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Columnista - 1 septiembre, 2013

El viejo Juan, atisbador del viento

Atánquez, bello pueblo incrustado en los pies de La Nevada, es edén de historia musical. Aquí la guitarra se aclama en los Mindiola y los Martínez: Gonzalo Mindiola, era llamado “El tenor de la montaña”; Juan Francisco Mindiola, padre de Los Kankuis, querubines de la música vallenata en guitarras, y Hugues Martínez, padre de Chabuco, joven talento de las cuerdas que ha puesto el vallenato en las vías del jazz y el flamenco.

Por José Atuesta Mindiola

Atánquez, bello pueblo incrustado en los pies de La Nevada, es edén de historia musical. Aquí la guitarra se aclama en los Mindiola y los Martínez: Gonzalo Mindiola, era llamado “El tenor de la montaña”; Juan Francisco Mindiola, padre de Los Kankuis, querubines de la música vallenata en guitarras, y Hugues Martínez, padre de Chabuco,  joven talento de las cuerdas que ha puesto el vallenato en las vías del jazz y el flamenco. 

Los amantes de la música en guitarra están de luto, la amorosa tierra vallenata recibió el cuerpo de Juan Francisco Mindiola Arias, pero su música y sus recuerdos siguen como el verdor de primavera en el cerro de La Juaneta, donde el ángel con trompeta saluda al pueblo de Atanquero.

Para el poeta y el músico, algo viaja en el viento: la sonrisa de una flor, el silencio de una estrella, la coreografía de las nubes, el perfume de la lluvia, el susurro de los pájaros y la bendición de los ángeles.  Algo hay que se esconde y es visible a ciertos seres escogidos por Dios, que vienen al mundo a darle belleza a la vida.  

Juan Francisco, músico y poeta, disfrutaba el placer de mirar el espacio azul del paisaje. Semejaba ser un atisbador del viento. Desde niño observa que en el viento viajan  diversas aves: ve gavilanes, habilidoso en el oficio de cazador que  devoran inocentes avecillas. El inquieto colibrí que en su temblor de colores, bebe el néctar de las flores.  

En una temporada de invierno, cuando sus paisanos elevaban estas plegarias a su patrono: “San Isidro labrador / quieta el agua y pon el sol”. Él soñó ver en el viento, aquella  paloma mensajera que regresó al Arca de Noé con una rama de Olivo para avisar que había cesado El Diluvio.  La imagen de paloma como símbolo de sosiego y de amor, le quedó grabada en el alma. En una noche, al recordar a la novia que vio salir del pueblo, toma su guitarra y empieza a cantar:  
 
Una paloma que yo vi volar / 
me da dolor porque quizá no vuelve/ 
Ay, mira, como llora el pobre Juan/ 
porque el corazón le duele…         

Después golpeado por la ausencia de su paloma amada, pensó volverse cazador, y compuso ‘El gavilán atanquero’. 
 
Juan Francisco fue un músico que interpretaba variedades de ritmos; en época de mocedades fundó en Atánquez con Hugues Martínez (guitarra), Ciro Pumarejo (maracas) y Luis Fernández (cantante), el Cuarteto Los Kuibaros (nombre común de un pájaro de la región). 

La razón de sus amores fue Mercedes Elena Carrillo, su esposa, y nacieron nueve hijos, ocho varones y una mujer, Mercedes “La Muñe”. Cuatro de sus hijos son músicos, y desde hace 33 años crearon el Grupo de Los Kankuis. En la actualidad es el grupo de vallenato en guitarras, de mayor presencia en las grabaciones.  Calixto “El Cali”, el considerado el mejor puntero en la música vallenata; José, Guitarrista y bajista; Rubén, guitarrista y cantante,  y Julio, cantante.

Hoy su alma  es viajera como en el viento. Del pobre Juan, como él solía llamarse en sus cantos, nos queda la inmortalidad de su música y  la herencia musical en sus hijos. 

 

Columnista
1 septiembre, 2013

El viejo Juan, atisbador del viento

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

Atánquez, bello pueblo incrustado en los pies de La Nevada, es edén de historia musical. Aquí la guitarra se aclama en los Mindiola y los Martínez: Gonzalo Mindiola, era llamado “El tenor de la montaña”; Juan Francisco Mindiola, padre de Los Kankuis, querubines de la música vallenata en guitarras, y Hugues Martínez, padre de Chabuco, joven talento de las cuerdas que ha puesto el vallenato en las vías del jazz y el flamenco.


Por José Atuesta Mindiola

Atánquez, bello pueblo incrustado en los pies de La Nevada, es edén de historia musical. Aquí la guitarra se aclama en los Mindiola y los Martínez: Gonzalo Mindiola, era llamado “El tenor de la montaña”; Juan Francisco Mindiola, padre de Los Kankuis, querubines de la música vallenata en guitarras, y Hugues Martínez, padre de Chabuco,  joven talento de las cuerdas que ha puesto el vallenato en las vías del jazz y el flamenco. 

Los amantes de la música en guitarra están de luto, la amorosa tierra vallenata recibió el cuerpo de Juan Francisco Mindiola Arias, pero su música y sus recuerdos siguen como el verdor de primavera en el cerro de La Juaneta, donde el ángel con trompeta saluda al pueblo de Atanquero.

Para el poeta y el músico, algo viaja en el viento: la sonrisa de una flor, el silencio de una estrella, la coreografía de las nubes, el perfume de la lluvia, el susurro de los pájaros y la bendición de los ángeles.  Algo hay que se esconde y es visible a ciertos seres escogidos por Dios, que vienen al mundo a darle belleza a la vida.  

Juan Francisco, músico y poeta, disfrutaba el placer de mirar el espacio azul del paisaje. Semejaba ser un atisbador del viento. Desde niño observa que en el viento viajan  diversas aves: ve gavilanes, habilidoso en el oficio de cazador que  devoran inocentes avecillas. El inquieto colibrí que en su temblor de colores, bebe el néctar de las flores.  

En una temporada de invierno, cuando sus paisanos elevaban estas plegarias a su patrono: “San Isidro labrador / quieta el agua y pon el sol”. Él soñó ver en el viento, aquella  paloma mensajera que regresó al Arca de Noé con una rama de Olivo para avisar que había cesado El Diluvio.  La imagen de paloma como símbolo de sosiego y de amor, le quedó grabada en el alma. En una noche, al recordar a la novia que vio salir del pueblo, toma su guitarra y empieza a cantar:  
 
Una paloma que yo vi volar / 
me da dolor porque quizá no vuelve/ 
Ay, mira, como llora el pobre Juan/ 
porque el corazón le duele…         

Después golpeado por la ausencia de su paloma amada, pensó volverse cazador, y compuso ‘El gavilán atanquero’. 
 
Juan Francisco fue un músico que interpretaba variedades de ritmos; en época de mocedades fundó en Atánquez con Hugues Martínez (guitarra), Ciro Pumarejo (maracas) y Luis Fernández (cantante), el Cuarteto Los Kuibaros (nombre común de un pájaro de la región). 

La razón de sus amores fue Mercedes Elena Carrillo, su esposa, y nacieron nueve hijos, ocho varones y una mujer, Mercedes “La Muñe”. Cuatro de sus hijos son músicos, y desde hace 33 años crearon el Grupo de Los Kankuis. En la actualidad es el grupo de vallenato en guitarras, de mayor presencia en las grabaciones.  Calixto “El Cali”, el considerado el mejor puntero en la música vallenata; José, Guitarrista y bajista; Rubén, guitarrista y cantante,  y Julio, cantante.

Hoy su alma  es viajera como en el viento. Del pobre Juan, como él solía llamarse en sus cantos, nos queda la inmortalidad de su música y  la herencia musical en sus hijos.