

El hombre se ha vuelto tan entupido, que no ha llegado pensar que con la destrucción del mundo en que ha vivido, lo dejaría sin competencia para comerciar sus recursos. ¿Valdría la pena preguntarse a quienes le venderemos nuestra producción? ¿A los extraterrestres?

La verdad es que ya estamos, sin analizar lo mucho, en la mitad del fin.

Fausto Cotes Núñez