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Editorial - 12 febrero, 2019

En alerta con los forestales

Las oficinas de gestión del riesgo de la región Caribe han tenido dificultades para disminuir la incidencia de incendios forestales en esta temporada de verano.

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Las oficinas de gestión del riesgo de la región Caribe han tenido dificultades para disminuir la incidencia de incendios forestales en esta temporada de verano, porque a la vegetación extremadamente seca y propensa al fuego generado por la intensidad del sol se le suman otros factores difíciles de controlar, como las tradicionales ‘socolas’, quemas intencionales que realizan las comunidades indígenas para la preparación de los terrenos para sus cultivos.

unque existen programas de guarda bosques para concientizar sobre los riesgos de dichas prácticas ancestrales, no ha sido fácil que todos los grupos étnicos acaten las medidas técnicas para que las quemas no se salgan de control y no terminen en incendios forestales.
Ayer, se conoció que la flora y la fauna de la parte alta del río Guatapurí están siendo afectadas por un intenso incendio forestal, al parecer iniciado en una ‘socola’ y no ha podido ser controlado por lo inhóspito del terreno.

Allí se necesitaría un helicóptero con el sistema bambi bucket, porque a los bomberos de Valledupar se les imposibilita llegar allá por tierra. Con estos casos se evidencian problemas cíclicos, como la tardía reacción del Estado para disponer de los recursos humanos y tecnológicos que permitan atender las emergencias y para la recuperación de las zonas afectadas.

Hay que advertir que en esta temporada el caudal del Guatapurí ya viene menguado por la afectación de su cuenca alta, donde hay deforestación y comienzan los desvíos hacia fincas, no todos regulados por la autoridad ambiental, la Corporación Autónoma Regional del Cesar.

En ese contexto, hay que entender que los incendios forestales además de afectar la calidad del aire, ponen en riesgo las fuentes hídricas y las especies endémicas. Por ello, hacemos un llamado de atención a los hermanos mayores (kankuamos, wiwas, koguis y arhuacos), que más que nadie se preocupan por el equilibrio de la Sierra Nevada de Santa Marta, para que acaten las recomendaciones y advertencias de los organismos de atención y gestión del riesgo. Al final de cuentas, esos ecosistemas nos benefician a todos en la parte alta, media y baja de la sierra.

El panorama no es nada alentador. Hay que tener en cuenta los pronósticos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, IDEAM, que mantiene la alerta roja en Valledupar y en casi todos los municipios de la región Caribe, por la amenaza alta de ocurrencia de incendios de la cobertura vegetal en zonas de bosques, cultivos y pastos.

Aunque las condiciones están dadas para la proliferación de los incendios por cuenta del inclemente sol de la temporada de verano, se ha establecido que la mayoría de los forestales, un 90%, inician por acciones humanas. O sea, la mitigación está en nuestras manos.

Reportes de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres señalan que solo en los primeros cinco meses del 2018, 25.000 hectáreas de bosque fueron consumidas por las llamas en el país, y la difícil misión este año es bajar esa medida.

Si bien es cierto, la temporada seca es anual e inevitable no hay que desconocer que sus efectos son más devastadores cuando las comunidades no tienen practicas amigables con el medio ambiente. Con el pasar del tiempo la mano del hombre agudiza y agiliza el cambio climático; seamos conscientes de ello y cada uno aporte su granito de arena para cuidar el planeta.

Editorial
12 febrero, 2019

En alerta con los forestales

Las oficinas de gestión del riesgo de la región Caribe han tenido dificultades para disminuir la incidencia de incendios forestales en esta temporada de verano.


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Las oficinas de gestión del riesgo de la región Caribe han tenido dificultades para disminuir la incidencia de incendios forestales en esta temporada de verano, porque a la vegetación extremadamente seca y propensa al fuego generado por la intensidad del sol se le suman otros factores difíciles de controlar, como las tradicionales ‘socolas’, quemas intencionales que realizan las comunidades indígenas para la preparación de los terrenos para sus cultivos.

unque existen programas de guarda bosques para concientizar sobre los riesgos de dichas prácticas ancestrales, no ha sido fácil que todos los grupos étnicos acaten las medidas técnicas para que las quemas no se salgan de control y no terminen en incendios forestales.
Ayer, se conoció que la flora y la fauna de la parte alta del río Guatapurí están siendo afectadas por un intenso incendio forestal, al parecer iniciado en una ‘socola’ y no ha podido ser controlado por lo inhóspito del terreno.

Allí se necesitaría un helicóptero con el sistema bambi bucket, porque a los bomberos de Valledupar se les imposibilita llegar allá por tierra. Con estos casos se evidencian problemas cíclicos, como la tardía reacción del Estado para disponer de los recursos humanos y tecnológicos que permitan atender las emergencias y para la recuperación de las zonas afectadas.

Hay que advertir que en esta temporada el caudal del Guatapurí ya viene menguado por la afectación de su cuenca alta, donde hay deforestación y comienzan los desvíos hacia fincas, no todos regulados por la autoridad ambiental, la Corporación Autónoma Regional del Cesar.

En ese contexto, hay que entender que los incendios forestales además de afectar la calidad del aire, ponen en riesgo las fuentes hídricas y las especies endémicas. Por ello, hacemos un llamado de atención a los hermanos mayores (kankuamos, wiwas, koguis y arhuacos), que más que nadie se preocupan por el equilibrio de la Sierra Nevada de Santa Marta, para que acaten las recomendaciones y advertencias de los organismos de atención y gestión del riesgo. Al final de cuentas, esos ecosistemas nos benefician a todos en la parte alta, media y baja de la sierra.

El panorama no es nada alentador. Hay que tener en cuenta los pronósticos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, IDEAM, que mantiene la alerta roja en Valledupar y en casi todos los municipios de la región Caribe, por la amenaza alta de ocurrencia de incendios de la cobertura vegetal en zonas de bosques, cultivos y pastos.

Aunque las condiciones están dadas para la proliferación de los incendios por cuenta del inclemente sol de la temporada de verano, se ha establecido que la mayoría de los forestales, un 90%, inician por acciones humanas. O sea, la mitigación está en nuestras manos.

Reportes de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres señalan que solo en los primeros cinco meses del 2018, 25.000 hectáreas de bosque fueron consumidas por las llamas en el país, y la difícil misión este año es bajar esa medida.

Si bien es cierto, la temporada seca es anual e inevitable no hay que desconocer que sus efectos son más devastadores cuando las comunidades no tienen practicas amigables con el medio ambiente. Con el pasar del tiempo la mano del hombre agudiza y agiliza el cambio climático; seamos conscientes de ello y cada uno aporte su granito de arena para cuidar el planeta.