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Editorial - 2 agosto, 2019

Ellos crean sus propias ‘soluciones’

En una de las tantas esquinas de la avenida calle 44, entre la Terminal de Transportes y la glorieta del Obelisco, un hombre, cuya procedencia no podemos precisar, aprovecha los trancones y los semáforos para golpear con un garrote las llantas de los vehículos y de esa manera, según el sonido, avisarle al conductor que debe echarle aire a los neumáticos.

En una de las tantas esquinas de la avenida calle 44, entre la Terminal de Transportes y la glorieta del Obelisco, un hombre, cuya procedencia no podemos precisar, aprovecha los trancones y los semáforos para golpear con un garrote las llantas de los vehículos y de esa manera, según el sonido, avisarle al conductor que debe echarle aire a los neumáticos.

Todos sabemos que representa cierto peligro no echar las libras correctas de aire a las llantas, de manera que los choferes lo agradecen y mientras se acostumbran al particular personaje le dan monedas.

Lo curioso de este asunto es que este singular servicio, informal por supuesto, no se veía sino en las grandes ciudades, Bogotá principalmente.

Y aunque no podríamos decir que este asunto es propio de la inventiva de los venezolanos que han llegado a buscar mejores horizontes a Colombia, este servicio golpea-llantas se suma a los limpiavidrios y espejos con pañoleta en mano a los que no estábamos acostumbrados a ver por las calles de la capital del Cesar, ubicada en el primer lugar en la región y en el segundo lugar de desempleo en el país, según encuesta del Dane.

Pero para todos es cierto que la población desocupada históricamente ha buscado las soluciones para su subsistencia antes de esperarl que lleguen de algún lado, muy diferentes a los ‘ninis’, los que ni estudian ni trabajan.

Por eso el paisaje vallenato está lleno de creativos y otros no tanto que a través de la informalidad garantizan su pan diario y el de sus familias.

La informalidad es ese espectro en el que las personas son activas económicamente pero no representan ganancia para la cadena productiva.

La informalidad en el 2018 afectó a 10,8 millones de personas en el país y en 2019, que sigue en análisis, podría aumentar. Esperaremos el informe con sus precisiones sobre género, edad, nivel educativo y cantidad de recursos que deja de percibir el país por este concepto.

Mientras tanto, miles de personas en edad de trabajar deambulan por las calles en la búsqueda de un empleo, mantenerse en el que consigan, emprender en la formalidad y un número considerablemente mayor estará montando puestos de comidas, fritos, frutas, y ventas de otros productos en la informalidad.

Capítulo especial tiene el arte: en semáforos de avenidas como la Sierra Nevada con carrera 23 hay danzarines, mimos, malabaristas y otros creativos, algunos de ellos ‘cosplayers’ o disfrazados de figuras de acción.

En el separador de la avenida Simón Bolivar, inmediaciones del Instpecam, hay una orquesta de Venezuela. Al aire libre interpretan música tropical y ahí hacen su día, no sabemos qué tan exitosos son económicamente.

Ellos crean sus propias soluciones a las crisis económicas que cada uno vive. Lo hacen a la sombra de lo árboles o bajo el inclemente sol vallenato. Son parte de la estadística pero por sobre todo son seres humanos que se ‘rebuscan’.

Editorial
2 agosto, 2019

Ellos crean sus propias ‘soluciones’

En una de las tantas esquinas de la avenida calle 44, entre la Terminal de Transportes y la glorieta del Obelisco, un hombre, cuya procedencia no podemos precisar, aprovecha los trancones y los semáforos para golpear con un garrote las llantas de los vehículos y de esa manera, según el sonido, avisarle al conductor que debe echarle aire a los neumáticos.


En una de las tantas esquinas de la avenida calle 44, entre la Terminal de Transportes y la glorieta del Obelisco, un hombre, cuya procedencia no podemos precisar, aprovecha los trancones y los semáforos para golpear con un garrote las llantas de los vehículos y de esa manera, según el sonido, avisarle al conductor que debe echarle aire a los neumáticos.

Todos sabemos que representa cierto peligro no echar las libras correctas de aire a las llantas, de manera que los choferes lo agradecen y mientras se acostumbran al particular personaje le dan monedas.

Lo curioso de este asunto es que este singular servicio, informal por supuesto, no se veía sino en las grandes ciudades, Bogotá principalmente.

Y aunque no podríamos decir que este asunto es propio de la inventiva de los venezolanos que han llegado a buscar mejores horizontes a Colombia, este servicio golpea-llantas se suma a los limpiavidrios y espejos con pañoleta en mano a los que no estábamos acostumbrados a ver por las calles de la capital del Cesar, ubicada en el primer lugar en la región y en el segundo lugar de desempleo en el país, según encuesta del Dane.

Pero para todos es cierto que la población desocupada históricamente ha buscado las soluciones para su subsistencia antes de esperarl que lleguen de algún lado, muy diferentes a los ‘ninis’, los que ni estudian ni trabajan.

Por eso el paisaje vallenato está lleno de creativos y otros no tanto que a través de la informalidad garantizan su pan diario y el de sus familias.

La informalidad es ese espectro en el que las personas son activas económicamente pero no representan ganancia para la cadena productiva.

La informalidad en el 2018 afectó a 10,8 millones de personas en el país y en 2019, que sigue en análisis, podría aumentar. Esperaremos el informe con sus precisiones sobre género, edad, nivel educativo y cantidad de recursos que deja de percibir el país por este concepto.

Mientras tanto, miles de personas en edad de trabajar deambulan por las calles en la búsqueda de un empleo, mantenerse en el que consigan, emprender en la formalidad y un número considerablemente mayor estará montando puestos de comidas, fritos, frutas, y ventas de otros productos en la informalidad.

Capítulo especial tiene el arte: en semáforos de avenidas como la Sierra Nevada con carrera 23 hay danzarines, mimos, malabaristas y otros creativos, algunos de ellos ‘cosplayers’ o disfrazados de figuras de acción.

En el separador de la avenida Simón Bolivar, inmediaciones del Instpecam, hay una orquesta de Venezuela. Al aire libre interpretan música tropical y ahí hacen su día, no sabemos qué tan exitosos son económicamente.

Ellos crean sus propias soluciones a las crisis económicas que cada uno vive. Lo hacen a la sombra de lo árboles o bajo el inclemente sol vallenato. Son parte de la estadística pero por sobre todo son seres humanos que se ‘rebuscan’.