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Columnista - 29 octubre, 2021

El Tropero

“Si fuera un mejicano el que acaba de morir, corridos y rancheras todo el mundo cantaría, pero murió Morales, ninguno lo oye decir, murió poéticamente lejos de la serranía”: Leandro Díaz. La historia de la ingratitud se repite con mucha frecuencia y hoy la estamos viendo nuevamente con el fallecimiento en esta ciudad de uno […]

“Si fuera un mejicano el que acaba de morir, corridos y rancheras todo el mundo cantaría, pero murió Morales, ninguno lo oye decir, murió poéticamente lejos de la serranía”: Leandro Díaz.

La historia de la ingratitud se repite con mucha frecuencia y hoy la estamos viendo nuevamente con el fallecimiento en esta ciudad de uno de los mejores reporteros gráficos que ha tenido el país en el siglo pasado, que en cada foto que captaba con su cámara nos dejaba un buen artículo extractado en una toma fotográfica; pues ni más ni menos esos son los fotógrafos profesionales dedicados al oficio del periodismo, unos héroes que a cada rato exponen su vida para dejar para la eternidad un registro viviente del tema que les ocupa.

Tuvimos la gran suerte de gozar de su grata amistad y exquisita charla como consecuencia de su matrimonio con la bella Sarita, hija de mi recordado padrino Poncho Cotes y doña Carmen Núñez, la mayor de los 3 monitos de la célebre canción de Escalona ‘La nostalgia de Poncho’, generalizada como ‘Los tres Monitos’; con los otros dos, mi comadre Sofía y mi entrañable amigo Fausto, fueron muchos los ratos inolvidables que pasamos, especialmente en Manaure; por eso mis nexos con ellos son de carácter familiar.

De verdad, no hay derecho ni motivo válido para que El  Tiempo y creo que El Heraldo, de los cuales fue parte integral por espacio de casi 3 décadas, no hubieran registrado su deceso como él se lo merecía, pero como no es cachaco y en sus últimos años fue vallenato, olímpicamente lo ignoraron, pero eso no importa, eso no disminuye su grandeza, no baja una línea, murió en silencio, pero grande y grande será para la historia gráfica y periodística de Colombia.

Me he referido a Gustavo Vásquez Vengochea, el reportero gráfico “tropero” que jamás le arrugó la cara a los trabajos de alto riesgo, que entre más peligrosos fueran más se los gozaba, y que nos dejó la histórica y bella foto donde logro reunir al doctor Clemente Quintero, líder cívico, político y gremial; a Álvaro Cepeda Samudio; a los ilustres  doctores Roberto Pavajeau y su cuñado  Hernando Molina Maestre, personajes de los cantos de Escalona, el nobel García Márquez y el inmortal Rafael.

‘Tavo’, así le decíamos de cariño, le dejó al Valle, como un valioso legado imperecedero, a sus hijos Gustavo Adolfo y José Carlos, dos distinguidos profesionales, arquitectos, que haciendo gala de sus ancestros hoy brillan con luz propia en el desarrollo urbanístico, económico y cultural de esta ciudad.

Para Sarita, la monita mayor, un fuerte a abrazo, y para mi comadre del alma, la madrina de mi inolvidable Makor, la monita menor, la famosa Sofy Cotes, no un abrazo, sino un cálido y fraternal beso, y para el otro monito, Fausto, mis mejores deseos que continúe escribiendo sus buenas columnas ya que no fue capaz de componer un buen vallenato al estilo de ‘Tiempos idos’.

Columnista
29 octubre, 2021

El Tropero

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

“Si fuera un mejicano el que acaba de morir, corridos y rancheras todo el mundo cantaría, pero murió Morales, ninguno lo oye decir, murió poéticamente lejos de la serranía”: Leandro Díaz. La historia de la ingratitud se repite con mucha frecuencia y hoy la estamos viendo nuevamente con el fallecimiento en esta ciudad de uno […]


“Si fuera un mejicano el que acaba de morir, corridos y rancheras todo el mundo cantaría, pero murió Morales, ninguno lo oye decir, murió poéticamente lejos de la serranía”: Leandro Díaz.

La historia de la ingratitud se repite con mucha frecuencia y hoy la estamos viendo nuevamente con el fallecimiento en esta ciudad de uno de los mejores reporteros gráficos que ha tenido el país en el siglo pasado, que en cada foto que captaba con su cámara nos dejaba un buen artículo extractado en una toma fotográfica; pues ni más ni menos esos son los fotógrafos profesionales dedicados al oficio del periodismo, unos héroes que a cada rato exponen su vida para dejar para la eternidad un registro viviente del tema que les ocupa.

Tuvimos la gran suerte de gozar de su grata amistad y exquisita charla como consecuencia de su matrimonio con la bella Sarita, hija de mi recordado padrino Poncho Cotes y doña Carmen Núñez, la mayor de los 3 monitos de la célebre canción de Escalona ‘La nostalgia de Poncho’, generalizada como ‘Los tres Monitos’; con los otros dos, mi comadre Sofía y mi entrañable amigo Fausto, fueron muchos los ratos inolvidables que pasamos, especialmente en Manaure; por eso mis nexos con ellos son de carácter familiar.

De verdad, no hay derecho ni motivo válido para que El  Tiempo y creo que El Heraldo, de los cuales fue parte integral por espacio de casi 3 décadas, no hubieran registrado su deceso como él se lo merecía, pero como no es cachaco y en sus últimos años fue vallenato, olímpicamente lo ignoraron, pero eso no importa, eso no disminuye su grandeza, no baja una línea, murió en silencio, pero grande y grande será para la historia gráfica y periodística de Colombia.

Me he referido a Gustavo Vásquez Vengochea, el reportero gráfico “tropero” que jamás le arrugó la cara a los trabajos de alto riesgo, que entre más peligrosos fueran más se los gozaba, y que nos dejó la histórica y bella foto donde logro reunir al doctor Clemente Quintero, líder cívico, político y gremial; a Álvaro Cepeda Samudio; a los ilustres  doctores Roberto Pavajeau y su cuñado  Hernando Molina Maestre, personajes de los cantos de Escalona, el nobel García Márquez y el inmortal Rafael.

‘Tavo’, así le decíamos de cariño, le dejó al Valle, como un valioso legado imperecedero, a sus hijos Gustavo Adolfo y José Carlos, dos distinguidos profesionales, arquitectos, que haciendo gala de sus ancestros hoy brillan con luz propia en el desarrollo urbanístico, económico y cultural de esta ciudad.

Para Sarita, la monita mayor, un fuerte a abrazo, y para mi comadre del alma, la madrina de mi inolvidable Makor, la monita menor, la famosa Sofy Cotes, no un abrazo, sino un cálido y fraternal beso, y para el otro monito, Fausto, mis mejores deseos que continúe escribiendo sus buenas columnas ya que no fue capaz de componer un buen vallenato al estilo de ‘Tiempos idos’.