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Columnista - 22 abril, 2024

El valor de las pequeñas cosas

Una vez más esta frase hace mella en mi corazón y en mi pensamiento, inquietando de manera especial mi sentir. Obedece esto a un análisis particular que nos conmueve y nos sacude, debido, desde luego, a la cantidad de cosas que afectan la moral, la tranquilidad; que sopesa lo malo sobre lo bueno; prevalece lo […]

Una vez más esta frase hace mella en mi corazón y en mi pensamiento, inquietando de manera especial mi sentir. Obedece esto a un análisis particular que nos conmueve y nos sacude, debido, desde luego, a la cantidad de cosas que afectan la moral, la tranquilidad; que sopesa lo malo sobre lo bueno; prevalece lo corrupto sobre lo insobornable, lo íntegro.

Dejamos que prevalezca el sentir perverso sobre lo bondadoso. Nos enfrentamos entonces a mentes de maldad, y las drogas que antes sólo exportamos, hoy exportamos y consumimos; nos agobian los maleantes y matan sin razón, roban, secuestran y más; la maldad y la delincuencia actúa a sus anchas y sienten, los bandidos, que no hay autoridad.

Nos hemos dejado someter, impávidos sentimos que las autoridades no son competentes y, peor, creemos que son cómplices, que ellos saben dónde ponen las garzas y que además protegen los huevos de la maldad.

Y el tiempo ha pasado y las estadísticas corruptas y criminales suben, desde el escenario blanco que antes era mayor, vemos cómo nos somete el escenario negro que sobrepasó toda consideración.

Esperamos que todo cambie de la noche a la mañana, y sentimos que ese compromiso de cambio es de otro, no mío.

Pero tenemos la solución en las manos: “El valor de las pequeñas cosas”, actuemos todos, recojamos, no botemos; limpiemos si está sucio. Denunciemos lo malo y no nos permitamos sumergirnos en la complicidad.

Qué tal si empezamos por el respeto: a lo ajeno, a las normas; a la diferencia, a los maestros, a las autoridades.

Amemos la ciudad, no la destruyamos, recordemos la “Sorpresa Caribe”, la ciudad modelo y cívica; recordemos los teléfonos con servicio gratuito, ejemplo para Colombia; recordemos la ciudad de calles limpias y ordenadas.

Recordemos la ciudad arborizada, la de buenos servicios públicos, la del agua fría, cristalina y pura.

Actuemos, no esperemos que otro lo haga; seamos puntuales, amemos lo que hacemos; queramos la empresa que nos brinda el trabajo, démosles el valor a las pequeñas cosas.

Si tú actúas bien iluminas lo oscuro, das ejemplo y seguramente otros querrán imitarte, enseñemos al que no sabe y seamos capaces de dignificar nuestros propios espacios.

El domingo pasado vimos al alcalde Ernesto Orozco actuando, en una jornada de limpieza de nuestro afluente hídrico, el río de la vida de los vallenatos y de todo aquel que viene y se queda, el río Guatapurí, que decimos querer y lo estamos matando. Lo ensuciamos y lo desangramos sin consideración; no lo cuidamos, como tampoco cuidamos la ciudad. Manos a la obra.

Un recorrido elemental por las calles del centro y vemos las señales de tránsito deterioradas, en algunos sitios ni hay, porque manos criminales las dañan o las roban.

Bien alcalde, que no se quede esto en efervescencias de momento; el ejemplo lo da usted y es bienvenido, lo demás lo debe hacer la cultura ciudadana en la que hay que trabajar de manera ostensible.

¡Vamos a llenar de cariño, los amaneceres del valle! ¡Aún estamos a tiempo, actuemos! Sólo Eso.

Eduardo Santos Ortega Vergara

Columnista
22 abril, 2024

El valor de las pequeñas cosas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Una vez más esta frase hace mella en mi corazón y en mi pensamiento, inquietando de manera especial mi sentir. Obedece esto a un análisis particular que nos conmueve y nos sacude, debido, desde luego, a la cantidad de cosas que afectan la moral, la tranquilidad; que sopesa lo malo sobre lo bueno; prevalece lo […]


Una vez más esta frase hace mella en mi corazón y en mi pensamiento, inquietando de manera especial mi sentir. Obedece esto a un análisis particular que nos conmueve y nos sacude, debido, desde luego, a la cantidad de cosas que afectan la moral, la tranquilidad; que sopesa lo malo sobre lo bueno; prevalece lo corrupto sobre lo insobornable, lo íntegro.

Dejamos que prevalezca el sentir perverso sobre lo bondadoso. Nos enfrentamos entonces a mentes de maldad, y las drogas que antes sólo exportamos, hoy exportamos y consumimos; nos agobian los maleantes y matan sin razón, roban, secuestran y más; la maldad y la delincuencia actúa a sus anchas y sienten, los bandidos, que no hay autoridad.

Nos hemos dejado someter, impávidos sentimos que las autoridades no son competentes y, peor, creemos que son cómplices, que ellos saben dónde ponen las garzas y que además protegen los huevos de la maldad.

Y el tiempo ha pasado y las estadísticas corruptas y criminales suben, desde el escenario blanco que antes era mayor, vemos cómo nos somete el escenario negro que sobrepasó toda consideración.

Esperamos que todo cambie de la noche a la mañana, y sentimos que ese compromiso de cambio es de otro, no mío.

Pero tenemos la solución en las manos: “El valor de las pequeñas cosas”, actuemos todos, recojamos, no botemos; limpiemos si está sucio. Denunciemos lo malo y no nos permitamos sumergirnos en la complicidad.

Qué tal si empezamos por el respeto: a lo ajeno, a las normas; a la diferencia, a los maestros, a las autoridades.

Amemos la ciudad, no la destruyamos, recordemos la “Sorpresa Caribe”, la ciudad modelo y cívica; recordemos los teléfonos con servicio gratuito, ejemplo para Colombia; recordemos la ciudad de calles limpias y ordenadas.

Recordemos la ciudad arborizada, la de buenos servicios públicos, la del agua fría, cristalina y pura.

Actuemos, no esperemos que otro lo haga; seamos puntuales, amemos lo que hacemos; queramos la empresa que nos brinda el trabajo, démosles el valor a las pequeñas cosas.

Si tú actúas bien iluminas lo oscuro, das ejemplo y seguramente otros querrán imitarte, enseñemos al que no sabe y seamos capaces de dignificar nuestros propios espacios.

El domingo pasado vimos al alcalde Ernesto Orozco actuando, en una jornada de limpieza de nuestro afluente hídrico, el río de la vida de los vallenatos y de todo aquel que viene y se queda, el río Guatapurí, que decimos querer y lo estamos matando. Lo ensuciamos y lo desangramos sin consideración; no lo cuidamos, como tampoco cuidamos la ciudad. Manos a la obra.

Un recorrido elemental por las calles del centro y vemos las señales de tránsito deterioradas, en algunos sitios ni hay, porque manos criminales las dañan o las roban.

Bien alcalde, que no se quede esto en efervescencias de momento; el ejemplo lo da usted y es bienvenido, lo demás lo debe hacer la cultura ciudadana en la que hay que trabajar de manera ostensible.

¡Vamos a llenar de cariño, los amaneceres del valle! ¡Aún estamos a tiempo, actuemos! Sólo Eso.

Eduardo Santos Ortega Vergara