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Columnista - 15 abril, 2014

El verdadero descanso está en Jesús

La Biblia cuenta que Jesús estaba en el mar de Galilea con los doce apóstoles cuando comenzó una gran tempestad que causó pánico a todos los tripulantes, pues pensaban que iban a morir. No obstante, Jesús dormía. Cuando los discípulos se vieron atrapados en la tormenta y vieron que el peligro era grande, temieron mucho […]

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La Biblia cuenta que Jesús estaba en el mar de Galilea con los doce apóstoles cuando comenzó una gran tempestad que causó pánico a todos los tripulantes, pues pensaban que iban a morir. No obstante, Jesús dormía.

Cuando los discípulos se vieron atrapados en la tormenta y vieron que el peligro era grande, temieron mucho a pesar de que antes habían sido testigos de los grandes milagros que Jesús hacía. Ellos perdieron el control, se olvidaron de orar y clamar con fe por su seguridad, entonces acudieron desesperados a despertar a Jesús para avisarle que iban a morir. Con lo que no contaban era con que su maestro podía dominar las fuerzas de la naturaleza. En efecto lo hizo y les cuestionó su fe.

Cada vez que había angustia o algún tipo de vicisitud entre los apóstoles, ellos buscaban a Jesús y él les traía la calma con su sabiduría, amor y protección.

Desde hace miles de años Jesús sigue siendo el mismo amoroso y protector que nos ayuda a cargar el peso de nuestras dificultades, errores, amenazas y miedos, entre otros. Jesús está en las madrugadas, antes de que salga el sol a nuestro lado, esperando a que nos despertemos para darnos su infinito amor; la mejor forma de conectarnos es buscándolo e imitándolo, llevando una vida equilibrada a pesar de los problemas.

Jesús nos promete descanso si lo buscamos, pero no es el descanso de no hacer nada, sino la esperanza de que a través de él todo es más llevadero, pues puede transformar un trabajo agotador y sin sentido, en algo de productividad espiritual. Dos mil años después de haber entregado su vida en la cruz por nosotros, el Cristo resucitado sigue insistiéndonos en la oración como estrategia fuerte para resistir y vencer.

En lugar de hablar tanto de Jesús, dediquémonos a hablar con él en esta Semana Santa. Cuéntale tus penas, tus alegrías, dificultades, tus proyectos, tus sueños y pídele que te acompañe en todo momento. No te sientas hablando sólo, porque eso que sientes en el corazón, esa cosa extraña que experimentas cuando cierras los ojos y oras, es la acción de Jesús que celebra tu fe en él, aunque no lo veas.

Jesús es feliz y te da alegría y victoria cuando crees en él ciegamente; así lo garantiza su palabra en Mateo 11:28-30.“Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. ”

Es posible que aún sigamos quejándonos de que las cosas no estén saliendo bien, es factible también que creamos que Dios no nos escucha. Pero sería bueno responder a la pregunta: ¿qué tanta fe le estoy poniendo a lo que hago o a lo que pido? ¿Qué esfuerzos estoy haciendo por sacar el rencor de mi vida y empezar a perdonar para sentirme aliviado de las cargas que no me dejan avanzar por culpa del orgullo?

Columnista
15 abril, 2014

El verdadero descanso está en Jesús

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

La Biblia cuenta que Jesús estaba en el mar de Galilea con los doce apóstoles cuando comenzó una gran tempestad que causó pánico a todos los tripulantes, pues pensaban que iban a morir. No obstante, Jesús dormía. Cuando los discípulos se vieron atrapados en la tormenta y vieron que el peligro era grande, temieron mucho […]


La Biblia cuenta que Jesús estaba en el mar de Galilea con los doce apóstoles cuando comenzó una gran tempestad que causó pánico a todos los tripulantes, pues pensaban que iban a morir. No obstante, Jesús dormía.

Cuando los discípulos se vieron atrapados en la tormenta y vieron que el peligro era grande, temieron mucho a pesar de que antes habían sido testigos de los grandes milagros que Jesús hacía. Ellos perdieron el control, se olvidaron de orar y clamar con fe por su seguridad, entonces acudieron desesperados a despertar a Jesús para avisarle que iban a morir. Con lo que no contaban era con que su maestro podía dominar las fuerzas de la naturaleza. En efecto lo hizo y les cuestionó su fe.

Cada vez que había angustia o algún tipo de vicisitud entre los apóstoles, ellos buscaban a Jesús y él les traía la calma con su sabiduría, amor y protección.

Desde hace miles de años Jesús sigue siendo el mismo amoroso y protector que nos ayuda a cargar el peso de nuestras dificultades, errores, amenazas y miedos, entre otros. Jesús está en las madrugadas, antes de que salga el sol a nuestro lado, esperando a que nos despertemos para darnos su infinito amor; la mejor forma de conectarnos es buscándolo e imitándolo, llevando una vida equilibrada a pesar de los problemas.

Jesús nos promete descanso si lo buscamos, pero no es el descanso de no hacer nada, sino la esperanza de que a través de él todo es más llevadero, pues puede transformar un trabajo agotador y sin sentido, en algo de productividad espiritual. Dos mil años después de haber entregado su vida en la cruz por nosotros, el Cristo resucitado sigue insistiéndonos en la oración como estrategia fuerte para resistir y vencer.

En lugar de hablar tanto de Jesús, dediquémonos a hablar con él en esta Semana Santa. Cuéntale tus penas, tus alegrías, dificultades, tus proyectos, tus sueños y pídele que te acompañe en todo momento. No te sientas hablando sólo, porque eso que sientes en el corazón, esa cosa extraña que experimentas cuando cierras los ojos y oras, es la acción de Jesús que celebra tu fe en él, aunque no lo veas.

Jesús es feliz y te da alegría y victoria cuando crees en él ciegamente; así lo garantiza su palabra en Mateo 11:28-30.“Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. ”

Es posible que aún sigamos quejándonos de que las cosas no estén saliendo bien, es factible también que creamos que Dios no nos escucha. Pero sería bueno responder a la pregunta: ¿qué tanta fe le estoy poniendo a lo que hago o a lo que pido? ¿Qué esfuerzos estoy haciendo por sacar el rencor de mi vida y empezar a perdonar para sentirme aliviado de las cargas que no me dejan avanzar por culpa del orgullo?