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Columnista - 26 mayo, 2014

Elecciones y democracia

Ayer 25 de mayo, los colombianos y los ciudadanos europeos participamos en procesos electorales para definir respectivamente quién gobernará a Colombia, el más complicado país de Latinoamérica, y qué composición tendrá el Parlamento Europeo. Los dos eventos han cuestionado la democracia liberal predominante en las economías de mercado. En Colombia prevalecieron las discusiones y las […]

Ayer 25 de mayo, los colombianos y los ciudadanos europeos participamos en procesos electorales para definir respectivamente quién gobernará a Colombia, el más complicado país de Latinoamérica, y qué composición tendrá el Parlamento Europeo.

Los dos eventos han cuestionado la democracia liberal predominante en las economías de mercado. En Colombia prevalecieron las discusiones y las broncas personales o de grupos. Los debates sobre el modelo de país o de economía escasearon y lo poco que se dijo careció de la profundidad que demanda la coyuntura política, económica y social. El debate se polarizó entre la guerra y la paz, de indiscutible relevancia, pero no tenía que ser tema único.

Las elecciones del nuevo Parlamento Europeo se perciben como las más importantes de todos los tiempos. Tradicionalmente la participación ciudadana ha sido escasa, lo usual ha sido el desinterés; sin embargo, la crisis económica y social y el manejo que se le ha dado, tan ajeno a los intereses de la gente, parece haber impulsado un cambio de actitud aunque no siempre en la mejor dirección. Los ciudadanos son un poco más conscientes de sus nexos con la UE pero al mismo tiempo cuestionan con más severidad sus políticas desde distintas visiones ideológicas.

A pesar de que Europa demanda un cambio de rumbo, los pronósticos de los analistas no son muy optimistas. Se espera una baja votación, por lo cual, la legitimidad del Parlamento seguirá siendo cuestionada. Que la derecha euroescéptica va a arrasar, advierten. Es decir, los partidos extremistas de derecha, en auge por todo este continente, aumentarán sus escaños; tampoco se espera que sean mayoría, pero en un Parlamento democrático serán un obstáculo.

Las fuerzas de izquierda incrementarán su representación. Estos partidos que también son eurocríticos se diferencian de los anteriores en que no son escépticos frente a la unidad de Europa, demandan más democracia pero no pretenden destruir la UE, quieren su reconstrucción.
Los partidos de corte socialdemócrata se anuncian como ganadores sin que alcancen una votación significativa. La subida parece obedecer a una caída del respaldo a los partidos de derecha moderada o conservadores señalados como los mayores responsables de la crisis.

Están en juego valores fundamentales. Falta integración dentro de la UE. Hay déficit de legitimidad en las instituciones europeas. No hay claridad acerca de quién decide realmente y los riesgos de disolución despiertan temores. Lamentable que la unión económica haya suplantado la unión política. De todas maneras el debate continuará y la ciudadanía parece dispuesta a no rendirse y muy seguramente continuará atenta a los desarrollos de la UE.

Columnista
26 mayo, 2014

Elecciones y democracia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Imelda Daza Cotes

Ayer 25 de mayo, los colombianos y los ciudadanos europeos participamos en procesos electorales para definir respectivamente quién gobernará a Colombia, el más complicado país de Latinoamérica, y qué composición tendrá el Parlamento Europeo. Los dos eventos han cuestionado la democracia liberal predominante en las economías de mercado. En Colombia prevalecieron las discusiones y las […]


Ayer 25 de mayo, los colombianos y los ciudadanos europeos participamos en procesos electorales para definir respectivamente quién gobernará a Colombia, el más complicado país de Latinoamérica, y qué composición tendrá el Parlamento Europeo.

Los dos eventos han cuestionado la democracia liberal predominante en las economías de mercado. En Colombia prevalecieron las discusiones y las broncas personales o de grupos. Los debates sobre el modelo de país o de economía escasearon y lo poco que se dijo careció de la profundidad que demanda la coyuntura política, económica y social. El debate se polarizó entre la guerra y la paz, de indiscutible relevancia, pero no tenía que ser tema único.

Las elecciones del nuevo Parlamento Europeo se perciben como las más importantes de todos los tiempos. Tradicionalmente la participación ciudadana ha sido escasa, lo usual ha sido el desinterés; sin embargo, la crisis económica y social y el manejo que se le ha dado, tan ajeno a los intereses de la gente, parece haber impulsado un cambio de actitud aunque no siempre en la mejor dirección. Los ciudadanos son un poco más conscientes de sus nexos con la UE pero al mismo tiempo cuestionan con más severidad sus políticas desde distintas visiones ideológicas.

A pesar de que Europa demanda un cambio de rumbo, los pronósticos de los analistas no son muy optimistas. Se espera una baja votación, por lo cual, la legitimidad del Parlamento seguirá siendo cuestionada. Que la derecha euroescéptica va a arrasar, advierten. Es decir, los partidos extremistas de derecha, en auge por todo este continente, aumentarán sus escaños; tampoco se espera que sean mayoría, pero en un Parlamento democrático serán un obstáculo.

Las fuerzas de izquierda incrementarán su representación. Estos partidos que también son eurocríticos se diferencian de los anteriores en que no son escépticos frente a la unidad de Europa, demandan más democracia pero no pretenden destruir la UE, quieren su reconstrucción.
Los partidos de corte socialdemócrata se anuncian como ganadores sin que alcancen una votación significativa. La subida parece obedecer a una caída del respaldo a los partidos de derecha moderada o conservadores señalados como los mayores responsables de la crisis.

Están en juego valores fundamentales. Falta integración dentro de la UE. Hay déficit de legitimidad en las instituciones europeas. No hay claridad acerca de quién decide realmente y los riesgos de disolución despiertan temores. Lamentable que la unión económica haya suplantado la unión política. De todas maneras el debate continuará y la ciudadanía parece dispuesta a no rendirse y muy seguramente continuará atenta a los desarrollos de la UE.