A las postrimerías de cumplirse dos años de la posesión de alcaldes y gobernadores, en quienes los habitantes de los diferentes territorios depositaron la esperanza y el anhelo de cambio y mejoramiento de sus condiciones de vida, encontramos muchas comunidades inconformes, sumidas en el atraso, pobreza y necesidades insatisfechas por la falta de planeación, gestión, inversión […]
A las postrimerías de cumplirse dos años de la posesión de alcaldes y gobernadores, en quienes los habitantes de los diferentes territorios depositaron la esperanza y el anhelo de cambio y mejoramiento de sus condiciones de vida, encontramos muchas comunidades inconformes, sumidas en el atraso, pobreza y necesidades insatisfechas por la falta de planeación, gestión, inversión y obras de sus administradores.
Es común encontrar administraciones tratando de disimular su negligencia e improvisación, mirando el espejo retrovisor, culpando a sus antecesores de la problemática que azota su población, demostrando falta de estudio y desconocimiento de la situación administrativa, social y financiera de sus comunidades al momento de presentar su propuesta de gobierno y en la elaboración del plan de desarrollo.
De la misma manera encontramos administraciones celebrando con bombos y platillos inversiones y obras irrisorias y de poco impacto social, cuando se debe propender por el bienestar real de sus comunidades, soslayando la inversión social que acredite el mejoramiento de las condiciones de vida de su gente y que las obras se vean reflejadas en pilares tan básicos como educación de calidad, salud, saneamiento básico y empleo, que garantice el progreso y desarrollo de sus administrados.
Otras administraciones se especializan en conformar comités de aplausos que celebran y convalidan todas sus actuaciones, sin importar que vayan en contravía de los intereses de su pueblo y no generen soluciones a las necesidades que se padecen, y los cuales se van lanza en ristre en contra de aquellos osados que se atrevan a levantar su voz para reclamar mejor gestión, adecuado manejo de los recursos e inversión que asegure un orden político, económico y social justo.
Estos procedimientos buscan sostener en la inopia a la ciudadanía para mantenerla conforme y alejada de la realidad administrativa del municipio, lo que permite que el gobernante maneje los destinos del ente territorial a su antojo, sin oposición alguna, convirtiendo su administración en una anarquía, donde las inversiones y obras se realizan a capricho, satisfaciendo necesidades personales y dejando de lado las generales, permitiendo con ello que los fines esenciales del estado no se cumplan.
Por eso se hace necesario que se acabe el tape y tape, que los gobernantes adelanten su administración acorde con los preceptos constitucionales y legales, enfocados en la realidad de su ente territorial, que la inversión se realice bajo las premisas de la planeación y eficacia, permitiendo potenciar el crecimiento de sus comunidades y se convierta en una contribución fundamental en el desarrollo sostenible de su gente.
Los gobernantes deben asumir la responsabilidad de su gestión, afrontar la problemática que presenta su población sin escudarse en sus antecesores. Debemos aprender de los errores del pasado y comenzar a construir un mejor futuro, de lo contrario estaremos condenando a los territorios al rezago social, pobreza, falta de infraestructura y oportunidades que permitan a sus habitantes promover la prosperidad y bienestar de su comunidad y satisfacer sus necesidades básicas, extinguiendo su sueño y anhelo de progreso y desarrollo, alimentando aún más la desesperanza y desconfianza en las instituciones y clase política.
A las postrimerías de cumplirse dos años de la posesión de alcaldes y gobernadores, en quienes los habitantes de los diferentes territorios depositaron la esperanza y el anhelo de cambio y mejoramiento de sus condiciones de vida, encontramos muchas comunidades inconformes, sumidas en el atraso, pobreza y necesidades insatisfechas por la falta de planeación, gestión, inversión […]
A las postrimerías de cumplirse dos años de la posesión de alcaldes y gobernadores, en quienes los habitantes de los diferentes territorios depositaron la esperanza y el anhelo de cambio y mejoramiento de sus condiciones de vida, encontramos muchas comunidades inconformes, sumidas en el atraso, pobreza y necesidades insatisfechas por la falta de planeación, gestión, inversión y obras de sus administradores.
Es común encontrar administraciones tratando de disimular su negligencia e improvisación, mirando el espejo retrovisor, culpando a sus antecesores de la problemática que azota su población, demostrando falta de estudio y desconocimiento de la situación administrativa, social y financiera de sus comunidades al momento de presentar su propuesta de gobierno y en la elaboración del plan de desarrollo.
De la misma manera encontramos administraciones celebrando con bombos y platillos inversiones y obras irrisorias y de poco impacto social, cuando se debe propender por el bienestar real de sus comunidades, soslayando la inversión social que acredite el mejoramiento de las condiciones de vida de su gente y que las obras se vean reflejadas en pilares tan básicos como educación de calidad, salud, saneamiento básico y empleo, que garantice el progreso y desarrollo de sus administrados.
Otras administraciones se especializan en conformar comités de aplausos que celebran y convalidan todas sus actuaciones, sin importar que vayan en contravía de los intereses de su pueblo y no generen soluciones a las necesidades que se padecen, y los cuales se van lanza en ristre en contra de aquellos osados que se atrevan a levantar su voz para reclamar mejor gestión, adecuado manejo de los recursos e inversión que asegure un orden político, económico y social justo.
Estos procedimientos buscan sostener en la inopia a la ciudadanía para mantenerla conforme y alejada de la realidad administrativa del municipio, lo que permite que el gobernante maneje los destinos del ente territorial a su antojo, sin oposición alguna, convirtiendo su administración en una anarquía, donde las inversiones y obras se realizan a capricho, satisfaciendo necesidades personales y dejando de lado las generales, permitiendo con ello que los fines esenciales del estado no se cumplan.
Por eso se hace necesario que se acabe el tape y tape, que los gobernantes adelanten su administración acorde con los preceptos constitucionales y legales, enfocados en la realidad de su ente territorial, que la inversión se realice bajo las premisas de la planeación y eficacia, permitiendo potenciar el crecimiento de sus comunidades y se convierta en una contribución fundamental en el desarrollo sostenible de su gente.
Los gobernantes deben asumir la responsabilidad de su gestión, afrontar la problemática que presenta su población sin escudarse en sus antecesores. Debemos aprender de los errores del pasado y comenzar a construir un mejor futuro, de lo contrario estaremos condenando a los territorios al rezago social, pobreza, falta de infraestructura y oportunidades que permitan a sus habitantes promover la prosperidad y bienestar de su comunidad y satisfacer sus necesidades básicas, extinguiendo su sueño y anhelo de progreso y desarrollo, alimentando aún más la desesperanza y desconfianza en las instituciones y clase política.