El Cesar y La Guajira, hicieron parte del viejo Magdalena, una amplia región, del tamaño de lo que hoy son Antioquia y sus hijos departamentos cafeteros, con una zona bananera importante para la Colombia de inicios del siglo XX, de no grata recordación por ‘la matanza de las bananeras’ en Ciénaga. En medio de la […]
El Cesar y La Guajira, hicieron parte del viejo Magdalena, una amplia región, del tamaño de lo que hoy son Antioquia y sus hijos departamentos cafeteros, con una zona bananera importante para la Colombia de inicios del siglo XX, de no grata recordación por ‘la matanza de las bananeras’ en Ciénaga. En medio de la crisis del banano y la emergencia de las ganaderías extensivas, los cultivos de arroz y la bonanza algodonera, se genera un ambiente de poder económico que posibilita un escenario independentista.
En medio de la violencia, emerge López Michelsen, quien trabajó con ahínco en la promoción de una imagen de la costa atlántica como enclave de paz lo que fue uno de los motivos que justificaban la creación del nuevo departamento, según refiere la tesis ‘Realismo Mágico, Vallenato y Violencia Política en el Caribe Colombiano’.
Al banano sigue el algodón que llegó a ser el principal ingreso. Se llegaron a sembrar en la costa cerca de 320.000 hectáreas y aquí en el Cesar más de 120.000. Eso dio un ingreso anual muy elevado de 100 a 150.000 millones de pesos. (Castro, 1997).
Durante los años de bonanza algodonera (1960-1975), el Cesar vivió el periodo más dinámico y de mayor crecimiento que se conoce hasta ahora. La vieja estructura productiva agrario-pastoril se transforma en una empresa agro-industrial que en pocos años fue capaz de desarrollar el capitalismo en el campo cesarense, hacer crecer ciudades y pueblos enteros.
Luego de la caída del precio del algodón y la crisis suscitada en la región por el conflicto armado, se vivieron tiempos difíciles que fueron reanimados con los hallazgos y posterior explotación de carbón en el departamento. La bonanza minera se creyó dinamizaría la economía de la región con un manejo eficiente de los recursos provenientes de las regalías a cargo de las entidades territoriales, la modernización de la oficina de hacienda del departamento y la generación de economías complementarias, como lo dijo en su momento el economista Salomón Kalmanovitz.
Se vivieron tragedias grandes, la mayor parte de ellas asociadas a la violencia, la muerte de seres queridos y el dolor de las familias, algunos casos emblemáticos de indígenas, dirigentes sociales y políticos, ganaderos, campesinos, eso no ha tenido comparación por lo crudo, cruel, deshumanizante; las inundaciones en el sur en los años 70 en el río Magdalena, que produjeron miles de damnificados pobres pero no víctimas letales, los accidentes en nuestras vías que durante décadas nos vienen acompañando con sus secuelas de muerte, incluyendo a connotados músicos, y hasta los dos accidentes mortales de nuestras empresas de aviación de pasajeros, que mostraban la pujanza del nuevo departamento, Transportes Aéreos del Cesar TAC en Cerro Azul, Perijá, o la desintegración del jet de Aerocesar entre Riohacha y Valledupar, acaecidos en 1972 y 1980 respectivamente.
Hoy la pandemia por covid-19 nos confronta a una nueva realidad y nos invita a trabajar juntos: empresa, sector público, la universidad y la sociedad civil toda. ¡Saldremos adelante!
El Cesar y La Guajira, hicieron parte del viejo Magdalena, una amplia región, del tamaño de lo que hoy son Antioquia y sus hijos departamentos cafeteros, con una zona bananera importante para la Colombia de inicios del siglo XX, de no grata recordación por ‘la matanza de las bananeras’ en Ciénaga. En medio de la […]
El Cesar y La Guajira, hicieron parte del viejo Magdalena, una amplia región, del tamaño de lo que hoy son Antioquia y sus hijos departamentos cafeteros, con una zona bananera importante para la Colombia de inicios del siglo XX, de no grata recordación por ‘la matanza de las bananeras’ en Ciénaga. En medio de la crisis del banano y la emergencia de las ganaderías extensivas, los cultivos de arroz y la bonanza algodonera, se genera un ambiente de poder económico que posibilita un escenario independentista.
En medio de la violencia, emerge López Michelsen, quien trabajó con ahínco en la promoción de una imagen de la costa atlántica como enclave de paz lo que fue uno de los motivos que justificaban la creación del nuevo departamento, según refiere la tesis ‘Realismo Mágico, Vallenato y Violencia Política en el Caribe Colombiano’.
Al banano sigue el algodón que llegó a ser el principal ingreso. Se llegaron a sembrar en la costa cerca de 320.000 hectáreas y aquí en el Cesar más de 120.000. Eso dio un ingreso anual muy elevado de 100 a 150.000 millones de pesos. (Castro, 1997).
Durante los años de bonanza algodonera (1960-1975), el Cesar vivió el periodo más dinámico y de mayor crecimiento que se conoce hasta ahora. La vieja estructura productiva agrario-pastoril se transforma en una empresa agro-industrial que en pocos años fue capaz de desarrollar el capitalismo en el campo cesarense, hacer crecer ciudades y pueblos enteros.
Luego de la caída del precio del algodón y la crisis suscitada en la región por el conflicto armado, se vivieron tiempos difíciles que fueron reanimados con los hallazgos y posterior explotación de carbón en el departamento. La bonanza minera se creyó dinamizaría la economía de la región con un manejo eficiente de los recursos provenientes de las regalías a cargo de las entidades territoriales, la modernización de la oficina de hacienda del departamento y la generación de economías complementarias, como lo dijo en su momento el economista Salomón Kalmanovitz.
Se vivieron tragedias grandes, la mayor parte de ellas asociadas a la violencia, la muerte de seres queridos y el dolor de las familias, algunos casos emblemáticos de indígenas, dirigentes sociales y políticos, ganaderos, campesinos, eso no ha tenido comparación por lo crudo, cruel, deshumanizante; las inundaciones en el sur en los años 70 en el río Magdalena, que produjeron miles de damnificados pobres pero no víctimas letales, los accidentes en nuestras vías que durante décadas nos vienen acompañando con sus secuelas de muerte, incluyendo a connotados músicos, y hasta los dos accidentes mortales de nuestras empresas de aviación de pasajeros, que mostraban la pujanza del nuevo departamento, Transportes Aéreos del Cesar TAC en Cerro Azul, Perijá, o la desintegración del jet de Aerocesar entre Riohacha y Valledupar, acaecidos en 1972 y 1980 respectivamente.
Hoy la pandemia por covid-19 nos confronta a una nueva realidad y nos invita a trabajar juntos: empresa, sector público, la universidad y la sociedad civil toda. ¡Saldremos adelante!