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Columnista - 24 enero, 2013

En honor a un anónimo

Por: Hernán Araujo Ariza Un día cualquiera decidí apartarme de la rutina y opté por salir a caminar de noche. Cambié el recorrido que a veces hago por las mañanas, y decidí recorrer la avenida Simón Bolivar (carrera 19) desde la glorieta de El Pedazo de acordeón hasta el colegio INSTPECAM y viceversa. La idea […]

Por: Hernán Araujo Ariza

Un día cualquiera decidí apartarme de la rutina y opté por salir a caminar de noche. Cambié el recorrido que a veces hago por las mañanas, y decidí recorrer la avenida Simón Bolivar (carrera 19) desde la glorieta de El Pedazo de acordeón hasta el colegio INSTPECAM y viceversa.

La idea era hacerlo por el amplio bulevar que divide los dos sentidos de esta vía, y no por la acera.
Bueno anotar, que mi caminata la realicé a finales de noviembre del año pasado, cuando ni siquiera se había anunciado la intervención artística que hoy se ejecuta sobre el mismo tramo, para llenar de color una avenida gris.

Poco después de haber emprendido mi ruta, empecé a notar que varios de los contenedores de raíz o jardineras -que fueron construidos alrededor de cada uno de los 56 árboles de caucho que hay en ese trayecto- estaban convertidos en escuetas canecas donde los fugaces visitantes del bulevar, depositan desde papeles hasta botellas de licor.

Más adelante, caí en cuenta que una de las jardineras era diferente a todas las demás. No obstante, seguí mi camino sin prestarle mayor atención a lo que la hacía diferente.

Estando en el semáforo del barrio Los Cortijos, ya me había topado con al menos 5 bancas de cemento destruidas. Las suficientes para notarlo y no dejar de pensar al respecto: ¿cómo pudieron destruir unas bancas hechas en cemento? ¿Mala calidad? ¿Vandalismo? ¿Acaso no eran éstas, bancas ‘antivandálicas’? Al menos, eso dijeron al momento de su instalación.

Las preguntas sobre lo ocurrido con las bancas, me hicieron valorar más lo que hacía diferente a aquella jardinera que ya mencioné y que había visto a la altura del barrio Los Músicos. Pero seguí mi camino nuevamente, llegué al semáforo del INSTPECAM y luego de dar media vuelta, emprendí mi camino de regreso a la glorieta de donde partí.

Cuando llegué -otra vez- a la jardinera en cuestión, me di cuenta que en efecto era diferente a las 55 restantes. Pues habían sembradas unas matas, cuyos frutos eran flores muy bien cuidadas. Detallé entonces el jardín que allí había, y concluí que sólo podría estar en esas condiciones, producto del cuidado que alguien había dedicado a él.

Pero ¿quién le dijo a este jardinero ad honoren, que tenía que hacer eso en un bulevar que le pertenece tanto a él, como a cualquiera de sus vecinos? ¿Qué lo motivó a salirse de la zona de ‘confort’ -en la que nos movemos por lo general- y atreverse a dar un poquito más, para la ciudad? ¿Por qué sólo 1 de las 56 jardineras? ¿Será que no hay más residentes o negocios sobre la vía, en condiciones de encargarse del cuidado de una porción de este amplio bulevar? ¿O será que no hay otros que se sientan tan dueños de esta ciudad, para hacerlo?

Hoy, cuando lo que a todos pertenece, a ninguno le duele; este caso cobra valor para ser exaltado. Máxime porque se trata de una decisión silenciosa de aportar, sin pretensión de premio o remuneración. Por eso, esta columna se escribe en honor a ese anónimo -pues no sé de quién se trata- que se ha consagrado a sembrar, regar y cuidar de éste improvisado edén en la jardinera de una avenida que tanto le pertenece a él, como a ti, o a mí.

Ojalá pronto, sean muchos los que sigan este ejemplo, sobre todo ahora que están embelleciendo esta avenida. Es hora de apropiarnos de ella, y no dejar que los vándalos sean los únicos que dejen su huella.

MI ÚLTIMA PALABRA: Valledupar Como Vamos hizo públicos los resultados de la encuesta de percepción ciudadana del año 2012, donde se miden año tras año más de 100 indicadores de calidad de vida en varias ciudades. Los resultados para Valledupar dejaron un sabor un tanto agridulce. Pero más que llorar sobre la ‘leche’ derramada, o trenzarnos en señalamientos y excusas que nada aportan; lo mejor será aprovechar la valiosa información recopilada, y usarla como carta de navegación en los 3 años que aún quedan, para poder atender las demandas puntuales que allí reflejaron los vallenatos.

Twitter: @pipearaujoariza
www.pipearaujoariza.com

Columnista
24 enero, 2013

En honor a un anónimo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Araujo Ariza

Por: Hernán Araujo Ariza Un día cualquiera decidí apartarme de la rutina y opté por salir a caminar de noche. Cambié el recorrido que a veces hago por las mañanas, y decidí recorrer la avenida Simón Bolivar (carrera 19) desde la glorieta de El Pedazo de acordeón hasta el colegio INSTPECAM y viceversa. La idea […]


Por: Hernán Araujo Ariza

Un día cualquiera decidí apartarme de la rutina y opté por salir a caminar de noche. Cambié el recorrido que a veces hago por las mañanas, y decidí recorrer la avenida Simón Bolivar (carrera 19) desde la glorieta de El Pedazo de acordeón hasta el colegio INSTPECAM y viceversa.

La idea era hacerlo por el amplio bulevar que divide los dos sentidos de esta vía, y no por la acera.
Bueno anotar, que mi caminata la realicé a finales de noviembre del año pasado, cuando ni siquiera se había anunciado la intervención artística que hoy se ejecuta sobre el mismo tramo, para llenar de color una avenida gris.

Poco después de haber emprendido mi ruta, empecé a notar que varios de los contenedores de raíz o jardineras -que fueron construidos alrededor de cada uno de los 56 árboles de caucho que hay en ese trayecto- estaban convertidos en escuetas canecas donde los fugaces visitantes del bulevar, depositan desde papeles hasta botellas de licor.

Más adelante, caí en cuenta que una de las jardineras era diferente a todas las demás. No obstante, seguí mi camino sin prestarle mayor atención a lo que la hacía diferente.

Estando en el semáforo del barrio Los Cortijos, ya me había topado con al menos 5 bancas de cemento destruidas. Las suficientes para notarlo y no dejar de pensar al respecto: ¿cómo pudieron destruir unas bancas hechas en cemento? ¿Mala calidad? ¿Vandalismo? ¿Acaso no eran éstas, bancas ‘antivandálicas’? Al menos, eso dijeron al momento de su instalación.

Las preguntas sobre lo ocurrido con las bancas, me hicieron valorar más lo que hacía diferente a aquella jardinera que ya mencioné y que había visto a la altura del barrio Los Músicos. Pero seguí mi camino nuevamente, llegué al semáforo del INSTPECAM y luego de dar media vuelta, emprendí mi camino de regreso a la glorieta de donde partí.

Cuando llegué -otra vez- a la jardinera en cuestión, me di cuenta que en efecto era diferente a las 55 restantes. Pues habían sembradas unas matas, cuyos frutos eran flores muy bien cuidadas. Detallé entonces el jardín que allí había, y concluí que sólo podría estar en esas condiciones, producto del cuidado que alguien había dedicado a él.

Pero ¿quién le dijo a este jardinero ad honoren, que tenía que hacer eso en un bulevar que le pertenece tanto a él, como a cualquiera de sus vecinos? ¿Qué lo motivó a salirse de la zona de ‘confort’ -en la que nos movemos por lo general- y atreverse a dar un poquito más, para la ciudad? ¿Por qué sólo 1 de las 56 jardineras? ¿Será que no hay más residentes o negocios sobre la vía, en condiciones de encargarse del cuidado de una porción de este amplio bulevar? ¿O será que no hay otros que se sientan tan dueños de esta ciudad, para hacerlo?

Hoy, cuando lo que a todos pertenece, a ninguno le duele; este caso cobra valor para ser exaltado. Máxime porque se trata de una decisión silenciosa de aportar, sin pretensión de premio o remuneración. Por eso, esta columna se escribe en honor a ese anónimo -pues no sé de quién se trata- que se ha consagrado a sembrar, regar y cuidar de éste improvisado edén en la jardinera de una avenida que tanto le pertenece a él, como a ti, o a mí.

Ojalá pronto, sean muchos los que sigan este ejemplo, sobre todo ahora que están embelleciendo esta avenida. Es hora de apropiarnos de ella, y no dejar que los vándalos sean los únicos que dejen su huella.

MI ÚLTIMA PALABRA: Valledupar Como Vamos hizo públicos los resultados de la encuesta de percepción ciudadana del año 2012, donde se miden año tras año más de 100 indicadores de calidad de vida en varias ciudades. Los resultados para Valledupar dejaron un sabor un tanto agridulce. Pero más que llorar sobre la ‘leche’ derramada, o trenzarnos en señalamientos y excusas que nada aportan; lo mejor será aprovechar la valiosa información recopilada, y usarla como carta de navegación en los 3 años que aún quedan, para poder atender las demandas puntuales que allí reflejaron los vallenatos.

Twitter: @pipearaujoariza
www.pipearaujoariza.com