El economista e historiador Joaquín Viloria De la Hoz habló con EL PILÓN sobre su reciente libro ‘Acordeones, cumbiamba y el vallenato en el Magdalena Grande; una historia cultural, económica y política, 1870- 1960’.
¿Cómo surgió esa investigación que le dio vida al libro?
Como costeño, magdalenense y samario siempre escuché en mi casa la música vallenata, intercalada con porros, cumbias y música antillana. Más tarde estudié economía y posteriormente un doctorado en historia. Como investigador siempre trabajé temas sobre economía regional, historia económica e historia empresarial del Caribe colombiano. En una de esas investigaciones sobre historia de las finanzas públicas del Estado Soberano del Magdalena durante el período de los liberales radicales (1850-1880), descubrí en las Memorias de los Secretarios de Hacienda de Colombia, detalles de las primeras importaciones de acordeones que se realizaron en el año fiscal 1869-1870. En ese momento descubrí que tenía un diamante en bruto, un tesoro que tenía que pulir: hasta ese momento ninguna investigación sobre la música vallenata había referenciado las importaciones de acordeones, todo se movía en el campo especulativo y de la leyenda. Por eso decidí hacer esta investigación, basada en evidencia empírica.
El libro es en buena parte sobre la evolución en la segunda mitad del siglo XIX de 3 ejes poblacionales, Santa Marta, Valledupar y Riohacha, era el tiempo de ésta última, ¿cómo intervinieron ellas en el desarrollo de lo hoy conocido como El Vallenato?
Riohacha vive una bonanza económica entre 1840 y 1870, fundamentada en las exportaciones forestales de palo de Brasil y Dividivi, así como perlas y otros productos. En esa época se radicaron en la ciudad varios comerciantes muy dinámicos originarios de Curazao, Francia, Italia y otros países. En esa época se empiezan a importar los primeros acordeones y Riohacha va a ser el puerto por donde se importa el mayor número de instrumentos durante el primer año del que se tiene registros (1869-70).
Santa Marta también vivió un auge comercial alrededor de su puerto entre 1840 1870, impulsado por la “Compañía de Vapores de Santa Marta”, que mantuvo el monopolio por el río Magdalena durante varios años. Al construir Barranquilla su pequeño ferrocarril y empezar a funcionar a partir de 1871, su puerto desplazó los de Santa Marta y Cartagena, convirtiéndose en el puerto y la aduana más dinámicos de Colombia.
Por su parte, Valledupar era una ciudad aislada y de escasa dinámica económica hasta las primeras décadas del siglo XX. La crisis de Riohacha y el auge bananero le dieron impulso a la actividad ganadera de Valledupar, que luego va a ser complementado con la bonanza algodonera que inicia a mediados del siglo XX. Pero no hay duda que la primera gran bonanza de Valledupar la impulsaron Alfonso López Pumarejo, dos veces presidente de la república, y su hijo A. López Michelsen, primer gobernador del Cesar y luego presidente de la república.
¿Registra la contribución del Magdalena a esta música y el desazón de Julio Erazo, el importante compositor de Guamal, por la separación de El Cesar?
Julio Erazo hizo esa composición en respuesta a unos comentarios desobligantes que hizo Rafael Escalona en contra del mermado departamento del Magdalena, al crearse los departamentos de La Guajira (1965) y el Cesar (1967). Al final, se debe reconocer que el Magdalena Grande es una veta musical y folclórica de Colombia y de la Cuenca del Caribe en su conjunto.
El Festival vallenato tuvo antecedentes en Aracataca y Fundación. ¿Nos podría explicar más? ¿Cómo también contribuyó la bonanza bananera de los años 30 y 40 a la difusión de cantos, a la mezcla e intercambio de culturas y de las familias de la región?
El comerciante libanés Camilo George inició en Fundación unos concursos de acordeoneros al frente de su almacén, como una forma de atraer clientela a su negocio. Esto lo hizo durante la década de 1950 y no se sabe por qué les puso fin, de seguro porque ya no atraía tanta clientela o porque le generaba mucho gasto. En esa época Fundación era llamada “La Esquina del Progreso”, por donde circulaba gran parte del dinero de la bonanza bananera y hasta donde llegaba el tren, que llegaban a tomar los provincianos que iban para Santa Marta, Ciénaga o Barranquilla. Luego, en 1966, Gabo le pidió a su amigo Escalona que reuniera lo mejor de los conjuntos vallenatos en Aracataca, para escuchar lo que se había producido en este género en los últimos años, cuando Gabo se fue para el exterior. Este fue el origen de los festivales vallenatos y en mi libro está explicado con mayor detalle.
Hemos descubierto en sus páginas citados los escritos de prensa de Antonio Brugés Carmona en los años 30 y 40, que registró el ascenso de la música de acordeón. ¿Quién era Brugés Carmona?
Era un joven nacido en Santana y criado en Guamal, poblaciones a orillas del río Magdalena, que se va a estudiar a Bogotá. En la capital de la república empieza a escribir en los periódicos sus columnas en defensa de la cultura, la música y el folclor del Magdalena Grande y del Caribe colombiano en general. Escribe crónicas y cuentos como un adelantado del mundo de Macondo que hará famoso Gabo treinta años después. Habla del enfrentamiento de un acordeonero con el diablo (lo llama Pedro Nolasco Padilla, pero en realidad era P.N. Martínez, nacido en El Paso) y también de las brujas de Tacamocho. Es el precursor intelectual de la música del Magdalena Grande.
¿Hay un hilo conductor entre la cumbia, la cumbiamba y el vallenato? Si es así, ¿cómo terminó esto reducido a los 3 instrumentos básicos?
La cumbiamba era la fiesta callejera que se hacía alrededor de la varasanta o mástil que se colocaba en la plaza del pueblo con la bandera nacional. Allí se colocaban los músicos con sus instrumentos (gaita, tambor, guacharaca o guache) y a su alrededor las personas bailaban en círculo y las mujeres llevaban velas encendidas. En la cumbiamba se bailaba cumbia, porro, merengue, pajarito, bullerengue, etc. Luego, a finales del siglo XIX, en la cumbiamba el acordeón remplaza las gaitas (hembra y macho). Por su parte, la cumbia es un aire musical (ver mayor explicación en el documento). Uno de los aires musicales que empezó a sobresalir en la cumbiamba fue el merengue, que para la década de 1940 el guamalense Gnecco Rangel Pava ya le identificó los cuatro aires característicos: merengue, puya, son y paseo. Estos son los cuatro aires que van a distinguir al vallenato, tocado con los tres instrumentos de caja, guacharaca y acordeón. Se debe resaltar que en los años 50 y 60, además de estos tres instrumentos, la guitarra tenía un papel protagónico en la música vallenata, con artistas como Guillermo Buitrago, Julio Cesar Bovea, Fontanilla, Hugues Martínez y “El cachaco” Julio Torres.
Explíquele a los lectores la diferencia geográfica entre el Valle de Upar y Valledupar. ¿Cuál es la delimitación más apropiada de los municipios que conforman el ámbito del vallenato?
La primera diferencia entre Valledupar y el Valle de Upar la hizo el viajero francés Luis Striffler en su libro “Río Cesar”, escrito en la década de 1870. Valledupar es una ciudad, epicentro de la subregión del Valle de Upar, caracterizada en ese entonces por la economía ganadera y una población que padecía una enfermedad que les despigmentaba la piel, llamados peyorativamente como “vallenatos”. Luego, en las décadas de 1930 y 1940 A.
Brugés Carmona identificó esa subregión que se extendía desde las costas guajiras de Dibulla y Riohacha, pasando por toda la provincia de Padilla, Valledupar, las poblaciones ribereñas de El Banco, Guamal y Plato hasta las sabanas del río Ariguaní. Por su parte, la delimitación del Ministerio de Cultura ( con ocasión de la declaración de la Unesco) tomó las subregiones anteriores y lo amplió a otros municipios del departamento del Magdalena, en especial de la zona bananera y Santa Marta. Como siempre, toda delimitación es arbitraria y será objeto de críticas.
Hace semanas estuvo usted en Valledupar, (como ha seguido viniendo), en un foro sobre el potencial de Valledupar para constituirse en el primer piloto de un distrito naranja, una ciudad de atracción, música y entretenimiento cultural. Por su experiencia al frente del Banco de La Republica de Santa Marta y su visión regional ¿lo ve posible? ¿Qué recomendaría hoy?
Valledupar y su área de influencia es una subregión musical por excelencia. La música empieza en el hablado cantado de los vallenatos y los provincianos. En Santa Marta decimos “el hablaito cantao de los provincianos”: En términos jocosos se dice que el vallenato cree que está hablando y para el resto de los colombianos en realidad está cantando. El Distrito Creativo, Cultural o Naranja puede encontrar en Valledupar su primer experimento. Pero deben pasar de lo eminentemente parroquial a lo científico o técnico, para medir el real impacto de la cultura vallenata (festivales, artistas, músicos, visitantes, venta de artesanías y otros productos, etc.). Se debe invitar a universidades y centros de estudios para que investiguen el efecto multiplicador de la producción la música vallenata en la economía local y subregional.
El economista e historiador Joaquín Viloria De la Hoz habló con EL PILÓN sobre su reciente libro ‘Acordeones, cumbiamba y el vallenato en el Magdalena Grande; una historia cultural, económica y política, 1870- 1960’.
¿Cómo surgió esa investigación que le dio vida al libro?
Como costeño, magdalenense y samario siempre escuché en mi casa la música vallenata, intercalada con porros, cumbias y música antillana. Más tarde estudié economía y posteriormente un doctorado en historia. Como investigador siempre trabajé temas sobre economía regional, historia económica e historia empresarial del Caribe colombiano. En una de esas investigaciones sobre historia de las finanzas públicas del Estado Soberano del Magdalena durante el período de los liberales radicales (1850-1880), descubrí en las Memorias de los Secretarios de Hacienda de Colombia, detalles de las primeras importaciones de acordeones que se realizaron en el año fiscal 1869-1870. En ese momento descubrí que tenía un diamante en bruto, un tesoro que tenía que pulir: hasta ese momento ninguna investigación sobre la música vallenata había referenciado las importaciones de acordeones, todo se movía en el campo especulativo y de la leyenda. Por eso decidí hacer esta investigación, basada en evidencia empírica.
El libro es en buena parte sobre la evolución en la segunda mitad del siglo XIX de 3 ejes poblacionales, Santa Marta, Valledupar y Riohacha, era el tiempo de ésta última, ¿cómo intervinieron ellas en el desarrollo de lo hoy conocido como El Vallenato?
Riohacha vive una bonanza económica entre 1840 y 1870, fundamentada en las exportaciones forestales de palo de Brasil y Dividivi, así como perlas y otros productos. En esa época se radicaron en la ciudad varios comerciantes muy dinámicos originarios de Curazao, Francia, Italia y otros países. En esa época se empiezan a importar los primeros acordeones y Riohacha va a ser el puerto por donde se importa el mayor número de instrumentos durante el primer año del que se tiene registros (1869-70).
Santa Marta también vivió un auge comercial alrededor de su puerto entre 1840 1870, impulsado por la “Compañía de Vapores de Santa Marta”, que mantuvo el monopolio por el río Magdalena durante varios años. Al construir Barranquilla su pequeño ferrocarril y empezar a funcionar a partir de 1871, su puerto desplazó los de Santa Marta y Cartagena, convirtiéndose en el puerto y la aduana más dinámicos de Colombia.
Por su parte, Valledupar era una ciudad aislada y de escasa dinámica económica hasta las primeras décadas del siglo XX. La crisis de Riohacha y el auge bananero le dieron impulso a la actividad ganadera de Valledupar, que luego va a ser complementado con la bonanza algodonera que inicia a mediados del siglo XX. Pero no hay duda que la primera gran bonanza de Valledupar la impulsaron Alfonso López Pumarejo, dos veces presidente de la república, y su hijo A. López Michelsen, primer gobernador del Cesar y luego presidente de la república.
¿Registra la contribución del Magdalena a esta música y el desazón de Julio Erazo, el importante compositor de Guamal, por la separación de El Cesar?
Julio Erazo hizo esa composición en respuesta a unos comentarios desobligantes que hizo Rafael Escalona en contra del mermado departamento del Magdalena, al crearse los departamentos de La Guajira (1965) y el Cesar (1967). Al final, se debe reconocer que el Magdalena Grande es una veta musical y folclórica de Colombia y de la Cuenca del Caribe en su conjunto.
El Festival vallenato tuvo antecedentes en Aracataca y Fundación. ¿Nos podría explicar más? ¿Cómo también contribuyó la bonanza bananera de los años 30 y 40 a la difusión de cantos, a la mezcla e intercambio de culturas y de las familias de la región?
El comerciante libanés Camilo George inició en Fundación unos concursos de acordeoneros al frente de su almacén, como una forma de atraer clientela a su negocio. Esto lo hizo durante la década de 1950 y no se sabe por qué les puso fin, de seguro porque ya no atraía tanta clientela o porque le generaba mucho gasto. En esa época Fundación era llamada “La Esquina del Progreso”, por donde circulaba gran parte del dinero de la bonanza bananera y hasta donde llegaba el tren, que llegaban a tomar los provincianos que iban para Santa Marta, Ciénaga o Barranquilla. Luego, en 1966, Gabo le pidió a su amigo Escalona que reuniera lo mejor de los conjuntos vallenatos en Aracataca, para escuchar lo que se había producido en este género en los últimos años, cuando Gabo se fue para el exterior. Este fue el origen de los festivales vallenatos y en mi libro está explicado con mayor detalle.
Hemos descubierto en sus páginas citados los escritos de prensa de Antonio Brugés Carmona en los años 30 y 40, que registró el ascenso de la música de acordeón. ¿Quién era Brugés Carmona?
Era un joven nacido en Santana y criado en Guamal, poblaciones a orillas del río Magdalena, que se va a estudiar a Bogotá. En la capital de la república empieza a escribir en los periódicos sus columnas en defensa de la cultura, la música y el folclor del Magdalena Grande y del Caribe colombiano en general. Escribe crónicas y cuentos como un adelantado del mundo de Macondo que hará famoso Gabo treinta años después. Habla del enfrentamiento de un acordeonero con el diablo (lo llama Pedro Nolasco Padilla, pero en realidad era P.N. Martínez, nacido en El Paso) y también de las brujas de Tacamocho. Es el precursor intelectual de la música del Magdalena Grande.
¿Hay un hilo conductor entre la cumbia, la cumbiamba y el vallenato? Si es así, ¿cómo terminó esto reducido a los 3 instrumentos básicos?
La cumbiamba era la fiesta callejera que se hacía alrededor de la varasanta o mástil que se colocaba en la plaza del pueblo con la bandera nacional. Allí se colocaban los músicos con sus instrumentos (gaita, tambor, guacharaca o guache) y a su alrededor las personas bailaban en círculo y las mujeres llevaban velas encendidas. En la cumbiamba se bailaba cumbia, porro, merengue, pajarito, bullerengue, etc. Luego, a finales del siglo XIX, en la cumbiamba el acordeón remplaza las gaitas (hembra y macho). Por su parte, la cumbia es un aire musical (ver mayor explicación en el documento). Uno de los aires musicales que empezó a sobresalir en la cumbiamba fue el merengue, que para la década de 1940 el guamalense Gnecco Rangel Pava ya le identificó los cuatro aires característicos: merengue, puya, son y paseo. Estos son los cuatro aires que van a distinguir al vallenato, tocado con los tres instrumentos de caja, guacharaca y acordeón. Se debe resaltar que en los años 50 y 60, además de estos tres instrumentos, la guitarra tenía un papel protagónico en la música vallenata, con artistas como Guillermo Buitrago, Julio Cesar Bovea, Fontanilla, Hugues Martínez y “El cachaco” Julio Torres.
Explíquele a los lectores la diferencia geográfica entre el Valle de Upar y Valledupar. ¿Cuál es la delimitación más apropiada de los municipios que conforman el ámbito del vallenato?
La primera diferencia entre Valledupar y el Valle de Upar la hizo el viajero francés Luis Striffler en su libro “Río Cesar”, escrito en la década de 1870. Valledupar es una ciudad, epicentro de la subregión del Valle de Upar, caracterizada en ese entonces por la economía ganadera y una población que padecía una enfermedad que les despigmentaba la piel, llamados peyorativamente como “vallenatos”. Luego, en las décadas de 1930 y 1940 A.
Brugés Carmona identificó esa subregión que se extendía desde las costas guajiras de Dibulla y Riohacha, pasando por toda la provincia de Padilla, Valledupar, las poblaciones ribereñas de El Banco, Guamal y Plato hasta las sabanas del río Ariguaní. Por su parte, la delimitación del Ministerio de Cultura ( con ocasión de la declaración de la Unesco) tomó las subregiones anteriores y lo amplió a otros municipios del departamento del Magdalena, en especial de la zona bananera y Santa Marta. Como siempre, toda delimitación es arbitraria y será objeto de críticas.
Hace semanas estuvo usted en Valledupar, (como ha seguido viniendo), en un foro sobre el potencial de Valledupar para constituirse en el primer piloto de un distrito naranja, una ciudad de atracción, música y entretenimiento cultural. Por su experiencia al frente del Banco de La Republica de Santa Marta y su visión regional ¿lo ve posible? ¿Qué recomendaría hoy?
Valledupar y su área de influencia es una subregión musical por excelencia. La música empieza en el hablado cantado de los vallenatos y los provincianos. En Santa Marta decimos “el hablaito cantao de los provincianos”: En términos jocosos se dice que el vallenato cree que está hablando y para el resto de los colombianos en realidad está cantando. El Distrito Creativo, Cultural o Naranja puede encontrar en Valledupar su primer experimento. Pero deben pasar de lo eminentemente parroquial a lo científico o técnico, para medir el real impacto de la cultura vallenata (festivales, artistas, músicos, visitantes, venta de artesanías y otros productos, etc.). Se debe invitar a universidades y centros de estudios para que investiguen el efecto multiplicador de la producción la música vallenata en la economía local y subregional.