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Columnista - 7 diciembre, 2011

En homenaje a Jaime Gnecco:

Desde mí cocina Y volver, volver, volver… Por Silvia Betancourt Alliegro   Cedo mi espacio al mejor colombo- argentino que hubo sobre la faz del planeta. “Desde el mes de marzo de 1.954 en que llegué por primera vez, han sido muchas las veces  que he aterrizado en el Aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, […]

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Desde mí cocina

Y volver, volver, volver…
Por Silvia Betancourt Alliegro  
Cedo mi espacio al mejor colombo- argentino que hubo sobre la faz del planeta.

“Desde el mes de marzo de 1.954 en que llegué por primera vez, han sido muchas las veces  que he aterrizado en el Aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, Argentina procedente de Colombia, España y Brasil.
Yo fui uno de los muchachos latinoamericanos que llegamos a estudiar a éste país  maravilloso, atraídos por la interpretación realista que le diera Perón al panamericanismo que nos insufló Bolívar, cuando abrió las puertas de las universidades argentinas para que en ellas pudieran estudiar los jóvenes del Continente de la Esperanza.
Como en tropel, nos vinimos muchos, desde el sur del Río Grande hasta los confines del Sur; los muchachos se organizaron para aprovechar la oportunidad que aquí se les brindaba y que no podían tener en su país por falta de cupos o porque los cupos estaban ya asignados a los hijos o recomendados de los políticos y validos de los regímenes. Unos llegaron en avión, otros en barco por el Pacífico y luego en tren, los de los países más cercanos se aventuraron por tierra y no fueron pocos los cholitos que se arriesgaron a venirse a pie. Colombia envió más de tres mil deseosos de estudiar pero sólo 69 regresaron con su título, que no es mal número.
El impacto para los que llegaron, no fue cualquier cosa, yo diría que si no vinimos completamente, gran parte de la mayoría llegamos si no del todo, por lo menos un poco cerreros; una cosa tan natural como cantar algo de Rafael en la calle, era escándalo en la vía pública y más de una vez ocasionó el tener que pagarlo pasando una noche en la Comisaría o llegar de visita a alguna parte sin llamar previamente por teléfono era una falta de cortesía y mala educación.
En fin, pequeños grandes detalles nos enseñaron que habíamos llegado a un país que nos aventajaba en muchas cosas, y que era de zonzos no aprovechar la oportunidad para aprender, pasando entonces toda la vida como “pajueranos” (corronchos). Con el sentimiento y pasión que los colombianos le ponemos a todo, la cosa fructificó, pues a mi entender el valor agregado que aportó el lado colombiano mejoró la relación aún entre nosotros mismos y nos hizo ver mejores entre los locales, la dedicación al trabajo y la responsabilidad en el mismo que tanto aprecian los gauchos, ponderó el status de los colombianos en lo personal y en lo general.
Este país, como todos los del área latinoamericana, ha permitido, mientras buscan su destino, que sus dirigentes hayan tomado caminos equivocados en la conducción del colectivo y a veces no han sabido interpretar el camino que ciertos líderes han querido trazarle, equivocando todos el camino y retrasando el desarrollo comunitario en detrimento de todos.
En 1.955, lo que fue llamada la Revolución Libertadora, desalojó a Juan Domingo Perón del poder, haciéndolo emigrar inicialmente a países americanos después de lo cual se instaló en España, desde donde una vez regresó después que Héctor Cámpora, presidente en ejercicio, renunciara para facilitar la reelección de Perón, pero ya éste no era el mismo que se había ido ni el pueblo argentino tampoco era igual al que durante dieciocho años esperó su regreso, así que no se entendieron y todo fracasó.
En ese ínterin, Perón en Europa sufrió una transformación que lo llevó de la beligerancia peronista hacia el verdadero y real patriotismo que lo hacía pensar en gobernar como Jefe de Estado para todos los argentinos; inicialmente, en las primeras elecciones que permitió la Revolución Libertadora, ordenó a sus huestes respaldar al candidato Arturo Frondizi, de la Unión Cívica Radical Intransigente que se había desprendido de la UCR inicial, su contradictor más polémico y caracterizado y a su regreso, se mantuvo en conversaciones con don Ricardo Balbín,  Jefe único indiscutido de la UCR a quien se decía Perón le había ofrecido la candidatura para la Vicepresidencia de la Nación en un alarde de verdaderos deseos de unión y unidad del pueblo argentino desde su raíz, lo que indudablemente hubiera sido benéfico para todos. Pero el partido peronista en ausencia de su Jefe había tomado otros caminos con distintos derroteros, se había convertido en un reino de taifas donde muchos reyecitos sólo obedecían a su deseo de revanchismo a través de la violencia, llegando a desconocer la autoridad del jefe tan añorado y haciendo fracasar las para mi coleto, las mejores intenciones de Perón que quería ser otra vez Jefe de Estado y lo fue, pero lo quería ser de un país civilizado, exento de violencia, sin venganzas, acatado y respetado por todos.
El peronismo, que era una representación de matices, tal como se ha definido a nuestro Partido Liberal, a pesar que la dirigencia mantenía contacto permanente con su Jefe en el ostracismo, la ausencia permitió el afloramiento de esos matices y su radicalización y magnificación.
Hay quien califica  esto como un fracaso y la génesis de lo que se considera la crisis que se vive donde con elecciones presidenciales en octubre, hay dos   candidatos  peronistas irreconciliables lo que demuestra el fraccionamiento del partido gobernante. Creo tener aquí tiempo suficiente para averiguar lo que realmente está pasando”… él sabía de cuánto tiempo disponía para estar entre nosotros.
@[email protected]

Columnista
7 diciembre, 2011

En homenaje a Jaime Gnecco:

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Silvia Betancourt Alliegro

Desde mí cocina Y volver, volver, volver… Por Silvia Betancourt Alliegro   Cedo mi espacio al mejor colombo- argentino que hubo sobre la faz del planeta. “Desde el mes de marzo de 1.954 en que llegué por primera vez, han sido muchas las veces  que he aterrizado en el Aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, […]


Desde mí cocina

Y volver, volver, volver…
Por Silvia Betancourt Alliegro  
Cedo mi espacio al mejor colombo- argentino que hubo sobre la faz del planeta.

“Desde el mes de marzo de 1.954 en que llegué por primera vez, han sido muchas las veces  que he aterrizado en el Aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, Argentina procedente de Colombia, España y Brasil.
Yo fui uno de los muchachos latinoamericanos que llegamos a estudiar a éste país  maravilloso, atraídos por la interpretación realista que le diera Perón al panamericanismo que nos insufló Bolívar, cuando abrió las puertas de las universidades argentinas para que en ellas pudieran estudiar los jóvenes del Continente de la Esperanza.
Como en tropel, nos vinimos muchos, desde el sur del Río Grande hasta los confines del Sur; los muchachos se organizaron para aprovechar la oportunidad que aquí se les brindaba y que no podían tener en su país por falta de cupos o porque los cupos estaban ya asignados a los hijos o recomendados de los políticos y validos de los regímenes. Unos llegaron en avión, otros en barco por el Pacífico y luego en tren, los de los países más cercanos se aventuraron por tierra y no fueron pocos los cholitos que se arriesgaron a venirse a pie. Colombia envió más de tres mil deseosos de estudiar pero sólo 69 regresaron con su título, que no es mal número.
El impacto para los que llegaron, no fue cualquier cosa, yo diría que si no vinimos completamente, gran parte de la mayoría llegamos si no del todo, por lo menos un poco cerreros; una cosa tan natural como cantar algo de Rafael en la calle, era escándalo en la vía pública y más de una vez ocasionó el tener que pagarlo pasando una noche en la Comisaría o llegar de visita a alguna parte sin llamar previamente por teléfono era una falta de cortesía y mala educación.
En fin, pequeños grandes detalles nos enseñaron que habíamos llegado a un país que nos aventajaba en muchas cosas, y que era de zonzos no aprovechar la oportunidad para aprender, pasando entonces toda la vida como “pajueranos” (corronchos). Con el sentimiento y pasión que los colombianos le ponemos a todo, la cosa fructificó, pues a mi entender el valor agregado que aportó el lado colombiano mejoró la relación aún entre nosotros mismos y nos hizo ver mejores entre los locales, la dedicación al trabajo y la responsabilidad en el mismo que tanto aprecian los gauchos, ponderó el status de los colombianos en lo personal y en lo general.
Este país, como todos los del área latinoamericana, ha permitido, mientras buscan su destino, que sus dirigentes hayan tomado caminos equivocados en la conducción del colectivo y a veces no han sabido interpretar el camino que ciertos líderes han querido trazarle, equivocando todos el camino y retrasando el desarrollo comunitario en detrimento de todos.
En 1.955, lo que fue llamada la Revolución Libertadora, desalojó a Juan Domingo Perón del poder, haciéndolo emigrar inicialmente a países americanos después de lo cual se instaló en España, desde donde una vez regresó después que Héctor Cámpora, presidente en ejercicio, renunciara para facilitar la reelección de Perón, pero ya éste no era el mismo que se había ido ni el pueblo argentino tampoco era igual al que durante dieciocho años esperó su regreso, así que no se entendieron y todo fracasó.
En ese ínterin, Perón en Europa sufrió una transformación que lo llevó de la beligerancia peronista hacia el verdadero y real patriotismo que lo hacía pensar en gobernar como Jefe de Estado para todos los argentinos; inicialmente, en las primeras elecciones que permitió la Revolución Libertadora, ordenó a sus huestes respaldar al candidato Arturo Frondizi, de la Unión Cívica Radical Intransigente que se había desprendido de la UCR inicial, su contradictor más polémico y caracterizado y a su regreso, se mantuvo en conversaciones con don Ricardo Balbín,  Jefe único indiscutido de la UCR a quien se decía Perón le había ofrecido la candidatura para la Vicepresidencia de la Nación en un alarde de verdaderos deseos de unión y unidad del pueblo argentino desde su raíz, lo que indudablemente hubiera sido benéfico para todos. Pero el partido peronista en ausencia de su Jefe había tomado otros caminos con distintos derroteros, se había convertido en un reino de taifas donde muchos reyecitos sólo obedecían a su deseo de revanchismo a través de la violencia, llegando a desconocer la autoridad del jefe tan añorado y haciendo fracasar las para mi coleto, las mejores intenciones de Perón que quería ser otra vez Jefe de Estado y lo fue, pero lo quería ser de un país civilizado, exento de violencia, sin venganzas, acatado y respetado por todos.
El peronismo, que era una representación de matices, tal como se ha definido a nuestro Partido Liberal, a pesar que la dirigencia mantenía contacto permanente con su Jefe en el ostracismo, la ausencia permitió el afloramiento de esos matices y su radicalización y magnificación.
Hay quien califica  esto como un fracaso y la génesis de lo que se considera la crisis que se vive donde con elecciones presidenciales en octubre, hay dos   candidatos  peronistas irreconciliables lo que demuestra el fraccionamiento del partido gobernante. Creo tener aquí tiempo suficiente para averiguar lo que realmente está pasando”… él sabía de cuánto tiempo disponía para estar entre nosotros.
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