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Columnista - 29 septiembre, 2011

El ‘cachaquito’ Pérez

Algo sobre Por: José Romero Churio José María Pérez Amaya, más conocido como el ‘cachaquito’ Pérez. En Valledupar y pueblos circunvecinos fue todo un personaje, al  que recuerdo con gran cariño, y a quien, sin duda alguna, con esta columna le hago un merecido homenaje que, injustamente, se le ha negado, porque la callecita   ubicada […]

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Algo sobre

Por: José Romero Churio

José María Pérez Amaya, más conocido como el ‘cachaquito’ Pérez. En Valledupar y pueblos circunvecinos fue todo un personaje, al  que recuerdo con gran cariño, y a quien, sin duda alguna, con esta columna le hago un merecido homenaje que, injustamente, se le ha negado, porque la callecita   ubicada en uno de los más antiguos sectores comerciales de la ciudad de Valledupar, en vez de llamarse El Callejón de Pedro Rizo, debería ser El Callejón del Cachaquito Pérez.
El ‘cachaquito’ Pérez era antioqueño, oriundo del pueblo llamado Gómez Plata, no sé cuando llegó a Valledupar, pero lo conocí desde que yo era niño, pues el portón de la residencia de mis progenitores quedaba al frente de su casa, donde vivía con su esposa, doña Brígida Pinto Pontón, a quien conoció en Pueblo Bello, Cesar, a donde llegaba a vender su mercancía, tales como espejos, perfumes, pomadas y menjurjes, entre otras cacharrerías.

Con doña Brígida, la única compañera sentimental que se le conoció al Cachaquito Pérez                —fidelidad digna de resaltar— tuvo ocho hijos,  cinco varones y tres mujeres, el mayor murió por enfermedad siendo un adulto joven, se llamó Pedro Pablo Pérez Pinto y se le conocía como el hombre de las cuatro P. Los otros hijos están vivos y residen en Valledupar.
Con los demás hermanos Pérez Pinto he conservado la amistad iniciada en la niñez; sus nombres en orden descendente, son: Amelia, Adolfo, Alfredo, Elizabeth (mi comadre, Contadora Pública), Luis Eduardo (economista) y Denys, quienes ente sus descendientes han formado varios profesionales (un médico especialista en Neurología, un arquitecto y un abogado), además de varios técnicos y comerciantes,
El ‘cachaquito’ Pérez fue un hombre batallador de la vida; es decir, un rebuscador del sustento para su numerosa familia, trabajó hasta avanzada edad en múltiples actividades, tales como vendedor ambulante de baratijas, compra y venta de botellas y otros envases de vidrio, vidriero, manufacturero de figuritas para pagos de mandas a los santos devotos, comisionista de municiones de armas de fuego, jugador de billar con mucha habilidad, juegos de azar (sobre esto se cuenta la anécdota de una persona enojada que le reclama al cachaquito Pérez porqué todas las noches le apostaba al sol y nunca ganaba y con su habitual jocosidad le responde que el sol no salía de noche), fabricación de juegos pirotécnicos (como la casa del cachaquito Pérez explotó varias veces por el fuego artificial artesanal, en diciembre época de mayor producción, en el vecindario la familia Pérez Pinto era indeseable para los otros hogares, por el peligro que corrían, más los niños del barrio que ayudaban en la elaboración y venta de pirotecnia, pero menos mal su explosión no pasó de simples chamuscones a los allí presentes).
El último oficio del cachaquito Pérez fue el negocio de prefabricados de cemento, como visionario del crecimiento  de Valledupar, lo creo como un patrimonio familiar, que sus hijos lo han mantenido con el nombre de “La Campana”, en la vía al Batallón La Popa, desde que fue organizado por el viejo Pérez hace 43 años.
El cachaquito Pérez murió en 1994, a la edad de 90 años, en su casa del Callejón de Pedro Rizo, que de veras, repito debería llevar su nombre, dicha casa, sus hijos todavía la conservan como rentabilidad familiar, puesto que doña Brígida ya anciana vive en el domicilio de su hija Elizabeth, también conocida como ‘Adis’, con la asidua asistencia y colaboración de sus hermanos.
Me atrevo a afirmar que todas las personas nativas y residencias en Valledupar desde las décadas de 1930 a 1950 conocen al cachaquito Pérez, y seguramente le describirán su físico a las nuevas generaciones y también le contarán detalles de su vida que se me han pasado

APLAUSOS: por la creación del Festival Vallenato Especial, cuya primera versión ‘yo también canto, bailo y toco vallenato’, se inició ayer con la participación de 13 delegaciones de los municipios del Cesar, Antioquia, Norte de Santander, Cundinamarca y Magdalena.

CRITICAS: por el asesinato de un niño de un año y tres meses de edad, barbaries como esta no pueden continuar en nuestra ciudad ni en ninguna parte. Señores autoridades, el descubrimiento del asesino debe hacerse con celeridad.

Columnista
29 septiembre, 2011

El ‘cachaquito’ Pérez

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

Algo sobre Por: José Romero Churio José María Pérez Amaya, más conocido como el ‘cachaquito’ Pérez. En Valledupar y pueblos circunvecinos fue todo un personaje, al  que recuerdo con gran cariño, y a quien, sin duda alguna, con esta columna le hago un merecido homenaje que, injustamente, se le ha negado, porque la callecita   ubicada […]


Algo sobre

Por: José Romero Churio

José María Pérez Amaya, más conocido como el ‘cachaquito’ Pérez. En Valledupar y pueblos circunvecinos fue todo un personaje, al  que recuerdo con gran cariño, y a quien, sin duda alguna, con esta columna le hago un merecido homenaje que, injustamente, se le ha negado, porque la callecita   ubicada en uno de los más antiguos sectores comerciales de la ciudad de Valledupar, en vez de llamarse El Callejón de Pedro Rizo, debería ser El Callejón del Cachaquito Pérez.
El ‘cachaquito’ Pérez era antioqueño, oriundo del pueblo llamado Gómez Plata, no sé cuando llegó a Valledupar, pero lo conocí desde que yo era niño, pues el portón de la residencia de mis progenitores quedaba al frente de su casa, donde vivía con su esposa, doña Brígida Pinto Pontón, a quien conoció en Pueblo Bello, Cesar, a donde llegaba a vender su mercancía, tales como espejos, perfumes, pomadas y menjurjes, entre otras cacharrerías.

Con doña Brígida, la única compañera sentimental que se le conoció al Cachaquito Pérez                —fidelidad digna de resaltar— tuvo ocho hijos,  cinco varones y tres mujeres, el mayor murió por enfermedad siendo un adulto joven, se llamó Pedro Pablo Pérez Pinto y se le conocía como el hombre de las cuatro P. Los otros hijos están vivos y residen en Valledupar.
Con los demás hermanos Pérez Pinto he conservado la amistad iniciada en la niñez; sus nombres en orden descendente, son: Amelia, Adolfo, Alfredo, Elizabeth (mi comadre, Contadora Pública), Luis Eduardo (economista) y Denys, quienes ente sus descendientes han formado varios profesionales (un médico especialista en Neurología, un arquitecto y un abogado), además de varios técnicos y comerciantes,
El ‘cachaquito’ Pérez fue un hombre batallador de la vida; es decir, un rebuscador del sustento para su numerosa familia, trabajó hasta avanzada edad en múltiples actividades, tales como vendedor ambulante de baratijas, compra y venta de botellas y otros envases de vidrio, vidriero, manufacturero de figuritas para pagos de mandas a los santos devotos, comisionista de municiones de armas de fuego, jugador de billar con mucha habilidad, juegos de azar (sobre esto se cuenta la anécdota de una persona enojada que le reclama al cachaquito Pérez porqué todas las noches le apostaba al sol y nunca ganaba y con su habitual jocosidad le responde que el sol no salía de noche), fabricación de juegos pirotécnicos (como la casa del cachaquito Pérez explotó varias veces por el fuego artificial artesanal, en diciembre época de mayor producción, en el vecindario la familia Pérez Pinto era indeseable para los otros hogares, por el peligro que corrían, más los niños del barrio que ayudaban en la elaboración y venta de pirotecnia, pero menos mal su explosión no pasó de simples chamuscones a los allí presentes).
El último oficio del cachaquito Pérez fue el negocio de prefabricados de cemento, como visionario del crecimiento  de Valledupar, lo creo como un patrimonio familiar, que sus hijos lo han mantenido con el nombre de “La Campana”, en la vía al Batallón La Popa, desde que fue organizado por el viejo Pérez hace 43 años.
El cachaquito Pérez murió en 1994, a la edad de 90 años, en su casa del Callejón de Pedro Rizo, que de veras, repito debería llevar su nombre, dicha casa, sus hijos todavía la conservan como rentabilidad familiar, puesto que doña Brígida ya anciana vive en el domicilio de su hija Elizabeth, también conocida como ‘Adis’, con la asidua asistencia y colaboración de sus hermanos.
Me atrevo a afirmar que todas las personas nativas y residencias en Valledupar desde las décadas de 1930 a 1950 conocen al cachaquito Pérez, y seguramente le describirán su físico a las nuevas generaciones y también le contarán detalles de su vida que se me han pasado

APLAUSOS: por la creación del Festival Vallenato Especial, cuya primera versión ‘yo también canto, bailo y toco vallenato’, se inició ayer con la participación de 13 delegaciones de los municipios del Cesar, Antioquia, Norte de Santander, Cundinamarca y Magdalena.

CRITICAS: por el asesinato de un niño de un año y tres meses de edad, barbaries como esta no pueden continuar en nuestra ciudad ni en ninguna parte. Señores autoridades, el descubrimiento del asesino debe hacerse con celeridad.